Abandonado

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El camino en el laboratorio era complejo. Ya no podía regresar por la misma ruta, debido al casi derrumbe, encima, cargaba con peso muerto. Bueno, si así pudiese considerarlo.

No pesaba nada, era un saco de huesos.

El cuerpo del joven que debía sacar de ahí era como una pluma, poca o nula musculatura, pequeño como un niño de doce años junto a unos extraños grilletes que parecían pesar más que él. Intentó quitar al menos el de la cabeza, con tan extraña forma no había forma de extraerlo. Si había sido un experimento, ¿Por qué tenerlo de esa forma?

Atravesó el siguiente pasillo largo que conectaba con una de las tres torres circulares, que en su fachada no eran edificios de más de tres pisos, pero en el subsuelo, llegaban a veinte. Lo poco que sabían del edificio era que su uso era exclusivo para investigación científica.

Una investigación ilegal, según su superior.

Era de información general que el gobierno actual mantenía el control del mundo a través de zonas de guerra que destruyeron la paz hace más de cien años, y con ello, la esperanza de las personas. La penosa y pobre libertad de la cual habían gozado los países, se vio mermada bajo este grupo. Arrasó con los traidores y rebeldes, con armas químicas y tanques que, a nivel superior, causaban un daño tan atroz como si fuesen bombas atómicas; con las repercusiones de las muertes dolorosas y tardías por sus efectos.

Los ríos de sangre acompañados de lamentos, se convirtieron en el pan de cada día.

Luego todo se detuvo, un líder ascendió a dominar al mundo y eso fue todo.

Eso pensó al menos la mayoría de los sobrevivientes, aún con una dictadura, podían vivir mejor. Al menos, eso parecía en su momento. Todo avanzó sistemáticamente, aquellos que se oponían, eran eliminados sin piedad.

Lo normal ¿No?

Al menos eso pensaba hasta que se unió a la resistencia hacía algunos años ya. Esta llevaba ya tiempo en la lucha, después del ascenso al poder del actual líder. La libertad era una leyenda que deseaban hacer realidad. Y al parecer, el chico era la clave en ese momento.

Usarlo no estaba mal, ¿No? Era por el bien de todos, ¿No?

Regresó sus pensamientos al lugar; lúgubre luego de años de abandono. Era un tanto obvio que se dedicaron a la experimentación humana, especialmente al ver encontrado al chico y el informe escueto que le proporcionaron por la misión. Pero eso fue normal en su tiempo. Era tal la desesperación por los fracasos en las líneas enemigas que comenzaron a buscar una forma más para derrotarlos, y la bio—mecanización fue la solución en su momento.

Calculó unos treinta metros al caminar entre los pasillos, hasta que dio con la siguiente torre. Ajustó en una mano el bastón y en la otra el cuerpo inconsciente del chico. La puerta se abrió sin dificultad, activando las luces que iluminaron la habitación circular, tan grande como su vista podía alcanzar. Algunas luces comenzaron a parpadear, dándole un aspecto tétrico. El olor del lugar le golpeó, casi haciéndole vomitar. Se colocó la máscara que tapaba la nariz y boca.

Avanzó lentamente, sus pasos resonando en la extraña habitación. Pasó entre las hileras de camillas con cuerpos en descomposición; muchos amputados, con cables conectados entre los muñones abiertos; huesos a los lados; otros con el cráneo abierto limpiamente y el cerebro en una bandeja con electrodos, ojos resbalándose de las cuencas de la cabeza.

Las arcadas volvieron a él, tragándoselo. Por la guerra estaba acostumbrado a ciertos horrores, pero esto rebasaba la sanidad, enfermizo. Respiró profundamente tras su máscara, intentando calmarse. No podía darse el lujo de si quiera vomitar. Dio un vistazo rápido, intentando no ver los cuerpos, que, en su mayoría, pertenecían a niños y adolescentes. En el centro, estaba la computadora central que mantenía el control y monitoreo del área, y como si fuera poco, aún era funcional. Era redonda y por varios extremos el teclado se extendía en comandos extraños. Tenía monitores marcando signos vitales, todos sin detectar señal de vida.

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⏰ Última actualización: Sep 16, 2019 ⏰

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