Aroma de rosas

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Fuí mujer de gustos sencillos, me gustaba la jardinería y era bibliotecaria, mi nombre fué Leonor, solía cuidar de mi larga cabellera pelirroja, en mi piel blanca saltaban miles de pecas marrón, en mis manos habían pequeñas heridas, causante de ellas, mi pequeño rosal.

Fuí mujer de gustos sencillos, me gustaba sentir las manos de mi amado tratando de desenredar mi cabello lleno de caireles, su nombre es, aún, Nicolás, y lo amé como a nadie más, ligeramente más alto a comparación mía, tez bronceada, cabello quebrado, un poco esponjado, pero liviano, de color castaño, "tienes los ojos como el caramelo", solía decir mientras me miraba fijo a los ojos y yo a él.

Fué un día como cualquier otro, salvo que, estaba a punto de recibir un hermoso obsequio de él.
Estaba en casa, miraba al magnífico pájaro carpintero de siempre, posado en mi rosal, reinaba el aroma de un delicioso café cubano en la cocina, mi amado llegó temprano por la tarde, ni siquiera estaba la puesta del sol.
- Mi querida Leonor, - dijo él - ¡Al fin se me hará complacer tu anhelo más grande!
- ¿Ah, sí? - Respondí mientras servía un poco de café en su taza favorita.
- ¡Sí! Leonor, he podido rentar una hermosa cabaña a las afueras de la ciudad, está cubierta de rosales, incluso en las paredes, será por una noche y a la mañana siguiente llegará el primer festival de la primavera, ahí te compraré todas las flores que desees para tu jardín, ¿no te da gusto, mi amada?
- Sí, mucho. - Solté una sonrisa con mis mejillas ruborizadas.
- Empaca tu maleta, nos iremos mañana en punto de las doce.

Y así fué, subimos al auto, el manejaba, recuerdo un par de canciones en la radio y una platica entre él y el contador de su trabajo que me contó con entusiasmo, me quedé dormida a media carretera, y antes de que dieran las tres estábamos ya en el lugar prometido.

Era un lugar magnífico, una cabaña rústica, al estilo inglés, tenía en sus paredes un par de cercas que dejaban crecer entre ellas hermosas rosas de color rosado y blanco, a unos diez metros de ella, había un hermoso laberinto con un largo umbral hecho de tallos espinosos de rosales rojos, el aroma era intenso y fresco, a dos metros, un pequeño pozo de agua fría y cristalina invitaba a beber de él y en la lejanía, una choza de madera, no presté gran atención a ella, estaba fascinada por la hermosa cabaña.

Entramos, dejamos las valijas, sacamos un par de sillas para mirar el paisaje, mientras el sacaba un poco de agua del pozo, yo preparaba unos emparedados y sacaba una tarta de manzana con canela, en honor a la ocasión, sentados comimos nuestros alimentos, gozamos la vista e intercambiamos un "te amo" y un beso.

Todo iba excelente, estábamos felices, gozosos y extasiados de la belleza del lugar, de repente se nos acercó un caballero, estatura media, tez blanca, cabello café y ligeramente cano, usaba bigote, su aroma a tabaco era terrible, vestía pantalón suelto con unos tirantes desgastados por el uso y una camisa tan amarilla como su dentadura, era el hombre a quien mi esposo rentó la cabaña, y sería el perpetrador del peor evento en mi vida...

-Sr. Kuschel, que gusto verle aquí. - Dijo mi esposo, como si hablace con un amigo de antaño.
- El gusto es mutuo, caballero - regresó con gesto gentil el saludo - Así que, esta hermosa mujer es su afortunada esposa, ¿podría saber su nombre, bella dama?
- Leonor - Respondí con la firmeza de un general altivo.
-Vaya, Leonor, el nombre tiene fuerza y usted la refleja, espero que mi humilde cabaña sea de su agrado, yo mismo la he cuidado y preparado para usted y su marido.
- Pues le he de confesar que le quedó preciosa, es difícil creer que usted solo lo haya logrado.
- Llevo años aquí, y en soledad, creame usted que el tiempo sale de sobra.
- Ya comprendo.
- Pues si necesitan algo, no duden en buscarme en la choza, allá adelante, estoy a su servicio. Disfruten su estancia.
- ¡Gracias! - Respondimos mi esposo y yo a la par.

Mientras sostuvimos diálogo, no quitó ni un momento sus ojos de mí, fué incómodo, pero ya no tendría que lidiar con él así hasta la despedida de ese hermoso lugar. Eso pensé.

Es tan difícil recordar ahora, quisiera recordar con más detalles el resto de mi velada, lo que persiste aún, es el recuerdo del cuerpo de mi amado con el mío, un poco de su calor, jm, tenía los pies helados y lo aparte por un momento, ni siquiera recuerdo si lo besé una vez más, si lo amé una última vez...

Desperté en la madrugada por agua, mi amado, quién siempre fue de sueño pesado, no se inmutó ante mi salida, así que tomé mi bata de seda blanca que hacía juego con mi camisón blanco de encaje que cubría más allá de mis rodillas y salí a tomar la luz de la luna y dar un último recorrido a solas por ese umbral de rosas. "Quiero despedirme bien de este sueño" pensé.

Caminé el trecho que me separaba de esas rosas hermosas, al llegar, me quité mis zapatillas de noche y mis pies blancos tocaron la tierra de esos rosales, casi sentí sus raíces en la planta de mis pies, toque cada rosa, mis pulmones estaban plagados de su aroma, bailé entre ellas como una niña pequeña, soltaba pequeñas sonrisas como nunca en mi vida, fue entonces que un sonido crujiente irrumpió mi fantasía.

- Baila usted muy bien.
- Sr. Kuschel, - Me asustó su presencia repentina. -Dísculpe usted, pero, ¿cuánto tiempo lleva ahí, observando?
-Desde su llegada, señorita Leonor.
- ¿Dísculpe? -Respondí, ya lo suficientemente nerviosa como para que sudaran mis manos.
- Así es, Leonor, no puede culpar a un hombre como yo, por sentir atracción por una mujer como usted, joven, de buen cuerpo, hermosa en más de un sentido, y esa cabellera, usted lleva fuego en ella y en sus ojos...
- Sr. Kuschel, no le permito que se dirija así a mi, ahora, déjeme pasar, mi esposo y yo partimos enseguida - Caminé agresiva y de frente.
- No creo que eso vaya a ser, querida dama. - Sacó detrás de su espalda un machete afiliado de jardín.
- Verá, si usted hace algo "valiente", se muere, si grita, se muere, si corre, se muere.
Estaba nerviosa, mientras hablaba, avanzaba hacía mi, relamiéndose los labios como un lobo hambriento, no pude... No pude más y corrí hacia el laberinto, mientras corría sentía las espinas atravesar mis pies, mi corazón quería salir de mi pecho, el sudor frío en mi frente me hacía temblar aún más y los pasos fuertes y horridos de mi perseguidor se sentían tan próximos, logré atravesar por un arbusto que rasgo mi cara y mi ropa, pero me dió tiempo para ganar distancia y gritarle a mi esposo:
- ¡Nicolás! ¡Nicolás! ¡Ayúdame!
Sentía la adrenalina a tope, mi cuerpo, todo él temblaba y se sentía pesado, impotente, griraba, gritaba con toda mi fuerza, sentía que mi voz rompía mi tórax, estaba lejos de esa cabaña, corrí, corrí con más fuerza y esta vez tomé más aire, esta vez me escucharía y me salvaría, nos iríamos y la pesadilla terminaría.
- ¡Nicolás! ¡Ayuda! ¡Ni... colás...
Ahí, ahí supe que no, no podría ser, sentí, sentí un dolor agudo, fuerte y punzante en el abdomen, luego humedad y un aroma a hierro, muy fuerte, bajé la mirada para ver que mi camisón estaba cubierto de sangre, mi sangre... Él, ese maldito asesino, "debió correr más" - dijo, entonces sacó el cuchillo, me tomó del cabello y con un corte en mi garganta me arrebató la vida.
Quedé así, cubierta en mi sangre, con mi camisón y bata sucios, en el suelo de tierra, cerca de esos... Esos rosales, exhalando por última vez el nombre de mi amado... Nicolás... Y así, se fue mi vida.

Escondió mi cuerpo en la tierra, estaba envuelto en unas bolsas de tela, bolsas de abono, cubrió el cuerpo y el aroma de las rosas ocultaba el de la sangre, mi amado despertó sin mi y preguntando a mi asesino si sabía la razón de mi ausencia.
- Tomó un taxi por la mañana, dijo que lo esperaría en un lugar, pero no recuerdo bien cuál mencionó. Dijo que usted sabría.
- Seguro se fue al festival, esa mujer, que rebelde, ¿no cree? A veces hace cosas muy peculiares, como salir a pasear en su jardín llegada la noche, esas singularidades hacen que la ame más.
- Ja! Qué fortuna la suya, caballero.
Entonces, fue así como mi alma vió partir a mi amado, al menos, la última imagen que tengo de él es sonriendo a bordo del auto, y mientras, mi asesino, descubrió mi cadáver, lo desenvolvió, lo desnudó, limpió y coció cada yaga y herida que me hizo, entonces lo tomó, lo deshonró cuántas veces tuvo antojo, hasta que comenzó a emanar un olor a putrefacto, entonces lo cercenó, metió mi carne, pieza por pieza en un molino y terminó siendo papilla, mientras que mis huesos y dentadura fueron triturados en bolsas de tela y con la ayuda de un enorme mazo, todo término en el jardín, puesto como una especie de abono, hórrido, asqueroso, violento, sangriento.

Esa fué mi historia, no de vida, de muerte. Pero ningún pecador se salva de la penitencia, pues cada noche, que él intenta dormir, yo aparezco de nuevo en ese rosal, bailando, girando, viendo su pánico a través de su ventana, tal vez es por eso, por ese miedo, por ese placer que me asesinó.

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⏰ Última actualización: Jan 12, 2020 ⏰

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