Prologo.

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Punto de partida... ¿O de quiebre?

La música y los gritos provenientes del piso de abajo resonaban en mis oídos, mezclándose con los altos gemidos que el chico debajo de mí profería. Mi mente estaba confusa, bajo los efectos del alcohol y las drogas que ingerí apenas llegué; lo único de lo que era semiconsciente en ese momento, era de las uñas del hermoso morocho clavadas en mi espalda, que parecían incrustarse cada vez más con cada estocada que recibía, y de la increíble excitación que sentía. Terminé dentro de él lo que pareció ser horas después. Salí de su interior tan pronto como pude, y, mientras me levantaba de la cama, él cayó rendido en la misma, durmiéndose. No me detuve por más tiempo, busqué mi ropa y luego me vestí. Salí tambaleándome de la habitación en la que me encontraba y bajé a donde la verdadera fiesta estaba. Allí, me encontré con Luke Castellan, el anfitrión.

– ¿Te divertiste allí, Will? –preguntó con una sonrisa socarrona que, por supuesto, yo devolví.

– Más de lo mismo –él río, y unos pequeños hoyuelos se formaron en su rostro. Luke era bastante atractivo, y esa cicatriz que iba desde debajo de su ojo derecho hasta su mentón solo lo hacía ver aún más atractivo.

– Pues espero que el resto de la noche sea más divertida –concluyó, dándome un vaso lleno con alguna sustancia alcohólica cuyo nombre y procedencia no conocía y no me importaba. Lo tomé sin rechistar y me dispuse a olvidarme de todo.

Y vaya que lo hice.

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Desperté al sentir un par de manos sacudiéndome y una voz conocida gritando mi nombre. Abrí los ojos con pereza y molestia; me dolía la cabeza, el cuerpo y sentía que en cualquier momento podría vomitar hasta mis órganos. La luz del día chocó contra mis irises azules e inmediatamente llevé mi brazo hasta mi rostro para cubrirme de la molesta luz, emitiendo algo parecido a un gruñido.

– Hasta que al fin despiertas.

Cuando descubro mis ojos, logro enfocar el ceñudo y molesto rostro de Nico Di Angelo.

– ¿Qué quieres? –le pregunto sin rodeos. Hace mucho tiempo que nuestra relación había dejado de ser la misma, y, honestamente, no estaba de humor para soportar sus falsos intentos de arreglar nuestra amistad.

– Vaya, Will, que lindo. Yo también te extrañé –contestó con su característico sarcasmo.

– Ya –dije sentándome en la cama–. No estoy de humor, así que ve al punto, por favor.

– Estuve llamándote toda la mañana y no contestabas –esta vez, su tono de voz fue más calmado, casi como si tuviera miedo de hablar. Últimamente es así conmigo, y no negaré que eso me duele–. ¿Otra vez de fiesta?

– No tenía nada más interesante que hacer –dije sin preámbulos; él se mordió el labio, como siempre hacía cuando quería decir algo pero no lo creía conveniente.

– Te llamé anoche –habló tímidamente, mientras tomaba asiento a mi lado, enfrentados–. Te iba a preguntar sino querías que hiciéramos algo –solté una risa amarga.

– ¿Qué pasó? –Le pregunté– ¿Acaso Percy te dejó libre por una noche?

– Salió con Jason –respondió luego de unos momentos de silencio, mientras yo me levantaba, y en el mismo tono tímido.

– Por supuesto –repliqué sarcásticamente–. Ya creía medio raro que quisieras hacer algo conmigo cuando Percy no estuviera libre, ¿no? Después de todo, siempre me dejas de lado por él.

Following the music /Solangelo/PróximamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora