1. Puntual

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Camille.
Me levanto de golpe por escuchar el llanto de mi hija. Corro a su cuarto, pensando en que pudo pasarle.

—¿Que pasó cariño? —pregunto sentándome en la punta de su cama, tomando su mano.

—Una pesadilla, quédate conmigo —Me abrazo en un intento por convencerme.

—Creo que eso no será posible, señorita —Le levanto el mentón y le sonrío.

Shelby siente y se recuesta de nuevo. La arropo y le doy un beso en la frente precisamente antes de salir para ir a dormir.

•~•

Un chirrido resuena en mi oído. Abro los ojos de golpe y de uno de esos, apago la alarma.

—¡Muy buenos días guapa! —me grita Mei, mi mejor amiga, justo cruzando la habitación.

—¿Cuando llegaste? —le pregunto, apretando los ojos por la fuerte luz.

—Hace media hora, y eso que Shel me terminó abriendo la puerta y tú muerta. Mira que tu hija está destinada a grandes cosas —Mei se sienta en la orilla de mi cama y se ríe.

Me incorporo tirando de las sábanas a un lado, para poder levantarme.
Mei me lanza mi uniforme.

—Apúrate o no llegarás temprano. —me amenaza.

Asiento y la abrazo.
Mei estaba aquí por dos razones, o bueno más bien eran tres. Shelby no confiaba en nadie más que en ella, la segunda era que desde hace meses planeamos vivir juntas y cuidar a mi pequeña entre las dos. La tercera es que de todos los días, hoy era el más importante. Era mi primer día ejerciendo mi profesión.
Estuve cuatro años en la universidad de enfermería para justo este momento: ejercer, y darle lo mejor a Shelby.
Me apresuro a vestirme cuando de reojo miro la hora. Cojo mi tarjeta de turno de la mesa y salgo disparada.

—¡Mucha suerte! —Gritan Shelby y Mei desde la puerta.

Les mando un beso y corro hasta la parada del autobús, y justo se detiene. Pago mi billete y tomo asiento. No puedo evitar soltar un suspiro cuando el autobús arranca a toda velocidad; así llegaré a tiempo a mi primer día.

Y pasa, llego antes de lo esperado. El autobús me ha dejado en plena puerta de la pequeña clínica.
Me apresuro a entrar y dirigirme rápidamente a las escaleras. Estaré trabajando en el tercer piso.

Logró llegar a tiempo a la sala de conferencias, y tomo asiento donde me localiza mi nombre.
Un chico que se encuentra a mi izquierda se gira levemente hacia mi dirección y me sonríe.

—Al parecer ser puntual ya no es requisito en los empleos —dice y me parece que se burla con los ojos.

—Me temo que no —Me limito a responderle. Él se queda callado un segundo.

—¿Eres nueva?

Asiento.

—Deberías sentarte un poco más adelante, aquí es de los enfermeros bajo el mandato de Bush.

Asiente para darle credibilidad a lo que acaba de decir. Y yo, termino sentándome unas cuanta filas más adelante de donde estaba originalmente. Al lado de una chica que precisamente parecía estar nerviosa.

—Es solo una conferencia, relájate.

—Disculpa, soy demasiado puntual y me desespera esta falta de respeto a mi tiempo —Me explica con un dedo en la boca, mordiéndose la uña.

Asiento. Y en parte, estoy de acuerdo con ella. Pero también me imagino que no ha de ser fácil para alguien partirse en dos y atender varias cosas a la vez, como los directivos.

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⏰ Última actualización: Jan 20, 2019 ⏰

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