Cuentos de noche y sombra

La nota sobre la puerta

"Laura, te dejé la comida servida en la mesa, nosotros nos adelantamos".

Miró la nota extrañada. "¿Adelantarnos? ¿Adelantarnos a qué?" Pensó. No recordaba que hubieran quedado en algo, pero si sus padres lo decían, simplemente debía obedecer.

Conectó su teléfono a la toma contigua a la mesa del televisor y lo encendió.

Colocó los utensilios a la mesa y empezó a llevar el primer bocado de la pasta a sus labios. Los ravioles tenían un sabor intrigante en su interior; pero la sucesión interminable de mensajes, que llegó al haberse encendido su celular, la distrajo por completo.

Comió apresuradamente. Al incorporarse los pies adormecidos la hicieron trastabillar, pero logró exitosamente aferrarse de la silla con una mano. Abrió los ojos lo más que sus pesados músculos faciales se lo permitieron y pestañeó repetidas veces, tratando de encontrar el foco en su cada vez más confusa visión. Pero un violento mareo de baja presión la arrojó hacia el suelo con brusquedad.

Pestañeó nuevamente mientras recobraba el conocimiento. Ahí pendía frente a ella aquel portalámparas de papel maché que había armado en la primaria. Ese de colores abigarrados que tanto detestaba. Ese que cuyo único lugar en la casa correspondía al sótano.

Debilitaba la luz, pero esto facilitó a sus perturbadas pupilas a aclimatarse nuevamente. Detrás de aquel objeto, unos abrigos pendían sobre la pared.

Intentó gritar cuando volvió a la plenitud de sus facultades, descubriendo que se trataba de sangrante piel rosada. Pero se encontró ahogada por la cinta aislante que tensaba sus labios al articular la mandíbula.

Intentó incorporarse pero unos dolorosos alambres de bronce se lo impidieron. El pecho desnudo se agitaba en una respiración frenética, mientras sus dilatados ojos intentaban observar el origen de los pasos a sus espaldas en vano. Estaba inmovilizada en aquella fría silla de acero. Fue consciente de su desnudez cuando la piel se le erizó.

—Muchas gracias, Laura, por tomarse en serio la nota. No sabe lo difícil que es encontrar personas tan diligentes hoy en día —dijo una voz masculina mientras ella, convulsa por el terror, escuchaba como empezaba a funcionar el ruidoso torno tras sus espaldas.