Capítulo 3: Proverbio hindú

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Llevábamos varias horas de viaje, y la verdad es que se estaba haciendo agotador.

Aún guardaba la esperanza de acostumbrarme a la extraña sensación de estar en movimiento constante y al olor de gasolina que de vez en cuando se colaba en el interior de la caravana.

La verdad, no podía ni imaginarme cómo se sentiría Abril en estos momentos.

Habíamos parado a las dos a comer unos macarrones que mamá nos había dejado en la nevera.

Lo que hicimos fue aparcar la caravana en un pequeño claro que había al lado de la carretera y por primera vez probamos la cocina.

Después de eso Zaire y yo nos dedicamos a recoger mientras Abril estuvo controlando los niveles de gasolina y el estado de las ruedas, ya que habíamos pasado un gran bache al aparcar.

En estos momentos estábamos en una autopista bastante estable en cuanto a regularidad, gracias a Dios, reposando la comida.

Zaire estaba tumbada en el sofá morado de L leyendo un libro con una portada azul clarito en la que salían siluetas negras de personas y elementos musicales, y yo estaba sentada en el único hueco libre que quedaba en el sofá viendo Castle.

Estaban echando un episodio que ya había visto muchas veces, por lo que no tardé en aburrirme, y decidí ponerme a grabar.

Subí al piso de arriba y entré en la habitación, y saqué de mi mochila de lunares mi videocámara, un regalo de cumpleaños que me habían hecho ese mismo año al cumplir los dieciocho.

Me dispuse a encenderla y me fui a la habitación de Abril, ya que su armario tenía un espejo de cuerpo entero, y comencé a grabar mi reflejo.

-¡Hola a todos! Soy Feli Banks, y este es el primer día de viaje en caravana por Europa. La caravana es como un sueño hecho realidad, y no podía haber venido mejor acompañada, ya que Abril y Zaire vienen conmigo. Para poder recordar todo voy a hacer un recorrido turístico por las habitaciones.

Lo de grabar era algo que me había gustado desde que era pequeña, y cuando hacía algo especial siempre intentaba documentarlo todo con gran detalle para después ver los vídeos y acordarme de todo lo vivido.

Eran vídeos para el puro entretenimiento, y los guardaba todos en una carpeta en mi ordenador, una carpeta en la que podías encontrar desde vídeos míos cuando tenía ocho años jugando con mis muñecas hasta vídeos de la graduación, sin olvidar, por supuesto, la infinidad de vídeos absurdos que solía hacer con mis amigas en algunas tardes en las que nos aburríamos y no teníamos nada mejor que hacer. Pero era divertido.

Los vídeos que más me gustaban los solía grabar en un CD, y después los guardaba en carátulas vacías de discos de música, que compraba en el bazar de al lado de casa, y las decoraba a mi gusto con pegatinas, recortes de telas, figuritas de FIMO que hacía yo misma y alguna foto que pudiera resumir lo que encontrarías en cada disco.

Eran mi mayor tesoro, y las tenía todas apiladas en una estantería especial para poner discos que había colocado en mi habitación años atrás.

Cuando estaba grabando el piso de abajo de la caravana, llegamos al intercambiador, y tuvimos que pararnos para pagar a través de la ventanilla del conductor.

La señora que nos atendía era una mujer de rasgos hindúes de mediana edad.

-¡Buenas tardes!-Dije con un tono de voz más alto del que quizás debería haber usado.

A continuación, enfoqué la cámara hacia la señora, que miraba con cara de extrañeza.

-Estamos emprendiendo un viaje en caravana por Europa, y yo me dedico a documentarlo.-La cara de la señora no varió ni un ápice, y oí las risas de Zaire por detrás.

-¿Le gustaría decir algo para que quede grabado para la posterioridad?

La mujer se quedó callada durante unos breves instantes, y justo cuando Abril comenzó a arrancar, se oyeron sus palabras:

- ¿Qué ve el ciego, aunque se le ponga una lámpara en la mano?

Después hizo una inclinación de cabeza y nos abrió la valla que nos separaba de nuestro primer destino.

Sus sabias palabras aún seguían flotando en el ambiente.

Locuras de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora