Recuperando el futuro de su anhelo.

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—Si, le aseguro que después de esto ella no será capaz de siquiera mirar a alguien más. El amor en sus ojos solamente le pertenecerá a usted... –Recitaba con una convicción tal que los presentes comenzaban a dudar de si mismos, y sus propias creencias.
Algunos miraban con duda, algunos otros simples curiosos; tal era el caso de ese castaño de mediana estatura que con las manos cargadas de bolsos para la cena, se había detenido un momento al escuchar aquel discurso. Él no creía en esas cosas pero el chico parecía tan convincente, y honestamente.... El deseaba que Rachel lo amara, que lo amara tanto como el la amaba a ella.
Sus pasos se dirigieron hasta el delgado joven de chaqueta marrón, y mirándolo apenas un instante, recibió su atención.

—¿Le interesa? –Le habló, calmada y melódicamente. Por poco hipnótico.

—Realmente.... ¿Funciona?

—Por supuesto que si; yo mismo lo he probado, y no hay duda de su veracidad.

—Eso...

—No lo piense mucho. Debe amarla mucho para acercarse así, después de todo no muchos tienen el valor de hacer algo como esto.
No todos son capaces de amar con tanta fuerza.

—Debería.. –Murmuró y con escrutinio le miró. —Me lo llevo.

—No dude, ésta es la mejor decisión que pudo haber tomado. Despues de todo, ¿no daría la vida por verla feliz?

—Lo haría. –Dijo sin duda el castaño, sacando como le fue posible el dinero de su bolsillo para entregárselo a su ajeno, y que éste a cambio le diera un pequeño paquete de dos pastillas al más bajo.

—En ese caso, tenga por seguro que sus intenciones lograran su cometido. Recuerde que la pastilla de color azul es la suya y debe beberla al mismo tiempo que ella bebé la de color blanco; no pueden intercambiar, ya que cada una funciona en su cuerpo de maneras distintas.
No tema por esto, luego seguramente vendrá a contarme cuan felices son juntos. –Exclamó él con una diminuta sonrisa al mismo tiempo que el otro asentía con una sonrisa por igual y se marchaba a preparar la cena. Apenas lo vio desaparecer de su campo visual, cogió sus cosas nuevamente y tomó rumbo hasta su casa, dejando a los demás posibles compradores con una mueca de confusión en sus rostros debido a su repentino marchar.

Un par de horas pasaron, la noche era cálida, y con un ligero viento capaz de mover las cortinas en un sentimiento de cambio. Llevaba un tiempo ya, observando por su ventana, seguramente ellos estaban tomando la cena y por ello es que no se encontraban en la habitación.

Él estaba seguro de que funcionaría, porque Danny parecía un poco peligroso pero realmente no era más que un estúpido con un complejo de superioridad tan grande como la idiotez que escurría de su cerebro. Después de todo, lo había estado viendo durante dos largos años.  

Estaba pensando al respecto, cuando la puerta de la habitación se abrió dejando ver un par de figuras, una más pequeña que la otra. Notó como la de mayor altura encendía una pequeña lampara sobre la mesilla y más pronto que tarde las siluetas tomaron forma, dejando notar como Danny hacía tomar asiento a la de azules ojos, y le entregaba una de las pastillas mientras le servía un poco de agua.

—“Bebe, te ayudará con el dolor en los brazos”. –Ella debía estar lo suficientemente acostumbrada a esos pequeños lapsos de arrepentimiento y amabilidad de parte del mayor; ya que la bebió sin pensarselo. Aunque también pensó en que estaría tan desesperada por dejar de respirar que no le tomo importancia al efecto del medicamento.

Él la recostó en la cama, la cubrió y una vez que ella cayó [fingió estar] dormida; el tomó la pastilla restante y se recostó a su lado. Pasadas apenas unas cuantas horas, ella se sentó sobre la cama; mirándolo, y acercándose lentamente hasta dónde el dormía de pronto dio un salto aparentemente del susto que le había sido provocado segundos antes al mismo tiempo que el vaso sobre la mesilla caía al piso debido al impacto del cuerpo de la chica con la mesa.

—¿D-Danny?... Danny.. –Ella lo llamaba al mismo tiempo que lo mecía ligeramente. Más sin embargo el parecía no coger el conocimiento, y eso comenzaba a desesperarla, pronto las lágrimas se hicieron presentes y sin pararse a pensar en los vidrios desperdigados por el piso, corrió lejos de la cama largando un gran alarido de dolor mientras gruesas lágrimas comenzaba a caer en un río de ellas mismas. Zack quien hasta el momento se mantuvo simplemente observando desde el balcón de la casa ajena, cogió la perilla del gran ventanal y lo abrió de un sólo tirón.

Justo cuando pensó que ella volvería a gritar, sintió los cálidos y delicados brazos rodear su cuello. No lo entendía, ¿porque ella correría a abrazar a un extraño que entra mientras su marido yace muerto sobre la cama?

—Gracias.... –Fueron las palabras de la chica al mantenerse unida a él mediante ese abrazo. —Muchas gracias, Zack.... –Los ojos de él brillaron, y con ambos brazos la apretó. Ella lo recordaba, su amada lo recordaba.

—Rachel....–El la tomó en sus brazos, y con firmeza la cargó listo para llevarsela de ese lugar.

—Zack...–La blanquecina mano de su ajena se colocó sobre su mejilla, provocando que él volviera su mirada a los preciosos ojos azules de la joven. —Gracias por cumplir tu promesa.... Por no olvidarte de mi, y..... De lo mucho que te.... –Ella fue interrumpida por el sutil beso que el dejó como respuesta en sus labios, logrando que lágrimas volviesen a emanar de sus ojos. Después de todo, aún a pesar de los años, el dolor y la separación; el lo había cumplido, aún y cuando sus padres la obligaron a casarse con alguien como Danny a cambio de dinero, y los separaron sin pensar en los sentimientos mutuos que tenían, él regresó por ella... Y aunque no se alegraba, ver a su esposo sobre la cama con los ojos cerrados y un hilo de sangre bajando desde sus labios; asegurándole que éste no volvería a levantarse ni a tocarla, le causaba un terrible alivio aunado a la felicidad de estar finalmente con la persona a la que amaba desde que solamente eran niños y jugaban a que serían felices sin importar ninguna otra cosa más.

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