Capítulo 2.- Problemas en el paraíso.

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El joven príncipe cruzó el pasillo corriendo, enfurecido, incluso azotó la puerta de su habitación con tanta fuerza que hizo temblar el muro. Los dos Omegas lo escucharon, pero sumidos en su propia locura  ignoraron el ruido.

─Señorito… ─claro que Alfred se había quedado a cargo─. Le traje un poco de té…

─La puerta está abierta…

Gruñó desanimado desde debajo de las cobijas.

─Debe comprender que las cosas a veces no salen como uno quiere y espera…

Dijo aquella voz paternal, poniendo el té en la mesa y sentándose en la orilla de la cama.

─¡Nunca salen como yo quiero o espero!

Gritó con tono lloroso y emberrinchado.

─Señorito, no pierda la clase ─tomó aire y le palmeó la cabeza suavemente antes de salir─. Las cosas siempre se ordenan para que cada quien tenga lo que merece ─suspiró cansado y cerró la puerta con lentitud─. A veces lo que queremos resulta no ser lo que necesitamos o merecemos...

Había pasado quizá una hora, Damian estaba incómodo en su cama, tal vez a causa del berrinche… pero quería un poco más de té… o agua, lo que fuera, pero definitivamente quería algo.

Salió de su cuarto y caminó lentamente por los pasillos para buscar a Alfred en la cocina, cuando un extraño olor lo alcanzó; era cálido, suave, dulzón… como miel, como… Dick, Damian abrió sus ojos de sobremanera “oh no” justo delante de la habitación del primer Robin, ese extraño olor se propagaba y lo envolvía “oh no” se movió a la izquierda tratando de apartarse y otro aroma inundó su nariz, algo cítrico, ácido, fuerte, potente… como Jason. “Oh─oh” su lengua comenzó a salivar en exceso, sus pupilas se dilataron, su cuerpo tembló “oh… no” su mente estalló en gritos de deseo “soy un Alpha”, fue lo último que pudo declarar cuando su mente se perdió del todo.

A sus hermanos no les hacían tanto efecto los medicamentos, con frecuencia terminaban justo como ahora, de vez en cuando simplemente sobrepasaban el poder de las pastillas, se veían obligados a lidiar con su celo, aunque después volvían a la normalidad y las pastillas volvían a hacer su trabajo.

El aroma lo había enervado, Damian quien de por sí, no tenía control en sus emociones estaba perdiendo la cabeza y se abalanzó entonces a la puerta más cercana, tratando de girar la perilla.

─¿Qué se supone que haces, Demonio?

La voz pacífica era la muestra de condena.

Había alguien en ese hogar que velaba por la seguridad de los dos Omegas; Tim… el prudente Beta, se había asegurado de que los dos mayores estuvieran a salvo, Bruce había tenido que partir a un llamado por la liga de la justicia y él había vuelto a la mansión con eficacia.

─yo… quiero… yo… ─las palabras trataban de salir de sus excitadas fauces─. Los quiero! ─gritó abalanzándose contra Tim─. ¡Y no vas a detenerme!

─Alpha…

Alcanzó a susurrar Tim e interpuso su arma, tratando de lanzar a Damian, pero este fue más fuerte por la iniciación de sus bajos instintos y se la quitó.

Tim yacía en el suelo, terriblemente complacido por haber previsto que esto pasaría, y esperando el otro embate de Damian, cuando el menor lo concretó, rápidamente Tim estampó su mano en la irreverente boca ajena y desplegó un bozal.

─¡Suéltame!

Gruñó el menor tratando de sacarse el aparatejo…

El corazón de Tim palpitaba con mucha fuerza, estaba feliz de haber tenido todo bajo control e incluso prever todo, para un plan de contingencia contra el demonio alpha que lanzaba mordidas, pero aún no era suficiente.

The Gotham PrinceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora