Bella

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Ella, con su silueta espeluznante y hermosa a la vez, con sus ojos que miran sin mirar, y su oscuro semblante, me sigue a todas partes desde que soy pequeña.
Soy Bella, tengo 21 años y hoy voy a contar mi historia, pueden creerme o no, solo yo sé lo que viví.
Desde que tengo memoria veo a esta ¿Mujer? ¿Cosa? Llamémosle presencia siniestra que me observa desde cualquier espejo, ventana o vidrio, cualquier lugar que proyecte un reflejo. Recuerdo una ocasión en que se lo dije a mi madre, pero como era obvio, no me creyó.
Vivo solo con mi madre, en una casa pequeña, fría y con olor a moho, que sólo yo mantengo como puedo. A mi padre no lo conozco, solo sé que de llama Carlos María, y si no me buscó hasta ahora no me interesa en lo absoluto conocerlo. Volviendo a mi madre, es una mujer que no se preocupa más que por sí misma, sus cigarrillos y sus muchas, muchas botellas de jerez.
Me crié prácticamente sola, pero no sientan lastima por mi, estoy bien así.
Hablemos de Lucianne, es el nombre que le dí a esta presencia, no me pregunten por qué, solo siento que le queda bien. Además, si le pongo nombre no me da tanto miedo.
Ella era similar a una joven antigua, muy pálida y de labios morados, de ojos inexpresivos y con el cabello castaño recogido en un despeinado rodete bajo, un vestido color beige algo manchado de tierra.
Ella no hablaba, al menos hasta ese momento, solo me observaba fijamente donde sea que estuviera. Me gustaba pensar que se trataba una enviada del más allá que viene a acompañarme y disipar algo de mi soledad.
El día en que cumplí mis 21 años, una mañana nublada y algo fría para mi gusto, me desperté y vi a mi madre desmayada en el remendado sillón, con los múltiples cadáveres de botellas desparramadas en la sucia sala de estar. Menee la cabeza y fui a trabajar como todas las mañanas sabiendo que nadie en el trabajo recordaría que era mi cumpleaños.
Nada nuevo sucedió, hasta que fui al baño de mi trabajo, por cierto, trabajo en una pizzería en el centro de la ciudad en la qué vivo, en el espejo sucio, como era de esperarse, estaba Lucianne observándome, pero está vez había algo distinto en ella. Me acerqué a verla mejor y noté una mínima sonrisa algo macabra en su rostro, se la devolví y volví a terminar mi turno.
Llegué a mi casa a las 3pm, almorcé pizza que tomé del trabajo y una soda que compré. Mamá ya no estaba en el sillón, supuse que estaría en casa de su nuevo novio, otro imbécil como los anteriores, alcohólico y fumador como ella, quien seguro la usaría y luego la descartaría como a un pañuelo.
Luego de comer y de ver una hora de caricaturas en la pequeña televisión de la sala, fui a mi cuarto a leer un libro, para el cual ahorre meses. No me moví de la cama hasta terminarlo, se trataba de una novela romántica, bastante larga, en la que los protagonistas mueren al final, me gustó porque la vida no siempre es feliz, justa o hermosa cómo se muestra en televisión e historias.
Mi estómago rugía, ya que eran casi las 2am, fui hasta la cocina, abrí el refrigerador lleno de imanes y solo habían dos huevos y algo de queso de soya. Rodee los ojos e hice algo como un omelette, por lastima, dejé una mitad para que mi madre comiera a su regreso.
Comí y entre a ducharme, estuve un largo rato bajo el chorro de deliciosa agua caliente, la cual me desestresaba. Al salir, me puse mi bata celeste y me dirigí a mi habitación.
Llegué directo a buscar algo de ropa para el día siguiente y dormir un rato más antes del trabajo.
Al darme vuelta, vi en mi cama un vestido algo anticuado y de color rosa viejo. Asustada me acerque y toqué su delicada y suave tela. Lo levanté y debajo de la cama asomaban unos zapatos de charol negros de mi talle.
