2. - Ship

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Scorbus

Para ser un muchacho catalogado por todos como "niño bien", Scorpius tenía como hobby favorito desobedecer a su padre en las más diminutas nimiedades. Esta vez le había dicho que antes de las seis de la tarde debía estar de vuelta en casa porque el barrio muggle al que acostumbraba ir se estaba volviendo cada vez más peligroso, pero eran las siete y media y el chico seguía columpiándose en las hamacas de la placita.

Es que para Scorpius no había problema, estaba bien acompañado por su amigo Albus, el cual se encontraba sentado en la hamaca de al lado. Por más dieciséis años que tuviesen lo dos, aquel era su lugar favorito desde los once. Desde las primer año se conocían y siempre fue ese el lugar predilecto para tener sus más íntimas conversaciones cuando ambos se encontraban de vacaciones.

Desde hacía unos tres años Rose Weasley, la prima de Albus, había sido tema obligado de conversación. El corazón de Scorpius se sacudía cuando pensaba en ella. Aquella pelirroja era perfecta. En cambio, el de Albus se oscurecía cada vez más. Odiaba que el rubio hablara tanto de ella. Más cuando la chica era tan idiota. Porque para Albus, su primita era una tonta de pies a cabeza, además de ciega.

La famosa Rose no quería saber nada de Scorpius. A cada rato le decía que lo odiaba y que era un “otro idiota con más dinero que cabeza”. Y esto al mediano de los Potter lo hacía estallar de rabia hasta el punto de empezar a insultarla de arriba abajo. Hasta que sus respectivos padres llegaban a poner orden.

En fin. Aquella tarde había sido muy triste. Antes de subirse al tren, Scorpius había visto a la dueña de sus suspiros entregarle los suyos a alguien más. Y eso le había terminado de machacar por completo su ya destrozado corazón.
El único hijo de los Malfoy era un chico sensible, eso estaba claro, y superar eso le iba a tomar un tiempo. Aunque Albus le advirtió que por su bien dejara de mirar a la Weasley porque las cosas no iban a salir para nada bien.

Scorpius comenzó a hamacarse con lentitud mientras pensaba en eso y llegó a la conclusión de que su vida amorosa era una mierda.

Su vida amorosa solamente, porque Scor reconocía los privilegios que poseía como ciudadano de clase media alta, cabello rubio platinado con reflejos color miel y ojos imposiblemente grises con pintitas color musgo (herencia de su madre).  Además de mago.
Había sido bastante afortunado al recibir ese tipo de vida. Vida que a veces odiaba, porque no faltaba la gente que creía que era un presumido y un niño rico malcriado.
Tal vez por eso Rose lo despreciaba. Tal vez por eso la gente a veces miraba mal a su familia. Era cierto que su abuelo fue un soberbio en sus épocas junto con un Draco joven. Pero el padre de Scorpius había cambiado y se había casado con la mujer más buena y bella del mundo. Y ahora eran felices.

Los ojos se le empezaron a llenar de lágrimas mientras tomaba impulso para ir más alto todavía. No quería que Albus lo viera. Su columpio subía cada vez más y más, haciendo que las bisagras rechinaran y las cadenas de las que se sostenía temblaran.

— Para ¿qué haces? —la voz de Albus lo sacó de sus densos pensamientos.

— Nada —contestó seco. Redujo un poco la fuerza que sus piernas ejercían para impulsarse.

— ¿Eres tonto? Te matarás ¿qué le digo a tus padres después? —el pelinegro intentó bromear. Sabía que su amigo no estaba de buen humor y probablemente nunca lo vuelva a estar.

— Diles que los amo y que su hijo es un idiota que eligió como forma digna de morir desnucarse contra el suelo.

Albus frenó su hamaca en seco. Sus ojos verdes se abrieron de par en par. Quería gritar y matar a su prima. No por salir con alguien que no sea su mejor amigo, Rose tenía derecho de hacer lo que se le diera la gana. Y hasta él mismo agradecía que haya decidido no aceptar los sentimientos del pequeño Malfoy, por más cruel que sonase.

El Reto de los 5 Drabbles | Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora