Paulo Dybala.
El aroma a café y pancakes se impregna en mis fosas nasales a medida que me aproximo a la cocina.
—Buenos días, ma.
Tomo asiento en la isla de la cocina, observando a mi madre moverse con agilidad a través de esta.
Me sonríe tiernamente, dejando un casto beso en mi frente y depositando un vaso de café frente a mi.
—Buenos días, dormilón—saluda, sentándose a mi lado.
Unto mantequilla en una tostada y la llevo a la boca.
—¿Sucede algo?—indago, viéndola extraño.
Posiblemente tratase de las fechas que se aproximaban, ya estábamos prácticamente en septiembre. El recuerdo de mi padre estaba en todos nosotros, lo extrañábamos sí. Nuestro mayor error era fingir que estabamos bien cuando en realidad el mundo parecía desmoronarse de a poco.
¿Por qué él si no era malo?
¿Por qué la vida se empecinaba en golpearnos de tal forma?
Me costó entenderlo y quizás aún no lo hago.
A mis cortos quince años lo perdí a él y con esa perdida vino dolor, mucho dolor.
El dolor de saber que mi mamá sufría en silencio, el dolor del recuerdo de la última vez que discutimos, si hubiese sabido que aquella enfermedad se lo llevaría tan pronto, hubiera abrazándolo más, besándolo más. Hubiera demostrado todo mi amor hacía él.
Eso es algo que me culpo y me voy a culpar siempre probablemente.
—Esta vez no es por Adolfo, Paulo. Hay algo que me inquieta—murmura, dándole un sorbo a su café—La prensa volvió a publicar rumores.
Asentí, pensativo.
La última vez que la prensa público rumores acerca de mi persona fueron realmente ridículos y casi costo mi contrato con Nike.
—¿Debo preocuparme?—inquiri, volcando toda mi atención a ella.
Debía estar más actualizado con esas páginas de chimentos.
—No. En realidad se rumorea que estás saliendo con una joven—suelta.
Una carcajada sonora brota de mis labios.
—¡Al diablo, mujer! Me asustaste. Era evidente que vendrían rumores de ese tipo, más cuando hace unos meses termine mi relación con Antonella.
—Si, me la veía venir—confesó.
—¿Quién es la afortunada?
—Oh, nada de eso, arrogante—acusó—Más bien, aquí el afortunado eres tú. Oriana Sabatini, ¿La tienes?
—Uh... sí. La sigo en las redes.
La imagen de la chica de ojos cautivadores y espléndida sonrisa reaparece en mi cabeza.
Si, reaparece. No es la primera vez que la pienso.
Es realmente sexi para cualquier hombre con buena vista.
—Bella y talentosa—la describió, sonriente—No te vendría mal alguien así.
—¿Internas emparejarme con una chica que ni siquiera conoces?—cuestione indignado.
—No intento emparejar a nadie, dramático. Lo que digo es que es muy bella.
—Concuerdo.
—Quizás ya sea hora que conozcas a otra muchacha. Oriana es una buena candidata.
—¡Mamá!—me quejé—En primer lugar estoy bien así, en segundo la chica acaba de terminar una relación y en tercero ni siquiera la conozco.
La mujer de cabello negro alza una ceja.
—¿Bien así? No lo creo, te pasas las horas viendo películas románticas en la televisión, Paulo. En segundo lugar, ¿La investigaste? ¿Cómo sabes que termino una relación? En tercer lugar, ¡La idea es conocerse!—replica, volviendo a sonreír.
—Me gustan las películas románticas—me excuso—No la investigue, solo oí rumores—volví a excusarme.
—Osea que escuchas rumores de ella pero no los que la prensa suele inventar de ti, ¿Estas seguro que no la investigaste?
—¡Mamá!—resople como un niño pequeño.
—Bien. Dejo de molestar, pero...¿No crees que ella...
Camine con rapidez fuera de la cocina, sin terminar de oír lo que ella había empezado a decir.
Sin duda, podía ser muy intensa a veces.
—¡Paulo! Es de mala educación dejar a tu madre hablando sola—reprendió alzando la voz.
Corrí escaleras arriba, adentrándome a mi habitación.
Quizás ella tenía razón. Ya parecía una de esas mujeres que cuando su novio las dejaba terminaban viendo películas románticas con un tarro de helado.
No obstante, era un buen plan.
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DYBATINI INSTAGRAM.
RandomPequeña historia de Oriana Sabatini y Paulo Dybala. Cómo todo empezó.