Capítulo 35

2.6K 112 40
                                    


Han transcurrido dos semanas desde que Tamara vino a casa con el mundo cayéndosele a pedazos, sin saber realmente la magnitud del problema adictivo que tenía con las drogas. Comenzó con un ligero coqueteo que terminó arrebatándole prácticamente todo lo que le quedaba. Eso es lo que hacen las drogas, te destruyen por completo, te aleja de los demás, te vuelve alguien con baja autoestima, depresivo, controla tus emociones y comportamientos hasta el punto de ser esclavo de ti mismo. Y si no le pones solución a tiempo, si no tienes a alguien que esté dispuesto a quedarse, a ayudarte a salir de ese profundo pozo, entonces, estás perdido.

Durante estos catorce días ha experimentado una mejora espectacular, aunque también hay que confesar que no ha sido nada fácil ayudarle a salir adelante. Hemos tenido que lidiar con las alteraciones constantes en su comportamiento, sus ataques de ansiedad ante la idea irreal de no poder vivir sin la droga, con sus pesadillas nocturnos que le recordaban una y otra que estuvo a punto de abandonar este mundo, con su atracción hacia objetos punzantes. Recuerdo que solía tenerlos entre las manos, los miraba y se fortalecía por cada día que pasaba. Se volvió alguien más fuerte. Derrotó al enemigo que le estaba quitando la vida de a poco. Lo que queda de aquella etapa oscura son unos ligeros temblores que anuncian que la recuperación va por buen camino.

Tamara coge un bote de nata y le dibuja una cara a su tortita, esbozando una amplia sonrisa. Luego hace lo mismo con la mía, añadiéndole un corazón. Me gusta verla tan feliz. Es como si hiciese una eternidad que no sonreía. Vuelve a ser ella, la chica tan increíble que conocí en mi niñez. Es fuerte, sé que puede conseguir todo lo que se proponga. Siempre podrá contar conmigo.

—¿Qué tal estás?

—Bien. Hacía mucho que no me sentía así.

—Me alegro tanto de que vuelvas a ser tú.

—Yo también— salva la distancia que nos separa, envuelve mi cuello con uno de sus brazos y deposita un beso en mi mejilla que me alegra el corazón—. Por cierto, dile a Luke que como vuelva a pasarse media hora en el baño, pienso echar la puerta abajo. No sé qué hace en el servicio tanto tiempo y tampoco quiero saberlo. Se me ha formado una imagen muy rara en la cabeza.

Se estremece ante la idea de su mente y menea la cabeza para deshacerse de ella. Suelto una risita al imaginar aquello en lo que piensa.

—Hay tantas cosas que quiero contarte— admite, aferrándose a una de mis manos—. Cuando perdimos el contacto, Dave estuvo ahí para mí, me ayudó a salir adelante y se encargó de mantenerme viva. Decidió quedarse aún después de haber sido una persona horrible con él. Recuerdo una noche, antes de que mi mundo cambiara, tras asistir a una fiesta me acompañó a mi residencia. Estábamos ebrios, soltando tonterías, y por un momento nos quedamos en silencio y nos miramos.

—¿Os besasteis? — se muerde el labio inferior para reprimir una sonrisa y se cubra la cara—. ¡Oh, madre! Ya me lo estás contando todo. ¿Cómo fue?

—Fue un buen beso. No sé, simplemente sucedió. Ninguno de los dos lo esperábamos. Aunque supongo que las cosas que suceden sin planearse son las mejores. Fue tan extraño. A ver, Dave es el chico que de pequeño nos regalaba piedras que encontraba en el recreo y se dejaba disfrazar de princesa por nosotras. No sé, nunca pensé que llegaría a compartir algo tan íntimo con él.

—Ahora es un buen partido— le guiño un ojo y ella se quita las manos de la cara y me mira cohibida—. A ver, se nota que le gustas y mucho. Se ha quedado a tu lado a pesar de todo, no se ha ido cuando las cosas se han puesto difíciles. