Una de las cosas que más extraño de esa persona son las conversaciones. Esa naturalidad única con la que podía mantener una conversación. Ese real interés que teníamos al escucharnos. Le interesaba escuchar cualquier cosa que yo decía y a la vez nada me interesaba más que escucharla. Es raro, uno no se da cuenta cuando las tiene, solo te das cuenta cuando no las tienes. Es la manera irónica y sarcástica en la que el universo te fastidia. Entonces es ahí cuando aprendes que es muy difícil encontrar algo que no sabes como es, pero si sabes como no es. Intentas con distintas personas, distintas conversaciones, pero no te satisfacen. No me mal entiendan, no es que me crea un ser superior y que nadie más me parezca que tenga algo interesante que contar. Al contrario, es sorprendente como cada persona tiene un mensaje único que desea ser escuchado y a su vez que alguien más en alguna parte necesita escuchar. Es solo que no sientes lo mismo, lo mismo que sentías cuando conversabas con esa persona, esa sensación de que podía hablar eternamente si nada nos interrumpiera. Esa sensación de estar aprendiendo del otro algo único, de estar conociéndose, de contarse un secreto tan valioso que nunca se lo habías contado a nadie, que por un momento conoces una verdad que nadie mas en el mundo sabe y eso te vuelve valioso, te vuelve especial. Pero la verdad es que ya ni si quiera recuerdo ese secreto.
