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Kageyama trataba de prestar atención a la clase de literatura, mas no le era posible por culpa de cierto pelinaranja que dormitaba sobre su carpeta.
¿Estaba bien? ¿Había dormido bien? ¿Algo había pasado en su vecindario?

Ese y mil pensamientos más invadían a su paranoico cerebro.

Hasta que sintió como una de las tizas chocaba con su frente, volvió en si y notó como la maestra lo fulminaba con la mirada, una que otra risita se escapo de algún lado.

-- Joven Kageyama, ¿Sería tan amable de prestar atención a la clase? -- asintió efusivamente, con las mejillas rojas de vergüenza.

-- Disculpe, no lo oí.--

-- Si, maestra, lo siento --

Hinata le dedicó una mirada de reojo antes de seguir con lo suyo.

Juraría que le vió sonreír.

A la salida tenía una rutina.

Seguir a Hinata hasta su casa para asegurarse que llegara bien.

Todo ello se desató cuando se enteró que habían asaltado al mas bajito.

Y Tobio como el idiota enamorado que es, comenzó a seguirlo como guardaespaldas, buscando ser lo mas discreto que podía ser.

Un total fracaso, Hinata era consciente del gigante que lo seguía, y se le hacía divertido el a veces cambiar de ruta solo para, con disimulo, observar su gesto de confusión total.

De hecho, ese era uno de esos días en los que decidía cambiar de ruta, Tobio lo siguió durante casi tres horas hasta que llegó a su casa, si tan solo tuviera la valentía de hablarle.

Los días siguieron y la rutina se repetía.

Lo seguía a donde fuera, incluso si eso implicaba entrar a alguna tienda.

A Hinata eso se le hacía adorable, y para Kageyama era un alivio el ver como el chico ingresaba a su hogar a salvo, a diario.

Hasta un par de días antes de que iniciaran los finales.

Hinata observaba confundido como Tobio se alejaba rápidamente luego de haberlo seguido durante un corto rato.

Lo había notado desanimado toda la mañana y no se explicaba el por qué.

Un dolorcito en su pecho bastó para que distrajera su pensamiento con los gatos del lugar.

La cafetería Nekoma era su favorita hasta entonces, el café era delicioso y había gatos por doquier dispuestos a aceptar mimos.

-- Hoy no vienes con tu amigo -- murmuró uno de sus amigos desde su asiento.

Hinata hizo un puchero, no quería pensar en ello.

-- Creo que ya no le gusto -- comenzó a jugar con el pelaje del gato en su regazo para evitar soltarse a llorar en ese mismo lugar.

-- ¿En serio? ¿Por qué decidió no seguirte un día ya haces suposiciones tan deprimentes! ¡No seas tonto! -- un golpecito con uno de los juguetes para gato fue lo que recibió de su amigo.

-- ¡Es que no entiendes Ken! Lleva siguiéndome casi desde inicios de curso, incluso si entraba a una tienda o a un centro de videojuegos, iba conmigo -- el gato en su regazo soltó un maullido lastimero, Hinata había sido un poco duro con su pelaje.

-- Entonces hablale, no veo problema en ello -- el semblante serio de su amigo notaba lo despreocupado que era con el tema.

Y es que si Hinata fuera un poco mas obvio, Kageyama se daría cuenta que también le gustaba.

Nekoma [Kagehina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora