Frío Cautiverio

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Elizabeth empezaba a despertarse sentada sobre una silla, le dolía la cabeza fuertemente y sentía todo su cuerpo acalambrado, tenía los ojos abiertos pero no podía ver nada, tenía algo atado a su cabeza cubriéndole la vista. Volteaba a los lados, la desesperación aumentaba gradualmente, estaba forcejeando las manos, las cuales estaban atadas con lo que parecía un grueso alambre metálico, igualmente sus tobillos, muslos, cintura y hombros, apenas si podía moverse un poco. Sentía mucho frío y la sensación de su piel desnuda rozando contra la madera de la silla le lastimaba mucho.


— ¡Ayuda! — Grito con fuerza — ¡Ayuda por favor!


Notaba como su voz producía un eco, y le hacia sospechar que estaba en una habitación vacía.


— ¡Por favor! ¡Ayúdenme!


De pronto escuchaba una puerta de metal abrirse de golpe y segundos después sentía el golpe de una palma abierta en su mejilla. El golpe le había hecho girar la cabeza con fuerza. Empezó a sollozar mientras le retiraban aquello que cubría sus ojos. Pudo ver el deslumbrante pelo gris y aquellos hermosos ojos grises entre la oscuridad, pero más que sentirse aliviada por la presencia angelical de la chica, empezó a temblar de horror.


— Eres una gritona


La chica peligris dejo la venda sobre las piernas desnudas de Elizabeth. Camino hacia atrás de la pelirroja, ella no podía ver qué hacia Rebbeca pero lo supo cuando siento que los alambre que la sostenían a la silla lastimaban más su cuerpo enterrandose más en su piel. Elizabeth gimió de dolor. Después siento las manos de su captora pasar por sobre su cabeza y posteriormente sintió como un alambre apretaba su cuello y le empezaba a asfixiar. Elizabeth se movió desesperadamente para poder respirar pero era inútil, sentía como el aire de sus pulmones se acaba. Oía la risa de Rebbeca detrás de ella y después siento el aire volver a sus pulmones y el alambre alejarse de su cuello. Daba un gigantesco respiro doloroso.


— La próxima vez que grites te asfixio ¿Me entendiste?


La chica peligris ahora estaba delante de Elizabeth y la tomaba por las mejillas con una sola mano enterrando sus uñas en la carne de la chica. Elizabeth apenas pudo asentir con la cabeza. Rebbeca le soltó dejando pequeñas heridas ahí donde enterró sus uñas


— Excelente~ Ahora, quiero ponerte al corriente de tu situación.


Rebbeca se alejó hasta la puerta y encendió un interruptor. La luz que surgió de un par de lámparas blancas cegó a Elizabeth, sus ojos dolieron mucho hasta que se acostumbraron medianamente a la fuerte luz. La pelirroja recorrio la habitación en la que estaba con la vista.


Era una habitación cuadrada de paredes de concreto desnudas, ella estaba en el centro amarrada a la silla y todo a su alrededor era un show macabro, mesas llenas de utensilios de tortura y varias con materiales, como cuerdas, alambres de metal, mordazas de cuero, etc. Y una mesa especialmente ocupada para una serie de instrumentos de uso sexual. El terror de Elizabeth se disparo, su corazón empezó a latir fuertemente como si quisiera salirse de su lugar. Rebbeca se dio cuenta de eso y se empezó a reir burlándose de Elizabeth.


— Nada de esto es para ti estúpida — decía la chica peligris entre risas — Esto es para otras personas, unas que me hagan enojar en serio


Elizabeth sentía un tremendo escalofrío cuando Rebbeca se acercó para tomar lo que parecía un cascanueces sin embargo tenía filo


— Asi que...ya sabes qué pasa si me haces enojar~


Rebbeca acerco la herramienta hacia las manos de Elizabeth y rozo el frío metal de este en sus dedos


— ¡Crack! El pulgar fuera y después ¡Crack! Ahí va el meñique


Elizabeth cerró sus puños temerosa de que su captora en algún momento hiciera lo que le había dicho. Sintió un ligero alivio cuando la vio pasarse delante suyo.


— Pero descuida~ Para ti tengo otros planes


La chica peligris se acercó a los labios de Elizabeth y forzo un beso, sus labios eran suaves y besaba muy bien, tal vez, si el beso no fuera en esas circunstancias, podría ser uno de los mejores besos de Elizabeth. Pero ahora no podía pensar en eso, sentía la lengua de Rebbeca explorando dentro de su boca, sentía las manos de su captora pasando por todo su cuerpo acariciandolo muy levemente y sentía el pelo de la otra chica rozando su cabeza, enredandose con su propio pelo rojo.


Elizabeth no podía cerrar los ojos mientras sentía aquel beso forzado de Rebbeca, tenía sus ojos cerrados pues el cabello de su captora molestaba sus ojos. Todo era tan extraño. Se sentía aterrada, toda la serie de instrumentos a su alrededor le erizaban la piel y sin embargo con ese beso largo solo sentía el calor del cuerpo de Rebbeca, se sentía más calmada.y no sabía por qué. Sin embargo ya era mucho, no iba a pasar más tiempo a merced de Rebbeca así que apretó sus dientes mordiendo con fuerza la lengua de la chica peligris. Rebbeca inmediatamente reacción y se separo inmediatamente con las manos en la boca. Elizabeth la había hecho sangrar.


Iracunda Rebbeca alzó su mano con la que sostenía aquel "cascanueces" y después descendió para darle un golpe directamente en la mejilla a Elizabeth. La chica pelirroja grito de dolor y empezo a llorar, el golpe había abierto una herida en su pómulo derecho y empezaba a sangrar.


— ¡Maldita perra! ¡Así me agradeces haberte perdonado la vida!


Rebbeca volvía a dar otro golpe, está vez en el lado izquierdo del rostro de Elizabeth, este también abría una herida sangrante en la piel de la chica.


— ¡Debería arrancarte los dedos de uno por uno hasta que te murieras maldita perra!


Rebbeca alzó la mano una tercera vez para dar otro golpe, sin embargo fue detenida por el llamado de un timbre. La chica de pelo gris volteo hacia la puerta de la habitación y dió un bufido antes de salir por esta dejando la herramienta que tenía en alguna de las mesas. Elizabeth sollozando por el dolor que sentía en su rostro pudo ver fuera un pasillo de color vainilla con el piso alfombrado de rojo, sin embargo lo elegante del pasillo no le impresióno tanto, como ver a una pequeña niña pelirroja que le miraba atemorizada escondida tras el marco de la puerta de metal. 

Stockholm SyndromeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora