Perdida de la virginidad

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Mark Lee tenía 13 años cuando por primera experimentó el acto sexual.

Aun puede recordar aquella fatídica tarde precoz que dejó más que inconformes a ambas partes. Tampoco es que él esperaba mucho, pero necesitó romper esa barrera para darse cuenta de que él era un chico con demasiada imaginación, donde creía que su primera vez sea similar al contenido de una película para adultos.

Claramente el sexo no era tan natural para las personitas de su edad.

No contaban información más que la teórica y mucha curiosidad, lo que hizo que mantener sus cuerpos desnudos frente a otra persona, los rodeara en una burbuja de vergüenza y se transformara en una situación muy embarazosa al enseñarse cómo jamás nadie (aparte de sus padres) hace años los había visto.

Sus caricias eran lentas, torpes y tímidas, volviendo todo más incómodo, ninguno se encontraba pensando en lo bien que se sentía ser tocado por otra persona en aquellas zonas, sino que analizaban internamente él porqué se tocaban allí, si le gustaba hacerlo o si todo se había vuelto tan malo después de desnudarse.

¿Le habría gustado su cuerpo? ¿Estaría pensando en que se veía mal? ¿Se habría decepcionado después de verle?

El miembro de Mark había tardado alrededor de unos veinte minutos para al fin comenzar a reaccionar. De algún modo debía de agradecer que su virginal e inexperto pene aun fuera completamente independiente y no tuviera conexión con su cerebro, facilitando el hecho de que, aunque la incomodidad fuera palpable, su miembro haya logrado alzarse de todas formas.

Luego de una torpe preparación, un exeso de lubricate que chorreaba hasta sus muslos y varios intentos por penetrarla, hazaña que pareció ser imposible, al final consiguió insentarse en su interior sólo hasta que la muchacha se colocó encima suyo y tomó el control de todo.

Su glande dolió mientras se arrastraba entre la pequeña intimidad que lo recibía, volviendo imposible que pensara en otra cosa. No entendía porqué, pero dolía y esperaba que ella no estuviera experimentando lo mismo.

Cuando su eje fue quien se empujó, la sensación cambió drásticamente y unas cosquillas que lo obligó a apretar todos sus dedos así como sus ojos, atacaron sus genitales desde la roja cabeza de su pene hasta sus testículos.

Corrientes de placer se dispararon hasta su vientre. Su cuerpo entero ardió, se tensó y se retorció entre aquellas piernas. Y fuera de cualquier gentileza, movió su cadera en busca de prolongar y volver a experimentar aquellos una vez que ambos cuerpos quedaron quietos y las.corrientes amenazaban con detenerse.

No duradó demasiado. La estrecheces, igualmente virgen, de su compañera hizo se corriera contra su propia voluntad.

Sophia Amell, de catorce años, apenas unos meses mayor que Mark, había sido la afortunada, o desafortunada, de conservar en su cuerpo el recuerdo de su amigo consumando su primer encuentro sexual, debajo suyo.

La vergüenza entre ambos fue inevitable y demasiado notoria. No hubo un segundo inteto, ni más besos, caricias o alguna sonrisa entre ambos pre-adolescentes. Verse a los ojos no era una opción e ignoraron con suma brutalidad la presencia de su pareja en la habitación.

La niña, se retiró de encima de su amigo sin poder verlo. Mark, rojo de vergüenza y por el reciente coito, se retiró el condón mojado y cargado, lo mantuvo en su mano, ni siquiera supo qué hacer con él o se le ocurrió que lo mejor era realizar un nudo con él para que el contenido (que no era demasiado) no se derramara. Después de haberse vestido lo mas rápido que pudo, en un reflejo por querer huir a su hogar; cargado de vergüenza y presión, acabó con el preservativo en el bolsillo trasero de su pantalón, impregnado rápidamente su fluido en la mezclilla de la prenda.

Fue rápido. Incómodo. Dolió. Se llenó de placer y todo acabó cuando apenas comenzaba a disfrutarlo.

Volvieron a verse sólo dos días después. Compartieron un pequeño abrazo y algunas palabras fuera de, la que ahora sería, la ex casa de la familia Lee.

Sophi le deseó un buen viaje y éxitos, además de explendidas y fortuitas nuevas experiencias, sumado a mucha prosperidad para él y su familia en aquella nueva vida que comenzarían en Estados Unidos.

Antes de irse, Mark dejó un pequeño beso sobre los labios de la chica teniendo que alzarse sobre la punta de sus pies y estirar también un poco su cuello para alcanzarla, siendo que esta contaba con algunos centímetros más que él.

La quería y estaba enormemente agradecido por todos esos años de amistad entregados; además de que hasta antes del desagradable encuentro entre sus intimidades, había creido que ella era la indicada y la mujer de su vida, con quien compartiría más que el lecho.

¿Qué mejor forma que con aquel contacto? Tampoco es que sería la primera vez. Muchas veces incluso antes del sexo, habían compartido pequeños besos e incluso sus lenguas se había rozado de vez en cuando.

Tal vez lo que habían hecho días antes no fue grato, y en algún punto, tampoco correcto, pero Mark se sentís conforme de que haya sido con ella y que aunque hubiera fracasado, en Canadá definitivamente dejaba más que una casa vacía, amigos y vecinos, sino su infancia entera que culminó cuando aquel líquido suave y blanco, abandonó su interior y  chocó contra el látex del condón.

Consiguiente de esa mañana de invierno, jamás volvieron a verse.

Por redes sociales podían estar medianamente informados y comunicados, pero su amistad no volvió a ser la misma luego de separarse, después de todo, eran demasiado pequeños como para poder con una amistad a distancia y sin posibilidad de un reencuentro.

La relación no tardó más dos años en romperse y convertirse en un buen recuerdo llenos de felices, graciosas, inocentes e incluso innombrables estapas conpartidas desde la niñez.

Mark siempre recordaría a Sophia como su mejor amiga, su inocente primer amor, su primer beso, su primera vez, y sobre todo, como la última chica por la que sintió algo parecido al deseo.

Después de todo, el fracaso de aquel sexo, había también hablado para él y sus dudas en cuánto a porqué se sentía extraño junto a su compañero de banco de aquel tiempo, comenzaba a tener una respuesta clara.

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