2. Mujer de negocios

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Una joven de piel pálida y cabello rubio cruzó las puertas del edificio en el que vive. En el camino hacia el ascensor saludó al conserje, un anciano amable que ya debería haberse jubilado. Una vez dentro y de forma automática, presionó el botón número 15 para poder ir a su apartamento.

Ella apoyó las manos en sus rodillas, tratando de recuperar el aire que perdió luego de correr en el parque. Su rutina era demasiado exigente y estresante, tanto que no le deja tiempo suficiente dedicarse a mi misma, sobretodo desde que asumió el control de la empresa familiar. Para no enloquecer ni descuidar su salud, optó por levantarse temprano para iniciar el día con una sesión de ejercicio, en vez de hacerlo luego del trabajo cuando su energía fuera mínima. A fin de cuentas, un baño con sales y música era suficiente para liberarla del estrés del trabajo.

Salió del ascensor y caminó hacia la puerta de su apartamento, pusó la llave en la cerradura y la giró, abrió la puerta y la cerró detrás de si con una patada suave. Se quitó los championes, caminó hacia el baño y se quitó la ropa sudada en su habitación.

A pesar de no tener tiempo para un baño tranquilo, el simple hecho de cambiarse de ropa e ir a trabajar era una vergüenza, por lo que debería conformarme con una ducha rápida para estar limpia y quitarse el sudor del cuerpo. Una vez que finalizó, se secó el cuerpo, se puso la ropa interior y se vistió con una camisa blanca, un pantalón, una chaqueta y zapatos negros de tacón. Se aplicó un poco de perfume, me puso un par de anillos de oro y un collar de perlas antes de tomar su bolso y salir del apartamento.

Llegó al estacionamiento, subió al auto y comenzó a conducir hacia el trabajo. Si no fuera por la música de Madonna, los viajes al trabajo serían aburridos para ella. Le gusta la velocidad, pero el exceso de autos, autobuses y semáforos logra que sea imposible apretar el acelerador a fondo. Las personas al volante parecen unas ancianitas al volante y solo la música es capaz de calmarla y hacerla conducir como una persona normal, mejor dicho, como una ancianita.

Con aburrimiento, visualizo el edificio en el que trabaja y disminuyó la velocidad, le mostró su identificación al guardia de seguridad y éste abrió el portón para que ella pudiera pasar.

Es increíble como todo puede cambiar en un instante. Hasta hace unas semanas la rubia solo era gerenta en el departamento de Administración y Finanzas, ahora es la presidenta del imperio familiar, no la enorgullece la forma en que llegó a ese puesto, pero ese lugar es suyo por derecho.

Jane bajó del auto y se dirigió al ascensor para poder llegar a su oficina, ubicada en el último piso. Para matar el tiempo, revisó que tuviera todo lo necesario mientras esperaba que el ascensor se detuviera en el lugar correcto. Las puertas se abrieron y la recibieron unas paredes verde agua con cuadros de La Toscana. Caminó hacia el escritorio para hablar con Sandra, su nueva secretaria.

–Buenos días, señorita Vulturi. Aquí esta su bebida –ella le entregó un vaso de plástico y Jane asintió apaticamente.

–¿Qué hay en mi agenda? –preguntó mientras bebía su batido de naranja y mango, un sabor bastante tropical que le recuerda el verano que pasó en Río de Janeiro, el único momento de su vida en el que realmente fue feliz.

–Una reunión con su tío Caius y los gerentes en un par de horas, un almuerzo con los señores Salvarore y en la tarde una conferencia con Lisboa. Llamé al interprete y me dijo que esta enfermo y no podrá venir –Jane hizo una mueca al oír lo último ya que no tenía ánimos de hablar en portugués–. Ah, Patrick dejó unos documentos para que los revise.

–Bien –le dio otro sorbo a su batido y caminó hacia la oficina de su padre, su nueva oficina.

Al principio las paredes eran en tono crema, el piso era de madera y el escritorio parecía el que usaban los decanos de facultad. La decoración era muy simple y vacía. Jane no pensaba trabajar en un lugar tan frío durante el resto de su vida, por lo que pidió que pintarán las paredes de lila, colocaran cuadros, sillones, una pequeña biblioteca y un escritorio más moderno. Tal como dijo Sandra, sobre el escritorio había una cantidad de libros para revisar.

Jane había ingresado a trabajar en la empresa familiar hace algunos años, primero fue una pasantia como auxiliar administrativa mientras estudiaba su carrera de grado, luego trabajó como contadora cuando finalizó la universidad, se dedico a hacer másteres en Roma y al volver la ascendieron a Gerenta. Realmente no tenía nada de que quejarse, le gusta la contabilidad, mantener todo bajo control y continuar especializandose cada vez que puede. A pesar de ser la presidenta de la empresa, aún le gusta controlar los libros diarios, su única diversión desde su último ascenso.

Uno de los peores defectos de Jane es su incapacidad para confiar en los demás. Es incapaz de delegar las tareas y confiar en que sin ella el sector contable de la empresa estará bien. Aún es joven, pero si sigue acumulando tareas acabará con algo más grave que insomnio y estrés por las noches. Lo sabe, claro que lo sabe, pero no puede evitarlo, es una adicta al trabajo y al control.

Las horas pasaron lentamente, como todos los días. Como si su vida transcurrirá en automático, ella realizó sus tareas, fue a cada reunión asignada e hizo todo lo que debía hacer. Como cada día desde su ascenso, tuvo que controlar sus emociones para no dejar que el desprecio de su tío no la acobarde. Como cada día, tuvo que exhibir su armadura de frialdad para que sus socios no su estimen su capacidad por el simple hecho de ser una mujer joven con poca experiencia en el liderazgo.

Jane era capaz de reconocer en la intimidad de sus pensamientos que no nació para ser libre. Ella odia a las personas, jamás fue líder de nada, por lo que su zona de confort es una oficina privada y tareas contables. Sin embargo, el liderazgo de la empresa le corresponde por derecho y no dejará que nada ni nadie se lo arrebate. Tal vez necesite más experiencia, pero jamás lo admitirá delante de las personas.

Un Vulturi jamás muestra signos de debilidad delante de los demás.


Ella volvió a casa y se quite los zapatos de tacón ni bien cerró la puerta de su apartamento. A Jane le gustan los tacones, son femeninos, le dan altura y estilizan su figura, pero a veces son mini cámaras de torturas para pies. Suspiró de alivio cuando las plantas de sus pies entraron en contacto con la suavidad de la alfombra gris perla que cubre el piso del apartamento.

Con rapidez se quitó el pantalón y la chaqueta, tirandolos en un sillón junto al bolso, abrió su camisa y fue a la cocina para buscar algo de cenar. La realidad es que ella no tiene hambre, nunca tiene hambre ta que comer la aburre, por lo que se limitó a servirse un vaso de jugo y tomar una manzana del refrigerador, a fin de ingerir algo de alimento y no morir de inanición.

Fue a buscar su laptop y comenzó a mirar una serie, aunque se aburrió y fue incapaz de terminar el capítulo. Por un momento pensó en encender su MP3 para escuchar música, pero no tenía paciencia ni energía para concentrarse en las letras.

Se arrastró hacia el baño y disfruto de una larga ducha con agua caliente. Una vez que terminó y secó su cuerpo, se vistió con ropa interior y fue a su habitación. Verificó que la alarma estuviera bien y tomó una pastilla para dormir. Se acostó en su cama y miró el techo, esperando que la pastilla hiciera efecto para que su mente deje de trabajar y su cuerpo pueda descansar.

Matrimonio por convivenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora