Capítulo III

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Valle de la Pascua, Venezuela, 25 de Junio de 2018

8: 36 PM

Steve, me tenía harta, ahora nada le detenía para aparecer a cualquier hora en cualquier lugar, incluso ahora llega reiteradas veces en un día. Su visita de esta madrugada fue demasiado intensa. Yo lloraba sofocada por su voz y su intangible presencia.

¡INSERVIBLE! ¡DESAPARECE! ¡ACABA CON ESTO! ¡MÁTATE! —no paraba de gritarme.

Había crecido tanto, ahora lo entendía claramente, aunque su voz seguía pareciendo sacada del mismo averno. No soporto su peso en mí, ya no soporto tenerle cerca, ya no soporto estar aquí. ¿Y si tiene razón? ¿Y si en verdad no sirvo para nada? Sí tan solo pudiera matarle de una puta vez, aunque puedo hacerlo, pero para eso ambos debemos morir. ¿Y si me suicido?

Hace más de un mes que no me veo con mis amigos, al principio sus llamadas y mensajes me llegaban reiteradamente, pero al ignorarlos por completo fueron mermando hasta hacerse uno que otro mensaje ocasional. Quizá estaban enojados conmigo, no los culparía, pero me aleje por el bien de todos.

¿Y si me suicido? ¿Y si me suicido?

Mis padres comenzaron a preocuparse por mí, puesto que hace mucho que no salgo de fiesta, dejé de ir a la universidad y sólo salgo de mi habitación para ir al baño ocasionalmente. Incluso he dejado de comer como debería; unos pocos bocados de alguna cosa y ya siento que no puedo comer más, no tengo apetito para nada.

¿Y si me suicido? ¿Y si me suicido?

Esa idea se ha vuelto recurrente las últimas semanas, él me ha hecho considerarlo. Busqué mi botella de ron bajo la cama, estaba casi vacía, serví un vaso y tomé. ¿Qué perdería si me suicidara? (Además de la vida, claro) Pero... ¿Para que la quiero? Vivir así no es vida. Mis padres lo superarán, tiene que ser fuertes para cuidar a mi hermanito y sé que algún día él entenderá.

¿Y si me suicido? ¿Y si me suicido?

Ya me he decidido, voy a hacerlo.

Me levanté de mi cama con más energías de las que había tenido en mucho tiempo, fui a por el arma suicida. Aunque desde mi punto de vista, es un arma homicida, Steve me va a matar y yo se lo estoy permitiendo. Si no fuese por él, esto no sería necesario, él quiere que esto sea así.

Volví a mi habitación después de haber recorrido toda la casa en busca de distintos tipos de medicamentos, había recolectado un cóctel de pastillas muy variado y colorido. Las había dejado sobre la mesita de noche junto a mi cama, al lado del vaso vacío de ron. Creo que pasé cinco minutos, quizás más, tan solo observando ese puñal multicolor que atravesaría mi corazón, tal vez con la intención de que salten de una vez a mi boca, me faltaban fuerzas para hacerlo yo misma. Aunque no lo veía, sabía que Steve estaba ahí, sonriendo, sentía su peso y su mirada en mí, por fin lo iba a hacer, seguramente estaba muy feliz.

Vi mi reloj despertador, 9:08 PM; dictaba con sus incandescentes letras rojas. Había perdido ya demasiado tiempo, sabía que si esperaba más probablemente perdería el valor y mi madre comenzaría a preguntar por las pastillas faltantes y esto se convertiría en un alboroto, eso es lo que menos quiero. Tomé la botella de ron, serví lo que quedaba en el vaso, todas esas pastillas no pasarían sin ayuda por mi garganta. —El último trago —pensé, que irónica puede llegar a ser la vida.

¡HAZLO YA! ¡MÁTATE! ¡MÁTATE! ¡MÁTATE! —escuché. Al parecer ya había decidido aparecer.

Me dispuse a hacerlo cuando de repente oigo que mi puerta se abre.

—Sabía que no estabas bien, si necesitas todas esas pastillas es porque estás muy enferma ¿No? —preguntó. Era mi hermano, era muy maduro e inteligente y apenas había entrado a la pubertad. —Hermana ¿Te sientes muy mal? Hace mucho que no hablas conmigo ¿Estás enojada? ¿Hice algo malo?

Me partió el alma el sólo hecho de escuchar su voz temblorosa. Lo abracé con lágrimas en los ojos.

—No amiguito, no has hecho nada malo —le dije con un nudo en la garganta —. Es solo que no me he sentido muy bien últimamente, claro que no es tu culpa. Tú eres mi sol, no podría molestarme contigo.

— ¿Estás enferma? —preguntó —. ¿O estás muy triste?

—No... bueno si, un poco, podría decirse —no tenía idea de cómo explicar lo que me pasaba. ¿Debía decírselo a él? ¿Cómo iba a entender lo de Steve? ¿Cómo iría a creerlo?

—Tus amigos me han llamado constantemente preguntando por ti, preguntan qué por qué no les respondes sus llamadas y cosas así, ellos te extrañan mucho, como lo hago yo —me dijo —. Mamá y papá también me preguntan mucho por ti, que sí sé lo que tienes, que si has hablado conmigo. Hermanita, hace mucho tiempo que no te veo sonreír en serio y eso me pone triste, porque cuando sonreías iluminabas la vida de todos, me hacías saber que todo estaría bien —agregó con una tierna sonrisa —. ¿Sabes algo? Yo creo que hay personas por las que vale la pena vivir, personas que por su amor incondicional se convierten en un faro que alumbra nuestro camino, jamás debes perder de vista la luz de ese faro, porque si lo haces; olvidarás cuánto te aman esas personas y creo que eso es lo que has hecho, perdiste la luz. Mamá, papá, tus amigos y yo somos esas personas, esos faros, puede que se apaguen algunas luces, pero siempre habrá nuevas por encenderse y al menos tres de esas, jamás se apagaran —al principio pensé que había ensayado esas palabras, pero me di cuenta de que hablaba con el corazón —. ¿Y sabes por quien más vale la pena vivir? Por ti misma. Puede que aún sea joven y pienses que no lo entiendo, pero exactamente porque soy joven es que lo entiendo. Me faltan tantas cosas por hacer, tantas cosas por vivir... Y a ti también hermana. ¿Qué motivos mejores que esos para seguir adelante? Además, sabes que siempre estaré aquí para apoyarte, no lo olvides.

No aguanté más y rompí a llorar desconsoladamente, quizás eso era lo que necesitaba, escuchar a mi hermanito dándome motivos para saber que tengo que ser fuerte y seguir adelante. Me abrazó hasta que me calmé y me dijo —Debo ir a estudiar un poco, tengo examen mañana, cualquier cosa que necesites, puedes decirme. Se acercó a la puerta y le pregunté: — ¿Algún otro consejo?

—Hmm... Convierte tu dolor en arte —dijo después de pensarlo un poco y se fue.

Devolví las pastillas a sus envases y vertí el ron por el fregadero. No dejaré que Steve vuelva a dominar en mi vida. 

Steve y yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora