Me voy a presentar sin muchas vueltas, yo soy Lucianne y voy a contar la historia de mi muerte. De como de la nada, me arrebataron todo.
Al ser bebé, mis padres biológicos me abandonaron en un granero y me adoptaron una pareja de campesinos, Jacob y Marie, quiénes me criaron. Ayudaba con las tareas del hogar, cuidaba al ganado y las plantaciones. Me cuidaban y me alimentaban, era una niña feliz.
Un día se mudó una familia al lado, con dos hijos varones y una niña, quien tenía 5 años igual que yo.
Nunca fui tímida así que cuando la vi salir de su casa le fui a hablar:
-Hola, soy Lucianne, me gusta jugar con muñecas y hacer esculturas de arcilla, me enseñó Jacob. ¿Vos quién sos?- dije muy rápido.
-Yo soy Danielle, pero me gusta que me digan Dani. Me mudé recientemente y me gusta montar a caballo, me lo enseñó mi papá.- dijo tímidamente agachando la cabeza, pero sonriendo de lado.
Desde ese día, Dani y yo empezamos a jugar juntas, a contarnos secretos y a hacerles inofensivas bromas a sus hermanos. Como la vez en que atamos a George de cabeza y el perro estaba abajo, o cuando a Theodore lo dejamos una tarde entera encerrado con las cabras, fue muy divertido.
Así Dani y yo crecimos juntas, hasta volvernos adolescentes.
Con 18 años vivimos nuestro primer amor al enamorarnos de unos estirados mellizos, Lucas y Gabriel, de clase alta que vivían en la ciudad. Caminábamos horas desde el campo solo para verlos, pero después de un tiempo dejaron de importarnos y como no nos buscaron, supusimos que nosotras a ellos igual.
No necesitábamos a nadie más que a nosotras mismas para estar felices, cada momento compartido era único y digno de recordar. Creamos una amistad tan sólida, que por más peleas o discusiones que teníamos, siempre volvíamos a disculparnos. Lo que teníamos era hermoso y puro.
Al cumplir los 21 años, nos habíamos convertido en dos hermosas jóvenes, lo digo con toda la modestia del mundo, claro. Halagadas por todos los solteros que conocíamos y por sus familias. Pero desde luego no nos importaba, encontrábamos en cada halago algo nuevo de que reírnos.
Era lindo reír con Dani, ya que los tiempos en que vivíamos no eran sencillos, no sé cuál fue el factor que desencadenó todos los problemas, pero empezó antes de que nacieramos según me dijo Marie, y fue empeorando hasta llegar a lo que vivíamos entonces, no hay casi comida, nadie de nuestra clase social tiene dinero para contratar trabajadores, solo los ricos, y contratan a algunos de nosotros pagándoles miserias por trabajos pesados y complicados.
Una calurosa tarde Dani y yo paseabamos por la ciudad, hasta que llegamos a la entonces más famosa fábrica de whisky de los alrededores, recientemente remodelada y heredada por uno de los hombres más ricos del lugar Geremias Duncan. Nunca la habíamos visto de cerca, y como nos ganó la curiosidad al ver lo gigantesca e imponente que era, entramos sin que nos vieran y nos dirigimos a la parte donde se mezclaban los ingredientes para el whisky. Era increíble la cantidad de cebada que se utilizaba. Estaba embobecida con el proceso hasta que Dani me habló:
-Mirá allá, le están agregando algo raro a la cebada, vamos a ver más de cerca.- dijo y se escabullió rápidamente, la seguí de cerca y llegamos a ver que en el frasco que estaban mezclando con la cebada había una etiqueta que decía "barbitúricos".
-Yo sé lo que es eso, causa adicción, y mezclada con el alcohol a grandes dosis puede ser letal porque inhibe la respiración. Es muy peligroso, e ilegal. Debemos decírselo a alguien ya, este hombre es peligroso.- dije poniéndome en un estado de nervios notable.
-Vámonos ya.- dijo Dani tirando de mi brazo para que la siga, lo cual hice rápidamente
Al correr a la salida de la gran fábrica, nos interceptaron un par de hombres gigantescos de seguridad, sabían lo que habíamos visto. Dani y yo logramos escapar de ellos con lo que aprendimos al pelear con sus hermanos.
Corrimos hasta quedar sin aliento, estaba anocheciendo y nadie nos seguía, así que decidimos pedirle a un hombre que vimos un par de sus corceles para volver a nuestras casas más rápido, ofreciéndole un par de monedas que yo ahorraba y guardaba en mis bolsillos.
De una forma muy rápida el hombre nos llevó a su establo, pero antes de darnos cuenta nos encerró y no pudimos escapar por mucho que lo intentamos. No nos rendimos hasta que oímos la voz familiar de uno de los tipos que nos interceptó:
-¿Dónde están?- dijo con esa voz terrorífica.
-Están las dos adentro, justo como lo pidió.- dijo el hombre -Ahora deme el dinero.-
Oímos dos disparos y un golpe seco, comencé a llorar sin poder detenerme, una parte de mí sabía lo que sucedería.
Miré a Dani y ella solo con mirarme me transmitió algo de paz.
En seguida se abrió la puerta bruscamente, uno de los corceles relinchó aterrado. Los dos hombres estaban ahí, nos acorralaron y sin mucho esfuerzo nos metieron a una carreta en el medio de ellos, con las manos atadas y las bocas tapadas con trapos. Era el final y lo sabíamos los dos, aunque Dani quería hacerse la fuerte, vi como sus lágrimas caían por sus marcados pómulos.
Llegamos a un descampado y nos tiraron a las dos fuera de la carreta. Nos levantaron y nos arrodillaron frente a un elegante y esbelto hombre que dijo:
-Nunca pensé tener que hacerle esto a tan bellas niñas, es una lástima. Pero no puedo dejar que se sepa mi ingrediente secreto. Mi padre no lo aprobaría.- dijo sin mostrar ningún tipo de emoción.
Sacó un fusil, lo cargó y apuntó a Dani, quien solo cerró los ojos. Empecé a gritar como pude por encima del trapo, pero recibí una bofetada tan fuerte de parte de uno de los matones, que hizo que todo se volviera algo borroso.
Sonó el primer disparo, cerré los ojos, pero no fue suficiente para saber que Dani ya no estaba conmigo, escuché su cuerpo caer sobre el césped húmedo por la cerrazón. Lloré descontroladamente sin animarme a verla.
-Veo que eso te dolió más de lo que te dolería un disparo, sos mi menos favorita, en general prefiero las mujeres calladas.- dijo. Cargó de nuevo su fusil y arremetió contra mi abdomen. Caí sintiendo un dolor insoportable que me quemaba.
-Vas a tardar un poquito más en irte, disfrutá de lo último que te queda, ah, y no olvides que el dinero es capaz de callar hasta a tus seres más queridos. Hoy no mueren como heroínas, mueren como ejemplo de lo que puede pasar si atacan mi imperio. Dulces sueños.- dijo, me observó y se dirigió a la carreta, pateando mi mano al pasar por mi lado. Oí como los cascos de los caballos y las ruedas se alejaban.
Sentí como me iba, como mi sangre salía de mi cuerpo tornando el césped de un color carmesí.
Me animé a ver a Danielle por última vez, la sangre salía de su frente aún, con todas mis fuerzas rogué no quedarme en este mundo, rogué ir a donde van aquellos que tienen asuntos pendientes. Le hice una promesa a mi mejor amiga con mi último aliento: "vos y yo vamos a volver a estar juntas Danielle, no voy a parar hasta encontrarte". Mi cuerpo terrenal dejó de moverse y mi alma se trasladó hasta donde yo lo pedí.
Aparecí en un mundo sombrío, donde hacia frío y estaba oscuro, estaba manchada de tierra y me veía fatal. Pero la sangre no estaba.
Comencé a caminar a ver si encontraba a Danielle, pero no fue así, caminé, y caminé. No sé por cuánto tiempo, solo sé que me pareció una eternidad, no sabía el paso de los días ni de las horas, pero no sentía hambre, ni sueño. Solo un vacío enorme que no se llenaba con nada, un día estaba por rendirme y dejar que el universo hiciera conmigo lo que debía, pero algo me dijo que siguiera, que faltaba poco.
Me adentré en un pasillo del lugar, algo me decía que iba por buen camino, pero al final solo vi un espejo bordado en oro con un rubí incrustado en el. Me acerqué, vi a una bebé recién nacida, por quién, aunque no sabía por qué sentía un gran afecto.
No podía hablarle, no podía tocarla pero supe que tenía que quedarme a su lado para siempre. La contemplé hasta que algo llamó mi atención, una joven andrajosa a quien no se le veía la cara apareció detrás de mí y me habló:
-Lucianne, se cumplió tu última voluntad, estás en este mundo para encontrar a tu amiga. Debo explicarte que no puedes salir por el espejo y no puedes comunicarte con esa niña hasta que cumpla los 21 años. Así son las reglas.- dijo con una voz aterciopelada que me hizo sobresaltar.
-¿Quién es ella y por qué la siento tan cercana? Necesito estar con ella, no puedo dejar de verla, siento que debo cuidarla y protegerla y desde acá no puedo.- dije esperando respuestas.
-En este mundo, no solo existen cuerpos físicos, somos almas, esencias. Mira su esencia y sabrás quien es. Ya te expliqué las reglas, siguelas. Ahora debo irme.- dijo, y desplegó un par de inmensas alas grises y se alejó dejándome más confundida que antes. Miré a la recién nacida y solo con verla de nuevo lo supe, Danielle.
Me llevó un tiempo entender por qué estaba en otro cuerpo y como podía ser que fuera una bebé, tampoco entendía por qué no podía hablarle hasta sus 21 años, hasta que lo comprendí: ella estaba en otra vida, mi amiga estaba en otro cuerpo y ella no lo sabía.
No podía contactarme con ella hasta sus 21 porque fue a la edad en la que ella falleció, la edad en la que fallecimos.
No podía decírselo, pues no podía hablarle, pero aún podía estar ahí para ella y eso es lo que haría.
Tenía demasiado tiempo para pensar como explicarle lo sucedido y hacer que me crea pero sin embargo siempre estaría para ella, aunque no lo supiera.
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Lucianne
Short Story¿Cómo crees que sería tu vida si estás totalmente sola, sin tener a nadie a quien le importes y con alguien o algo que todo el tiempo está vigilándote y siguiéndote a donde sea que vayas? Es mi primera publicación, perdón por algún posible error y...