Dance Only With Me

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—Baila conmigo.

Steve sintió el calor producido por aquel susurro rozarle el oído. Sabía de quién se trataba, ni siquiera tenía la necesidad de escuchar su voz para intuir quien se había acercado a él. Su mera cercanía era suficiente para erizarle la piel de la emoción y su olor bastaba para alborotarle los latidos de corazón.

Steve ladeó suavemente su rostro, esforzándose por mantenerse sereno y no exteriorizar el nerviosismo que ese hombre lograba despertarle con su mera presencia.

—Yo no bailo —terció Steve, tratando de no darle importancia al perfume de canela, sándalo y alcohol que lo acompañaba.

—He visto tus escenitas de pelea en aquellas pelis de propaganda. Y a eso, Cap, se le llama bailar.

—Fingíamos pelear.

—¿Sabes cómo se le llama a la gente que memoriza e interpreta una serie de pasos coordinados para representarlos? —preguntó Tony, aunque no lo dejó contestar—. Exacto, bailar.

Steve ahogó los deseos de desprenderse de su corbata oscura de un violento tirón. Llevaba uno de los trajes militares de la milicia utilizado durante la Segunda Guerra Mundial, el de gala. Era curioso lo extrañamente incómodo que se sentía portando aquel uniforme que tan orgulloso lo había hecho sentir en el pasado; casi se encontraba extrañando sus pantalones vaqueros azules y su camisa preferida.

Pero había tenido que acudir a un acto oficial con los veteranos, una cena a modo de homenaje que requería indumentaria oficial. Y cuando Steve escuchó que todos los veteranos planeaban vestirse con sus antiguas galas, no pudo evitar imitarles.

Pero en lugar de sentirse reconfortado por la camaradería provocada por el pasado común, el traje caía pesado sobre su cuerpo, como si fuera de piedra en lugar de tela. No ayudaba nada ver que Tony, sentado a su lado en la sala de estar de la Torre Vengadores, llevaba uno igual.

—¿Qué haces vestido así?

Tony le lanzó una sonrisa socarrona, observando de forma locuaz el botellín de cerveza medio lleno que Steve tenía apoyado en la barra.

—No estoy borracho, es una cerveza normal.

—Entonces tienes que estar realmente hecho polvo para darte cuenta de mi ropa ahora. No por nada, pero estoy bastante fantástico.

Y no era mentira. El traje le sentaba como un guante y Steve habría pensado que se lo habían cosido a medida si no fuera porque descubrió la placa H. Stark abrochada sobre el bolsillo de la chaqueta. Tenía su brillante cabello peinado hacia atrás, permitiendo que algunos rizos se despeinaran libremente y una sonrisa capaz de conquistar países. Estaba tremendamente guapo, con su uniforme impecable y su mirada traviesa. Steve estaba seguro de que de volver a ser aquel chiquillo impulsivo deseoso de ayudar y entrar en el ejército, se habría quedado totalmente prendado de aquel hombre nada más verlo. Igual que le estaba pasando en ese momento, aunque no quisiera admitirlo.

—¿Ha habido drama en la fiesta?

—¿Qué haces vestido así? —volvió a preguntar Steve.

Tony suspiró.

—Toda tu cháchara sobre la reunión de hoy me despertó la nostalgia, así que me puse a mirar algunas de las cosas que tenía mi padre por aquí y por allá y encontré esto. Decidí probármelo y aquí estamos.

—Esa ropa no es uno de tus juguetes.

—Tampoco debería de serlo un uniforme de policía, y tendrías que haberme visto el Halloween de 1994 —dijo riendo—, bueno, quizás no, habrías terminado viéndome esposado en la escalera de incendios de un hotel de Nueva York, no te habría gustado nada la imagen.

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