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Ante los ojos de InSeong, aquello había sido demasiado fácil para su ex pareja. Alejarse, pasar página y no mirar atrás. Olvidarle, fingir que nunca habían compartido ningún momento digno de recordar.

Entonces, días después, el sonido que indicaba que alguien había tratado de iniciar una videollamada, sacó al castaño de sus pensamientos y lo llevó a mirar a la pantalla de su portátil, donde el rostro de JaeYoon se mostraba en primer plano, a la espera de que el mayor aceptase la llamada y pudiesen entablar una conversación.
Inseong estaba confundido, sus actos siempre lo dejaban en ese estado: confuso, aturdido, sin tener claro qué debía pensar. Y había sido así desde el primer momento.
Realmente nadie sabía interpretar sus acciones, pues siempre podían significar algo totalmente diferente a lo que los demás creían.
No dudó mucho más en aceptar la llamada, dejando ahora ver su poco cuidado físico ante la cámara. No podría negarlo ni aunque quisiese; lo que para JaeYoon pareció ser una tarea sencilla, supuso todo lo contrario para InSeong. Las raciones de comida diaria habían disminuido considerablemente, ya no encontraba fuerzas para dejar que el deporte formase parte de su rutina y el sueño parecía haber desaparecido. En esas condiciones, se había hecho finalmente a la idea de que padecía una dependencia emocional mayor de la que creía, y no le gustaba en lo absoluto haberlo descubierto tras la partida del menor.
Y también, aunque tratase de negarlo, en lo más profundo de su consciencia, una voz le repetía una y otra vez que aquella videollamada, le había levantado el ánimo en la mitad de tiempo que su compañero de piso. SangHyuk no estaría conforme con eso, visto su empeño en sacar al mayor su más amplia sonrisa.

Esa misma noche transcurrió entre animadas y divertidas conversaciones, y esta vez, a InSeong no le importó reducir sus horas de sueño. No era la primera vez que el motivo de su insomnio se correspondía con el nombre de JaeYoon, aunque ese día, se debía a una buena razón.
Y finalmente, tras haber hablado durante horas como si jamás se hubiesen separado, o como si continuasen compartiendo una relación de pareja, llegó la hora de despedirse, apareciendo entre ellos una regla que prometieron no romper: al igual que JaeYoon ya se había marchado una vez sin despedirse, lo haría de nuevo; nunca se dirían adiós.

[...]

Aún con la noche habiendo caído hacía horas, el reloj marcando más de las doce, y sus párpados pesando como si llevase días sin dormir –que realmente los llevaba–, InSeong continuó con la mirada clavada en la pantalla del portátil, aguardando el inicio de la llamada que esperaba desde la tarde.

Hacía unos meses que, sin tener la intención de hacerlo, habían establecido un horario: durante la mañana, cada uno se dedicaba a realizar sus tareas, y al llegar las cuatro de la tarde, ambos se encontraban frente a sus respectivos portátiles, tras JaeYoon haber iniciado la videollamada. Después de esto, podían transcurrir unos pocos minutos hasta que alguno tuviese que marcharse, o como era usual, podían ser más bien horas las que pasaban conversando hasta que uno de los dos se percataba de cómo de rápido había corrido el tiempo y se veía obligado a finalizar la llamada.
Sin embargo, habían pasado ya varios días desde que las llamadas parecían haber desaparecido, y aquello nuevamente, mantenía despierto al más mayor.
Él mismo estableció la regla; prohibió decir adiós, sin saber cuando iba a rogar en silencio por haber escuchado esa palabra por parte de JaeYoon. De no haber sido por la norma, quizás no le dolería tanto no saber nada del otro. Él le habría dedicado unas palabras de despedida, e InSeong a lo mejor se conformaría con saber que esa vez, sí estaba al tanto de que JaeYoon se había marchado.

— ¡Hyung, he vuelto! —El mayor escuchó las palabras de su compañero, y seguidamente un exclamo de frustración hizo acto de presencia—. ¿Y por qué lo gritas, SangHyuk? ¿Y si está durmiendo? Lo vas a despertar, idiota.

Never say goodbye; JaeSeongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora