•.Una trampa del demonio.•

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30 de Junio, 2020.

El aire denso se podía percibir a kilómetros a la redonda, todo olía a azufre y sangre. Las hierbas verdes se habían teñido de rojo carmesí, era la sangre desperdigada por todo el lugar quien daba ese color y agregaba un denso olor a cadáver, tan potente que entraba por las fosas nasales y se impregnada en tu cuerpo.

Una mujer, pero no humana. Lo sabias apenas mirarla, cuando tu mirada se encontraba con los brillantes ojos color verde esmeralda de la chica, notabas que penetraban tu alma, una presión fuerte e inaguantable de verdad.

Su cuerpo cubierto por una yukata negra como el alma de un demonio, sus piernas descubiertas al aire de la noche. Una mata de cabello rojo carmesí le caía en delicadas ondas por los hombros, hasta reposar en sus pequeñas caderas.

Su tersa piel blanca estaba manchada por el rojo de la masacre, sus victimas posaban muertas debajo de ella, ensuciando su delicado vestuario negro con flores blancas, con una manga que se deslizaba por su hombro. Cadáveres los había por montones, desparramados por el suelo, una imagen semejante a la de como un niño tiraría sus muñecos por la habitación se mostraba en aquel escenario de masacre, ella, tiraba despiadadamente al piso los ya fallecidos en sus manos. Sus juguetes humanos se habían acumulado en una montaña de putrefacción, el aliento de la parca podía olerse a kilómetros.

Entonces, sus pequeños pies descalzos habían subido hasta la cima de esa montaña repugnante de rostros desfigurados, cuerpos mutilados y trozos de cuerpos frescos, recién asesinados y destrozados. Allí es donde pertenecía ella ahora. Procedió a sentarse en lo mas alto, contemplando momentáneamente la luna llena que iluminaba con tenue luz azulada el paisaje de desolación.

El silencio fue interrumpido por un aparato moderno: un viejo celular. La pequeña mujer salió de sus propios pensamientos, buscando el artilugio que se encontraba entre los lazos de su vestimenta.

Observó el celular con enojo notable, sabiendo quien la llamaba. Abrió la tapa con sus largos y delgados dedos, y, con un suspiro pesado, contestó con una delicada voz de adolescente.

-Lucifer, no otra vez -revoleó los ojos mientras escuchaba la petición de su jefe- bien, lo haré, pero la próxima molesta a alguien menos importante para el trabajo, no estoy para tus juegos.

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En otra parte del mundo, mas específicamente Tokio, Japón: una chica de corto cabello negro azabache, rapado a ambos costados, miraba la limusina donde iba su siguiente víctima. Se acomodó junto a su rifle de francotirador, mirando desde la azotea de un edificio los autos negroa que rodeaban el vehículo, obviamente era alguien muy importante quien iba allí.

Acomodó su cuerpo, colocó el largo arma sobre una pared que apenas sobresalía de la azotea y colocó pacientemente su ojo derecho en la mira de su herramienta. Suspira suavemente y relaja su mente, una mirada con suma frialdad se muestra através de la mira. Su dedo índice acaricia el gatillo, la asesina muerde su labio ansiando desparramar los cesos de su objetivo. Se muestra el momento indicado. Rápidamente y con furia, presionó el gatillo, una mueca neutra se dibuja en su rostro. El sonido de la bala siendo disparada penetró sus oídos, pero está tan acostumbrada que ni se inmuta. La munición de calibre 7.62 perforó el techo de la limusina y el cráneo de su objetivo. La sangre y cesos del objetivo mancha los negros asientos de cuero y el techo de gamusa roja. -Ahora tiene mejor estilo, pintura carmesí y un lindo cadáver, hermoso- Dijo la asesina mientras recogía su rifle y lo desarmaba para guardarlo en su estuche disfrazado de maletín.

Sus botas negras de militar pisaban con fuerza el asfalto de las calles, sus pantalones holgados de camuflaje y su musculosa negra contrastaban con su piel bronceada. El disimulado maletín que llevaba en su mano escondía su arma. -Es muy sencillo hacer esto- Decía la habilidosa asesina morena mientras acomodaba su maletín y miraba al otro lado de la calle. -No sé porqué acepto estos trabajos, no son para nada divertidos- Expresaba mientras miraba de reojo el choque producido por su asesinato. -Al menos pagan...Es lo único bueno esta noche-. La mujer guardó silencio y se apresuró a caminar por la calle. -A donde me lleve el viento, por ahora...-.

El juego de LuciferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora