-No. -Entre un susurro y un suspiro, la chicamira alrededor suyo, mirando esa habitación completamente ordenada, sin siquiera un objeto que iba en desacorde con su posición, sin saltar ningún detalle de ese cuarto donde a penas entraba luz por la ventana y era todo demasiado tranquilo.
-Sabes que tienes que contestarme, ¿verdad? Me obligan. -Un rostro, por lo visto desconocido, menos por las intenciones, miraba fijamente a la chica, parpadeando los ojos de vez en cuando, ansioso de respuestas de parte de la chica, aunque por su mirada, sabía que no iba a concluir nada.- Mira Alyssa -susurró el hombre de mediana edad, con un camiz blanco típico de esos de terapia, sin saber a donde mirar- Es complicado. Queremos ayudarte, ¿entiendes?
-No sabéis nada. -Las respuestas de la jóven son decisas y cortantes, respondiendo mirando a la puerta de salida, fijamente y sin expresión alguna. No le gustaba que la obligaran a hablar si ella no quería, sobre todo de un tema que han intentado tratar desde hace muchos años y sin resultados. Nadie nunca supo como ayudar aunque sea en una mínima parte, porque no era una enfermedad, sino el terror hecho pesadilla.
-Al menos cuentame qué sueñas. -El hombre sigue probando entablar conversación con Alyssa, aunque parece bastante cansado de intentar resolver algo inútil de tratar. Seguro llevaban muchas horas ahí, y ninguno de los dos podía soportar la vista del otro en un despacho tan pequeño.
La chica mueve los labios, mordisqueandoselos, como si estuviera aguantandose la rabia por dentro. No quería hablar, porque sabía que no hubiera resuelto nada; nadie podría resolver nada en ese horrorífico trauma que tenía que vivir cada noche, con miedo y rechazo al dormir para que no le pasara eso de nuevo.
-Bueno, pues hoy concluimos así, te espero la próxima semana; y espero obtener algo de información. -El hombre se levanta de su silla, con la carpeta médica agarrada de la mano, abandonando la habitación, dejando a la chica sola.
-Me pregunto por qué me siguen llevando a psiquiatría si no resuelven nada. -Con un tono molesto, se levanta también de su silla, cogiendo su suéter y mirando por última vez alrededor, fijandose sobre todo en la ventana que la única manera para iluminar un poco el cuarto a esa hora de la tarde dejando ver un paisaje recién nevado y tranquilo, quedandose allí embobada unos cuantos segundos antes de marcharse de la habitación.
Fuera de ella era solo un pasillo blanco, inmaculado y con aire a hospital, donde estaba en ese momento. Se miraba alrededor, callada, observando a cada persona ajena de trabajar allí intentando escuchar sus conversaciones con los médicos y ver el ansia y el miedo en cada uno de esos ojos, quedandose con las imágenes de cada paciente mientras paso tras paso iba saliendo del edificio.
Alyssa no era como las demás, tenía ese rasgo característico de cada persona que al mismo tiempo las diferenciaba de las demás. Era baja, de constitución delgada, una cara rosácea, donde solo resaltaban los ojos color miel, la boca color fresa y un pelo hasta los hombros de color plata.
Nunca se entendió, o mejor dicho, la jóven nunca entendió por qué a pesar de ser una chica de unos diecisiete años, con una vida bastante normal, la noche se transforma en el peor momento de su vida. Era como si, al llegar la noche, todo lo que está alrededor suyo se convirtiera en alguien dispuesto a matarla lentamente haciéndola sufrir a más no poder hasta el despertar, dejando como recuerdo marcas que desaparecen a los pocos minutos del desvelo de la chica, dejándola aterrorizada y hasta confusa.
No tardó mucho en llegar a casa, subir a su habitación y quitarse la ropa acabando solo en ropa interior, delante del espejo posicionado en la pared, y analizarse a la perfección. Estaba mirando cada centímetro de su cuerpo, intentando investigar, sobre qué era esa fuerza que podía causar esos cortes y heridas que sólo podía ver ella. No estaba loca, no eran alucinaciones; ella soñaba con esas heridas y la mañana siguiente las tenía todas y cada una con la que había soñado en la noche anterior. Dolían, escocían pero nadie las veía.