[Auxilio]

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A pesar de que su vida no era larga, sentía que ya había vivido lo suficiente. Tras años de encierro y experimentos forzados, además de un montón de sentimientos extraños, Chanyeol deseaba darle fin a una miserable existencia.

A su miserable existencia.

No se sentía del todo bien tener tu cuerpo relleno de llamas o no poder controlar el fuego en la palma de tus manos cuando algo te molestaba considerablemente. Sin embargo, era bastante divertido ser el único con ese poder o «don» entre todos los de su misma especie, es decir, de los jóvenes que fueron víctimas de un cruel y vil experimento, destrozando miles de familias y a los mismos perjudicados.

Por lo menos él, había tenido la suerte de no criarse en una familia de "humanos", aunque al principio, él fue uno. La única "familia" que Chanyeol había conocido en toda su vida fueron los médicos y enfermeras que experimentaban con él, y su hogar había sido ese antiguo y escondido hospital que fue destruido hace años atrás, pero que seguía funcionando por los experimentos que se realizaban.

No estaba seguro del por qué estaba «ahí», en el mundo, en ese instante, en el lugar al que, le habían hecho creer, pertenecía. Nunca se juntó con los de su misma especie, salvo por excepciones a la hora de la caza. Había tenido la suerte de que, en la mayoría de los casos, no fueran tan territoriales y permitieran a un inexperto como él formar parte del territorio, aunque su estancia nunca era duradera.

Se dio cuenta de que prefería más la soledad, a la que ya estaba acostumbrado, que a convivir con ellos y formar parte de "algo". No se trataba de rechazarlos pero había encontrado, en más de una ocasión, que el crear lazos era algo que daba una felicidad temporal, una a la que no estaba dispuesto a pasar (y, sin embargo, en el fondo lo seguía deseando).

Aquella preciosa noche, marchaba perdido en sus pensamientos —sus deseos— sin darse cuenta que las calles ya habían quedado desiertas desde hacía mucho. El ruido en las calles era menos que un débil eco a lo lejos y el pasar de los autos bajó considerablemente hasta que ninguna luz iluminó su camino, más allá del de la luna. Sintió la necesidad de regresar a casa, pero en el camino se topó con dos presencias, dos aromas, una más fuerte que otra. Desvió su andar, producto de la curiosidad tan latente en él y un vago recuerdo le azotó.

Un chico delgado de tez color crema y cabello negro apareció en sus pensamientos —sus garras, sus fauces, y después la lluvia caer sobre ambos en una posición comprometedora—, un déjàvu, pero no, esta vez era más fuerte que eso, y, además, era humano.

Chanyeol estaba fascinado con conocerlos, los había admirado de lejos, los había imitado y también había deseado ser como ellos, muy a pesar de que su apariencia fuera la misma, salvo por aquella gran diferencia que descubrió tristemente al crecer. Pero no de nacimiento, fue algo que le implementaron en sus primeros años de vida y que él, ya no podía evitar o quitar.

Se acercó lo suficiente para no mostrar su presencia, pero sí para ver a quienes parecían tener una discusión un tanto acalorada. Se entretuvo unos momentos pero cedió ante su deseo de volver a casa, al final de cuentas no era asunto suyo y aquella noche estaba ahí para cazar. Retomó su andar, pero a penas hubo andado unos cuantos metros, un golpe se dejó escuchar de manera muy clara, primero uno y después otro, y no conforme con eso, un grito (quizá alguna maldición) se añadió al escándalo.  Después todo fue silencio. Giró para darse vuelta y volver a recorrer el mismo camino que antes.

¿Con qué razón? Olió sangre y su pulso se aceleró.

Las pisadas eran rápidas pero tan pronto como empezó a tomar impulso, este quedó en el olvido al ver pasar a uno de los que estaban discutiendo. Su rostro reflejaba miedo, se detuvo delante de Chanyeol, estaba temblando y llevaba un cuchillo en la mano, eso era lo único que le daba el valor para encararlo, pero no lo hizo. Un coche venía acercándose a lo lejos y decidió huir pasando a lado de Chanyeol, quien ni siquiera le siguió con la mirada. El auto pasó sin que el conductor se detuviera a admirar la escena, incluso si la curiosidad estaba presente, era mejor guardarse la vida que perderla por querer saber de más. No le quedó más que caminar unos cuantos metros y doblar en una esquina, para ver lo que ya venía imaginando desde que la otra persona apareció delante suyo y huyó en ese mismo instante también. Habían unos cuantos contenedores de basura tirados a un lado, señal de que hubo forcejeo entre ambos.

『532』 → chanbaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora