Embobado

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Había sido un día agotador para el azabache. Las clases eran tediosas, los proyectos y trabajos lo consumían, el trabajo de medio tiempo en la cafetería lo aburría. Pero así era su vida, y aunque no tuviera diversión ni nada especial a él le gustaba. Porque sabía que al terminar su día siempre tendría tiempo para tomar muchas fotografías.

Pero aquél día fue diferente. Su proyecto no fue aprobado, el profesor de su clase favorita no asistió y en el trabajo sin querer quebró una taza. Pero lo peor era que desde esa mañana llovía a cántaros, horriblemente, empapando las calles, enfriando las tazas de café y los corazones jóvenes.

Y no es que a Jungkook no le gustara la lluvia, gracias a ella muchas fotografías melancólicas surgían, pero de cierta forma su ánimo bajaba al punto de querer fundirse en su cama arropado hasta el cuello, ¿el problema? Tenía mucho qué hacer.

Con sus pantuflas de conejo cubriendo sus pies y una manta afelpada sobre sus hombros, se dirigió a su despacho, donde pudo observar distintas fotografías que había sacado ese día lluvioso.

Se dedicó a inspeccionarlas, algunas le gustaban más que otras, pero entre tantas fotos aparecieron unos ojos llamativos, ojos que ya reconocía a pesar de solo haberlos visto dos veces. Eran los ojos del chico de las drogas, sus ojos disparejos y bonitos, distintos y únicos.

Tranquilamente detalló las tres fotografías que logró captar, y aún le parecía extraño la manera en que las pupilas del más bajo se habían dilatado tanto.

—Es como... Como si hubiera visto algo que le gusta...— Pensó en voz alta.— Seguramente le gustó mi cámara.

Le restó importancia. Su vista se elevó al reloj en la pared cuando este marcó las tres de la madrugada, y un poco apurado dejó las fotos sobre el escritorio y cogió su abrigo para salir, pero un trueno alumbró su pequeña sala de estar, recordándole la gran llovizna que caía fuera.

Suspiró pensativo. ¿El chico estaría allí fuera aunque estuviera relampagueando? No lo creía, llovía a cántaros, tal vez ese día no estaría en la cabina de teléfono.

Y justo cuando pensaba quedarse esa noche en casa cayó otro trueno, cortando la luz en un abrir y cerrar de ojos. Todo quedó totalmente oscuro, solo el resplandor de los relámpagos iluminaban la estancia.

Decidido tomó sus llaves y salió de su hogar. Estaba intrigado, preguntándose si aquél chico estaría empapado bajo la lluvia esperando a un comprador, preguntándose por qué se tomaba la molestia de mojarse de pies a cabeza solo para saber si el chico se encontraba resguardado de la lluvia.

Cuando llevaba diez pasos alejado de su departamento notó su error: no había llevado paraguas. Aunque el frío de la lluvia lo había bañado completamente él no parecía notarlo hasta ahora, pero cuando el viento sopló más fuerte un leve temblor se adueñó de su cuerpo. Y sabía que al amanecer un terrible resfriado lo invadiría.

Pensó devolverse a su morada, pues había actuado por impulso de ver al chico una vez más, porque no, él no pensaba ir a la tienda por sus chocolates. Pero un trueno más sonó, iluminando las nubes cargadas de agua y la desolada avenida, allí a lo lejos, estaba el chico.

Una sonrisa amenazó con colarse en sus labios, y sin pensarlo dos veces caminó rápido hasta donde el chico. A medida que iba acercándose notaba el temblor del más bajo, y como este se envolvía en sus propios brazos protegiéndose del frío, algo casi imposible.

El chico no notó su presencia hasta que escuchó a través de la lluvia pasos que pisaban los charcos de agua. Se notó un poco sorprendido de ver a Jungkook, y este último no pudo retener más su sonrisa.

—¡Hola!— Habló un poco más alto de lo normal, pues la gotas gruesas chocando contra el pavimento distorsionaba el sonido de su voz.

El más bajo frunció su ceño, extrañado de ver a aquél chico frente a él llevando pantuflas de conejo empapadas y con su cabello totalmente mojado por las gotas que seguían cayendo salvajemente.

Ambos se encontraban igual de empapados, e igual de congelados por el frío de la lluvia.

El más bajo no supo qué responder, ya que las veces que se habían visto nunca habían diálogos amistosos, simplemente era un intercambio entre droga y dinero.

—¿Q-Qué haces aquí? ¿eres tonto?— Preguntó desconcertado, y luego de decir lo último se sintio avergonzado por tratarlo de esa forma.

El más alto carcajeó al ver las mejillas del más bajo levemente sonrojadas por la vergüenza. En otra ocasión se hubiera sentido ofendido, pero extrañamente su humor había mejorado de un segundo a otro.

—Te hice una pregunta.— Elevó la voz, tratando de desaparecer su estúpido sonrojo.

Jungkook paró la risa y analizó las palabras del chico. ¿que por qué estaba allí? Ni él lo sabía, simplemente siguió su instinto... Su instinto de idiota.

—Vine por ti...— Soltó sin pensar, pero al ver como el más bajo ampliaba sus ojos por la sorpresa supo que eso se malentendía.— D-Digo, por la mercancía, y-ya sabes.

El temblar de su cuerpo se intensificó, pues la lluvia no les daba descanso, y a ese punto estaba mojado de pies a cabeza. El más bajo lo notó, rodando sus ojos abrió la cabina telefónica y lo empujó dentro de esta.

Y allí Jungkook se preguntó ¿Por qué el chico estaba fuera en la lluvia cuando pudo resguardarse en la cabina?

El sitio era un pequeño cuadro donde difícilmente ambos podían estar al mismo tiempo, pero allí se encontraban; muy cerca para lo poco que se conocían, y muy cerca como para que siguiese existiendo su espacio personal.

—¿Qué pensabas cuando viniste? ¿Eres tan adicto a esta mierda como para empaparte por ella?— Empezó a quejarse el castaño, rebuscando en sus bolsillos la pequeña bolsita.

Jungkook pensó en lo que le dijo el castaño mientras rebuscaba, y se preguntó a él mismo qué pensaría el chico si supiera que no había ido realmente por la droga.

El más bajo consiguió lo que buscaba, y aunque esperaba la respuesta del chico alto esta no llegó. Negando con la cabeza alzó la vista y se topó muy de cerca con los ojos oscuros del azabache.

El espacio entre ellos era mínimo, lo que lo hacía sentirse un poco incómodo, y más cuando el más alto no dejaba de verlo tan fijamente.

La cabina se encontraba totalmente oscura, pero aún así Jungkook podía notar la diferencia entre los ojos del castaño, y también cómo su pupila se dilataba al conectar sus ojos.

El silencio reinó por un momento, un momento donde ambos simplemente se dedicaron a verse a los ojos sin hacer nada más, escuchando sus respiraciones acompasadas y el como la lluvia chocaba contra la cabina telefónica. Pero aquél silencio se vio interrumpido por un potente rayo, asustando a ambos, haciendo que sin pensarlo se apegaran más al otro, rompiendo el contacto visual.

—¿Hasta cuando te quedarás embobado viendo mis ojos?— Preguntó el castaño bajando la mirada.

—Hasta el día que pueda entender por qué me parecen tan adictivos.— Susurró perdido en sus pensamientos.

¿Era tan adicto a sus ojos como para empapararse por ellos?

🌙

No sé por qué, pero siempre que escribo un capítulo para este fic me siento tranquila y serena, como que me relaja un montón, quisiera que ustedes también se sintieran así al leerlo.

Espero que les guste este nuevo cap un poco cortito 💜

Gracias a cualquier personita que lea, vote o comente esto 🐾💚

Addict ➳ Kookmin •☽•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora