Maratón: Capítulo 51

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Aterrizó en la cúspide la roca a la que tanto me costó llegar.

Escondo mi cuerpo al tirarme de boca, los demás están concentrados en su pelea, hay unos cuantos cuerpos decapitados, alguien formó una especie de colchón con estalagmitas.

Hay dos engendros sobre estas, la sangre cubrió el café de la Tierra.

Entre los árboles hay más cadáveres, en diagonal tres murallas son elevadas en los aires.

Necesito ver una cabellera de rizos rubios, no obstante no vislumbro a ningún competidor. Atacan cuidando sus posiciones, algo básico que nunca respeto.

Enciendo el auricular, pero no hay ruidos de jungla o la corriente del lago.

Eso significa que el del Aire no lo está activo, así que su ubicación no la sabré.

Aprovecho el momento de preparar mis armas, las agujas en mi boca siguen entre las mejillas internas y mis dientes. Un soplido los impulsará a enterrarse en mis objetivos.

Las cerbatanas están instaladas en las muñecas y los cuchillos se mantienen en excelente estado.

Emprendo el vuelo al árbol que servirá como camuflaje, además de que tiene una ubicación privilegiada a las murallas que tapan a sus creadores.

Doy un vistazo minucioso a las paredes oscuras, en el suelo no hay nadie y arriba tampoco, en cambio en las otras estoy casi segura que un destellos amarillo vi cuando giré la cabeza.

Mantengo mi atención unos minutos, el bombardeo de piedras rompe la primera capa del escudo amarillento.

Creo que la diferencia de color en el suelo con él me topé hace un rato se debe a esto. No todos los que controlan la Tierra usan la misma arena.

Intenté hacer retorno de memoria con el objetivo de recordar si alguna vez mi amigo me habló sobre esto, sin embargo un nuca decorado por un chongo dorado corta el hilo de mis pensamientos.

—Al fin—susurro para mi, mis improvisadas alas logran funcionar a la perfección, en menos de diez pestañeos intercepto al enemigo—¡ Agáchate !—grito a un asombrado Rizitos.

Espero que haya entendido lo que quise decirle, abro los brazos y lo que antes me convertía en un ángel desaparece.

No me siento defraudado cuando escucho el click del firme muro. El polvo se levanta y se que es la señal para que dispare.

Transformo el Agua en miles de diminutas agujas que se dirigen a nuestro adversarios, los gritos de dolor son lo que me avisan que dieron en el blanco.

Mi compañero rápidamente envuelve una enredadera en mi cintura y tira de mi.

Caigo de las alturas justo a sus brazos.

—Realmente estás loca—dice estrechándome—¿Cómo llegaste aquí?—pregunta besando mi nuca.

—Habría sido fácil si hubieras conectado el maldito auricular que te di—le doy un empujón—No tienes idea de lo que pasé por el camino—reclamo exhausta.

—Hay que camuflarse, aún quedan engendros en el perímetro. No tardarán demasiado en finalizar sus combates y vendrán a buscar a los sobrevivientes—explica mirando hacia todos lados.

ZONA DE FALLAS: ENGENDROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora