Ella.

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Respirar.

Respirar se vuelve increíblemente tedioso en el verano, a las tres de la tarde.

Respirar, y lo único que obtienes es una masa incorpórea bajando a través de tú pecho; sofocante y agotadora.

Respirar en verano, es como no hacerlo.

Así se sentía Luca aquel viernes a las tres de la tarde, mientras esperaba el ómnibus de vuelta a casa después del trabajo.

Sobre uno de sus hombros cargaba una mochila negra, evitando que el sudor se le marcase en la remera, o que al menos, aquella parte de su cuerpo recibiese una mínima brisa de aire fresco.

La botella en su mano estaba vacía y empañada, se la había devorado sediento hace unos minutos, a pesar de que el agua en ella tenía la misma temperatura que un café tibio.

El sudor enmarcaba su frente, de la misma forma que lo hacía el sudor en las frentes de las otras personas en la parada del ómnibus.

Nadie hablaba, era un esfuerzo innecesario, además que entablar conversaciones sociales superficiales un día como aquel era molesto, muy molesto.

El bondi se hizo visible unas cuadras más delante de él. Su imagen era lenta y borrosa, casi como una alucinación en medio del desierto.

"Por favor, que venga vacío"

Así lo hizo, vacío llegó y Luca no tardó en acomodarse en su sitio favorito del ómnibus, detrás de todo y junto a una ventanilla. Por primera vez en el día se relajaba y disfrutaba de una brisa, aún húmeda, pero algo más refrescante.

Parada tras parada, el bondi comenzó a poblarse, los asientos se acabaron, y los rostros de fastidio y hastío se hicieron notar en los pobres desgraciados que viajaban parados.

El aire, nuevamente comenzó a faltar.

Luca estaba casi feliz, se sentía agradecido de haber ganado un asiento y miraba con alivio al pasillo inundado de gente, mochilas, carteras y sudor.

Acompañado por sus auriculares y un libro en su mano, se creyó casi rey, solo le faltaba una ducha y un buen plato de comida.

Cuando ya llevaba medio camino recorrido y el sueño comenzaba a aparecer, el ómnibus se detuvo a levantar más pasajeros, después de todo, siempre puede hacerse un espacio extra sí el chofer amablemente lo grita.

Esto hubiese pasado inadvertido ante los ojos de Luca, sí no estuviera estúpidamente enamorado de una de las nuevas pasajeras que subía a bordo.

La había visto por casualidad, pues justo levantó la vista de su libro.

La había visto por tan solo un segundo, pues después se perdió entre la gente.

La había visto, y eso le bastaba a su sangre para comenzar a correr más rápido por su cuerpo.

La había visto, y eso era todo.

No pudo evitar instantáneamente sentarse derecho en su asiento, quitarse con el dorso de su mano el sudor de su frente, lo cual sabía que era inútil pues volvería a transpirar en segundos.

Intentó recordar la imagen de la chica subiendo al bondi.

Su pelo, uno largo y negro, lo llevaba recogido en un moño totalmente desordenado, y apostaba, e incluso se imaginó, pequeñas gotas de agua recorrer su nuca. No pudo reprimir el deseo de pasar su mano por allí, en su nuca, y de imaginar un beso casto depositado.

Sus ojos totalmente al descubierto, sin gafas de sol; ella nunca llevaba gafas de sol.

Su rojo prominente en las mejillas.

Su remera blanca.

Lo pálido de su piel.

Sus labios pequeños y rosados.

La forma tensa con que sostenía su mochila, como sí esta le impidiese caerse.

La torpeza al subirse, y su vergüenza al casi caerse.

Ella.

La amaba más de lo que sus palabras pudiesen confesarlo, y de hecho nunca lo había hecho. Era aquel un secreto que guardaba celosamente del mundo desde que lo había descubierto.

El verse enfrentado ante aquella realidad, que amaba con necesidad lastimosa a su antes compañera de clases en el secundario, lo había impactado. Siempre se habían llevado de maravillas, compartían un humor similar, ambos gustaban de leer y de saber más, eran inteligentes y reflexivos; eran buenos compañeros.

Aquel amor se había cocido despacio, y por eso cuando en su último año se percató de sus sentimientos, no supo cómo actuar.

Siempre se preguntó que hubiese pasado de no haberse acobardado.

Algunos días, estaba seguro que el final habría sido feliz. Todos sus amigos los bromeaban con qué serían una pareja ideal. Él mismo había notado que cuando estaban juntos, el ambiente cambiaba, se llenaba de energía, y se hablaba en un lenguaje oculto y sin embargo, visible. Lo mejor sucedía cuando se miraban a los ojos, él reía, sabiendo que ella estaba nerviosa; ella se sonrojaba a más no poder, pero aún así lo enfrentaba. Amara no era una chica que se dejase ganar.

Miró de reojo al pasillo del ómnibus buscándola, pero sin alejarse completamente del libro, estrategia pensada para evitar cualquier contacto visual; vio tan solo su moño.

Suspiró.

Otros días pensaba que aquella relación no hubiese tenido un futuro, ella jamás se fijaría en él, su vara era demasiada alta, y en ese aspecto sabía que Amara soñaba con un romántico de novela. Pero era simplemente eso, soñaba. Ella era demasiado independiente para una relación duradera, su vista estaba puesta en estudiar y viajar, conocer y aprender sobre el mundo con solo una mochila a su espalda.

En algún momento tendría que olvidarla, y mientras se debatía cómo, Amara llegó al fondo del ómnibus y se hizo completamente visible.

Luca la vio después de separar su rostro de la ventanilla, y supo que ella lo había visto primero.

Estaba petrificada, con los labios algo abiertos, aún más sonrojada; la había sorprendido.

Luca la saludó con un simple gesto de su mano, y no pudo evitar guiñarle; nunca lo había podido. Amara en retorno, le dio después de unos segundos, una de aquellas sonrisas hermosas; que eran las de solo ella las que lograban apretarle el estómago de forma agradable.

¿Qué había sucedido después de terminar el secundario?

¿Por qué ahora era todo tan raro, tan surreal?

¿Por qué, aún pasando los años, la amaba irremediablemente y con más fuerzas?'

¿Amara sería su debilidad siempre?

¿Sería aquella única chica que se lo dejara así, hecho un desastre, un revoltijo de emociones, un tipo repentinamente romántico y lleno de reflexiones?

Y Luca encontró la respuesta mientras Amara se bajaba del ómnibus...

Sí, siempre sería ella.

Ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora