Capitulo II

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La historia de nuestra infancia.

Alilac

Hace 18 años aproximadamente

Mis padres habían dicho que íbamos ir a ver a sus amigos de la juventud, yo no sabía que era juventud o porque mi madre estaba tan estresada por verse hermosa. La verdad es que mi madre siempre se veía hermosa.
La nana me había puesto uno de mis vestidos favoritos aún que no me gustaba tanto porque madre sirmpre se enojaba por como me comportaba cuando traía vestidos. No me podía mover mucho, no podía jugar y no me podía sentar en el pasto. Eso lo entendía yo sabía que me tenia que portar bien. Nana siempre decía se como las miñequitas pequeña Lilac quedate quieta y siempre bonita, así mami no se enojara contigo.

Mientras íbamos en camino mi mami me dijo que no quería que por nada del mundo me ensuciara, ni con la comida ni por estar jugando. También había dicho que no quería que me quedara en un solo lado como niña rara, dijo que tenía que hablarle a los demás niños y que tenía que ser amable. Pero ¿que era rara?.

Habíamos llegado a una casa donde había mucho, mucho, mucho pasto y muchos árboles. La casa era tan grande y el olor a flores y árboles era demaciado mi madre se estaba quejando porque sus zapatos de ahuja se iban a atorar en el pasto. Yo solo miraba asombrada la casa. Mi casa también era muy grande pero no tenía tantos árboles, flores y pasto.

Después de entrar y saludar a todos los amigos de mi padre una señora se inco frente de mi yo en automático sonreí porque mi madre decía que eso se hacía cuando alguien nos hablaba. La señora sonrió e hizo una arruga tierna con su nariz.

—Hola, señorita preciosa. Tus ojos son espectaculares, apuesto que le vas a encantar a Vayolet. ¿Porqué no sales al jardín? ahí están los demás niños.

Yo volteé a ver a mi mamá y la señora de grandes ojos azules, y boca de color paleta de fresa. Miro a mamá inconforme.

—Alilac ve y divierte con los niños.

Yo sonreí y mire de nuevo a la señora labios de paleta de fresa, quien con una sonrisa juguetona y de nuevo ese gesto de su nariz me mostró a donde ir.

Al salir mire muchas casas de madera pequeñas para niñas y una casa en un árbol, había lucesitas de esas que parecen solo ser para navidad y de pronto aparecieron unos niños yo me quede mirándolos. Un niño pelirrojo se acerco a mi.

—Hola niña. ¿Tu vestido es de princesa?

—Hola, no creo que sea de princesa porque mi papi a dicho que las princesas no son reales.

—Ah... Y ¿te gusta jugar?

—Si, pero no me puedo ensuciar.

Él comenzó a correr y yo lo seguí pensando en que más podía hacer. El niño se acerco a donde estaba un arbol y cerca de ahí había un charco él dio un brinco y yo solo podía pensar en que me iba a ensucia y mi papi y mami se enojarian.

—No, deja de saltar, me vas a ensuciar.

—No, ven a jugar.

—No, quiero. —El niño se acerco a mi y me jalo al charco yo retrocedí rápidamente y solo podía pensar en lo enojada que estaba porque ese niño me iba a ensuciar, al alejarme de él camine con cuidado para que mis zapatos y mi vestido siguiera limpio. Pero el niño me volvió a jalar y yo le di un suave golpe en el brazo a lo que él respondo con lo que iba a ser un golpe, pero un niño pelinegro de ojos como los de la señora labios de paleta de fresa se acerco con el ceño fruncido. Era un niño demasiado lindo. Se veía como esos ñinos de las caricaturas que suelen ser los buenos que ayudan a muchos.

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