Muy segura de que mi madre no había sido quien me dejó ese obsequio, pensé que alguien podría haber entrado en mi cuarto. Con la sangre helada corrí a agarrar un cuchillo que guardaba en mi mesita de noche, pero antes de llegar oí un golpecito en el vidrio. Me asomé a la ventana pero no había nadie, una vez más oí el golpe, pero note que venía de la dirección opuesta a la ventana, el espejo.
Con el corazón en la boca me acerque y vi a Lucianne, esta vez con su vestido limpio, menos pálida y bien peinada, sonriendo abiertamente.
-Hola Bella.- me dijo con dulzura.
-¡Hablaste! Pero, yo creí que no.. ¿Por qué estás distinta? ¿Quién sos y por qué estás acá?- dije asustada.
Ella sonrió
-Escuchá Bella, ¿No te acordás de mi? Por algo sabés mi nombre sin que yo te lo diga.- soltó.
-Nunca te vi en mi vida.- dije tratando de recordar.
-En esta vida, pero vos y yo en una vida pasada fuimos mejores amigas, tan unidas que la gente del pueblo cuando nos veía nos preguntaba si éramos hermanas, pero cuando nos asesinaron aquella fatídica noche- tragó saliva- mientras agonizaba y vos yacías muerta a mi lado, prometí encontrarte.- Vi como una lágrima caía por su mejilla.
-Pero, si lo que decís es verdad- dije encontrando algo de familiaridad en la historia.- ¿Por qué yo estoy acá y vos en el espejo?-
-Con mi último aliento, rogué al universo no tener otra vida y permanecer en el mundo de los fantasmas para buscarte, vos eras lo único que yo tenía. Solo confiaba en vos y no te iba a perder.
Yo de este lado puedo ver la esencia de los de tu lado, así te encontré. Los cuerpos cambian, la esencia de las almas no.- Sonreía a pesar de sus lagrimas, que ahora abundaban en sus mejillas.
-Pero no puede ser, por lo que veo esto pasó hace mucho ¿Por qué recién ahora me hablaste y me dijiste todo? ¿Cómo y por qué nos asesinaron?- dije exaltada y comenzando a llorar.
-Aparecí en tu vida apenas te encontré, no fue fácil, tuve que buscar mucho. No podía hablarte hasta que cumplieras los 21 años, son reglas del universo, y ya rompí demasiadas al vigilarte todo el tiempo.
Fuimos asesinadas por un hombre, el dueño de una fábrica de whisky, descubrimos un secreto en la fabricación de sus productos. El supo que lo sabíamos aunque tratamos de escondernos nos encontró. Él y sus matones nos llevaron a un descampado y nos dispararon. Con su dinero cerró las bocas de todos, hasta de nuestras familias, a quienes no debes culpar porque se estaban muriendo de hambre, no había trabajo ni comida, nuestro lugar se hundía, y su gente con él.- dijo.
Yo estaba atónita, pero por alguna razón sentía que ella decía la verdad, aunque me costaba procesar todo.
-¿Qué va a pasar ahora?- pregunté, empezando a sentir un fuerte dolor de cabeza.
-Podes venir conmigo, vamos a estar siempre juntas pero no vas a poder volver. De lo contrario, si te quedás no me vas a volver a ver y vas a seguir con tu vida normal. Quiero que sepas que es tu decisión, no me voy a enojar si decidís quedarte.-
Lo pensé solo por unos minutos, mi vida acá me importaba poco y nada, estaba prácticamente sola y a mi suerte. Mi madre no me iba a extrañar, apenas se acordaba de que tenía una hija.
Me fui hacia el vestido y los zapatos, me los coloqué y ya cambiada me acerqué al espejo, le sonreí a Lucianne.
-Estoy muy feliz Danielle, ah se me olvidaba, ese era tu nombre antes- asomó la mano por el espejo y me la tendió. Confiada la tomé y me encaminé hacia ella.
Cruzamos el espejo juntas y mi cara y cabello cambiaron, de morena de ojos verdes a rubia de ojos caramelo. Mi peinado se volvió de una trenza despeinada a un recogido elegante.
Por primera vez me sentí acompañada y feliz.

LucianneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora