Capítulo I

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            ESOS VIEJOS CASCARRABIAS.




       Como cada mañana, nos sentamos en el comedor, para esperar la charla y luego iniciar una jornada de trabajo. Ya era otoño, el clima era raro en esas fechas, aveces hacia frío otras mucha calor, todos terminaban la charla y nos hibamos a la mina, más de mil metros bajo tierra, nos encontramos con un mundo, rodeado de oscuridad y soledad, todos hacíamos muchas cosas, unos colgaban mangueras, otros cargaban el mineral en camiones, y lo sacaban a superficie, otro grupo de mineros hacían las patas*, para que después el jumbo frontal*, se instalará a perforar, por otro lado se encontraban los cargadores de tiro*, encargados de llevar el explosivo y hacer la detonación. Al final de la mina estábamos nosotros, el equipo de banqueo, era un jumbo, pero este perforaba en trecientos sesenta y cinco grados, era el jumbo radial*. Todos eramos viejos*con arta experiencia, llevamos artos años de circo.

   En otro rincón, están los cascarrabias, topografos y sus ayudantes, los de la geomecanica y los de planificación, todos eramos necesarios en cada área.
Y todos al fin y al cabo eramos todos unos cascarrabias, en el interior de la mina, todo es vida, cada rincón, en algunos lados hace calor y en otros frío, a cada rato corremos el riesgo de que se nos venga el cerro encima y cada día no sabemos si volveremos a ver la luz del día o algún otro atardecer.

Aca no existe la edad, todos somos compañeros de trabajo y amigos, todos nos cuidamos cuando estamos dentro.
Un día cualquiera llegaron alumnos en práctica, típicos cabros recién salidos de la universidad, algunos bien hijitos de papá, al menos los dos que llegaron, engancharon al tiro en el grupo. Claro que los otros jefes, los mandaban a hacer puras estupideces, como ver, cuanto se demoraba en meter una barra la simba, cuanto se demoraba en hacer una frente el jumbo y cuanto se demoraban y vueltas que daban los camiones. Ellos eran los Guarenes, así se le llamaba al recién llegado.

    Con el paso de los meses ambos terminaron su práctica, y se fueron, por cosas del destino al capataz que teníamos lo cancelaron, por lo que llego uno de los que estaban haciendo la practica, el, una persona joven, de veinte años, tal vez veinti cinco, pero no más, al principio fue difícil aceptarlo, era un niño.

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