Introducción

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Un sabio maestro nos dijo una vez que la diferencia entre las artes marciales y los deportes de combate radicaba en que en las artes marciales no existen los campeones. El motivo más puro de un artista marcial no debe ser ganar competencias sino ser mejor personas y defender los valores cultivados en nosotros mismos y en aquellos a quienes amamos.

Con frecuencia las artes marciales son consideradas deportes bárbaros. Nada más lejos de la realidad porque son para muchos fuente de confianza, respeto, disciplina, un espacio que llama a la meditación y al honor.

Las artes marciales fueron para mis amigos y para mí ese lugar único donde todo lo que antes era un problema ahora encontraba la puerta de salida y se convertía en una fuerza capaz de volvernos más poderosos en la medida en que aprendíamos a controlarlos. Aprendimos junto al maestro Itaete (que en guaraní significa «fuerte como el acero»), a quien cariñosamente le decíamos Etaí, a superar los miedos, buscar siempre la paz y a huirle a la violencia privilegiando el diálogo y la construcción personal.

Todos estos valores perdieron sentido una tarde de Noviembre cuando el maestro desapareció sin decir más. Una parte de nosotros dejó de funcionar desde ese día, pero hoy, tras casi diez años de su inexplicable partida, el maestro por fin ha vuelto.

El regreso del MaestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora