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Su cuerpo se hallaba inconsciente a orillas de una playa con el sol de la tarde pegando su rostro y sus prendas húmedas, de las cuales así se encontraban por el oleaje del mar, que todavía cubría parte de su cuerpo tras haberlo traído a tierra firme. Parte de su vestimenta estaba rasgada y en algunas zonas podían apreciarse pequeñas manchas de sangre, producto de los rasguños de su piel. Su respiración era lenta y pausada, casi parecía que simplemente se había quedado dormido en esas condiciones, pero la realidad era que por fortuna del destino, había sobrevivido a una batalla naval a tan solo un kilómetro de la costa.

Sus ojos se fueron abriendo con parsimonia, asimilando el lugar donde se encontraba. Entonces, los recuerdos golpearon su mente a una velocidad innata: la sangre, los gritos, el olor a pólvora... Verdaderamente creía que iba a morir a tan temprana edad, pero ahí estaba, tratando de convencerse a sí mismo de que seguía con vida.

Se sentía fatigado, pero eso no le impidió moverse con lentitud y dolor en el cuerpo para lograr sentarse en la arena. Cerró por unos segundos los ojos antes de volver a abrirlos y mirar a su alrededor. Las olas habían traído los restos del barco pirata al que pertenecía, incluyendo la bandera a varios metros de él. Cuando miró al mar, los restos del navío, al igual que algún que otro cadáver, flotaban sobre el agua salada. ¿Acaso había sido el único en sobrevivir de aquel horror? Se preguntó a sí mismo.

Llevó una mano a sus oscuros y largos cabellos, echándolos hacia atrás antes de tomar aire y levantarse. Se tambaleó, pero logró sostenerse de una roca cercana. Sus labios estaban resecos y tenía mucha sed. Humedeció aquellos con su propia saliva y sin querer seguir viendo aquel paisaje, testigo de las consecuencias de aquella batalla, se adentró en la isla, caminando con sus zapatos empapados a través de la vegetación.

Kim TaeHyung, ese era el nombre del joven pirata superviviente al que la vida le había regalado otra oportunidad a sus veintiún años; no era una segunda, él ya se había salvado en más de una ocasión de una situación similar, pero nunca antes habían logrado hundir el barco hasta ahora.

Caminaba, adentrándose cada vez más con la esperanza de encontrar agua dulce, y lo logró pasados unos pocos minutos. Corrió hacia el pequeño lago frente a sus ojos tal y como sus piernas se lo permitían y se arrodilló, tomando del agua entre sus manos y así comenzar a beber con ansia. Cuando su sed fue saciada, miró sus manos antes de alzar la vista, encontrándose con frondosos árboles junto con algunos frutos que crecían en ellos. Soltó un cansado suspiro y volvió su vista atrás por donde había venido, sin saber qué hacer ahora, pues aunque supiera que la isla en la que en un principio se dirigía estaba habitada, no sabía hasta qué punto le resultaría factible llegar al puerto y descubrieran que era pirata por las pintas que traía.

Por el momento, decidió permanecer ahí, al menos hasta que sus heridas sanaran un poco por sí solas, no sin antes ponerse en pié nuevamente y volver sobre sus pasos, sentía la necesidad de investigar un poco lo que la marea traía de lo que pertenecía a su tripulación, o lo que queda de ella. Al volver a la arena, lo único que pudo apreciar eran tablones de madera en esta, no había nada de valor y lo más seguro es que todo el oro que poseía el capitán se haya hundido.

—¡Alto ahí. —Demandó una voz grave, haciendo que sus pies se clavaran donde pisaba y girara sobre sus talones. —Manos arriba, ¡ahora! —El hombre que lo amenazaba con el filo de una espada apuntando en su dirección, portaba con un atuendo para nada típico de alguien pobre, mucho menos de un pirata y las insignias en su chaqueta solo podían demostrar una cosa.

Con duda, obedeció al hombre y alzó sus brazos a la altura de sus hombros, mirando alrededor por si habrían más de ellos.

—¿Hay más de los tuyos con vida?

Claro de Mar [Taekook - Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora