Fría Condena

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El helado clima invernal de Cleveland calaba los huesos de Elizabeth que apenas vestía un suéter de lana y unos guantes gruesos que le dificultaban el poder agarrar el maletín de color plata pesado. La chica caminaba por la acera temblando sin saber si era por el frío o por el miedo que sentía, no podía dejar de revisar las esquinas de cualquier lado, analizar a cada persona que pasaba y ver dentro de todos los locales. Apenas si podía disimular pero de todas maneras tenía el claro aspecto de una paranoica.


— Deberías dejar de temblar tanto — Decía una voz detrás de Elizabeth


La chica pelirroja volteo a ver a quién había hablando detrás de ella, pudo observar a una chica ligeramente más alta que ella, de un hermoso pelo gris ondulado, tenía unos labios carnosos y pintados con un café claro, lo ojos de la chica eran de un gris opaco llamativo y tenía una piel extremadamente blanca. Elizabeth no pudo evitar compararla con las princesas de hielo de cualquier historia de fantasía*


— ¡¿Quien eres tu?! — Reclamo Elizabeth poco capaz de controlar sus nervios


— Hey, cálmate no haré nada — la chica peligris alzó sus manos en un gesto burlón — Pasaba por aquí y note que ibas muy nerviosa ¿Es por ese maletín que llevas? Parece algo importante ¿Dinero tal vez?


La chica de pelo gris hablaba con mucha naturalidad y amabilidad, sin embargo Elizabeth sintió un escalofrío en toda sus espalda al ver que la chica que tenía enfrente había acertado en todo, ese maletín llevaba una cantidad alucinante de dinero, lo suficiente para arreglar la vida de alguien y que no necesite trabajar el resto de su vida. Elizabeth volvió a insistir


— ¡Te pregunté algo! — La voz de Elizabeth temblaba


— Vale vale, solo no grites ¿Ok? Está haciendo un espectáculo aquí en la calle — la chica reía un poco y con la vista señalaba a las personas que pasaban por la calle — Mi nombre es Rebbeca ¿Y el tuyo?


A pesar de toda la naturalidad y aparente inocencia de la chica de pelo gris, Elizabeth aún se sentía temerosa, sabía que su cabeza ahora tenía precio y debía estar atenta a todo.


— ¿Por que te lo diría? — Decía Elizabeth en un tono que intentaba ser amenazador


— Por que yo te he dicho el mío, por educación deberías decirme el tuyo — El porte de Rebbeca y su forma burlona de hablar, además del tono ligeramente seductor de su voz la volvían una chica muy atractiva.


— Me llamo Elizabeth... — contestaba desconfiada — Ahora sí me permites debo llegar con esto a mi casa.


Elizabeth se giró y se disponía a caminar, sin embargo las delgadas manos de Rebbeca la tomaron del hombro con una mucha fuerza haciendo que la chica pelirroja volteara su cabeza para ver a la otra fijamente.


— Déjame acompañarte. Es peligroso que andes sola


Elizabeth no pudo evitar soltarse inmediatamente del agarre y decir con nerviosismo


— N-no gracias, estoy bien así de todas maneras estoy cerca de mi casa no tardaré en llegar


*Elizabeth se daba vuelta rápidamente para seguir su camino, esperaba otro repentino movimiento de la chica peligris, sin embargo no hubo nada de parte de la otra chica, por lo que Elizabeth pudo seguir su camino. Daba un suspiro mientras daba la vuelta por un callejón, este atajo le llevaría a casa más rápidamente para no tener que doblar rodear toda la manzana.


De la nada sentiría un empujón de algo que salía de entre las sombras, el impulso la hizo golpear contra la pared de espaldas y hubiera rebotado al suelo de no ser por qué aquella figura la acorraló contra la pared. Elizabeth gimió un poco de dolor con los ojos cerrados. Cuando los abrió se llevó la sorpresa de que la chica de pelo gris la acorralaba contra la pared tomando sus muñecas con fuerza y aplastandolas contra la pared de concreto detrás de ella haciendo que le dolieran los pequeños huesos de estas.


— Quise hacerlo por las buenas y no me dejaste... — Dijo la chica de pelo gris con un tono amenazador


Elizabeth inmediatamente empezaba a forcejear, aunque era inútil la fuerza con la que Rebbeca le apretaba las muñecas no le dejaba hacer mucho. El maletín de plata había caído al suelo desperdicigando por el suelo los cientos de billetes verdes.


— Te metiste con la persona equivocada, sucia rastrera, y esa persona me mandó a cortarte la cabeza...pero...tengo otros planes


Elizabeth estaba temblando por el miedo, la presión en sus muñecas le hacia pensar que en cualquier momento se romperían. De pronto sintió sobre sus labios los labios de aquella otra chica, abrió sus ojos como platos y forcejeo con más fuerza intentado separarse del beso, solo hasta que sintió un golpe en su estómago con lo que parecía haber sido la rodilla de Rebbeca, la pelirroja gimió del dolor y se quedó unos momentos quieta recibiendo aquel beso forzado en lo que recuperaba el aliento.


Tras unos segundos la chica peligris se separó del beso respirando profundamente.


— Considerate suertuda maldita perra. Debería matarte y en cambio te dejare con vida además de que te daré casa y techo, deberías agradecerme por resolverte la vida — dijo Rebbeca


Elizabeth estaba tan aterrada que no podía contestar, todo su cuerpo temblaba presionado contra la pared y veia con ojos suplicantes a su agresora. Sintió como Rebbeca lograba tomar las muñecas de la pelirroja con una mano mientras que con la otra rebuscaba en su bolsillo para después sacar una jeringuilla llena de un líquido transparente, veía como la chica peligris destapaba aquella jeringuilla con ayuda de sus dientes.


— Dulces sueños...perra...


Sintió la entrada de la aguja en su cuello y como el líquido de esta iba entrando en su cuerpo, a medida que pasaban los segundos su vista se nublo hasta quedar absorbida por un manto de profunda oscuridad y frío.




Stockholm SyndromeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora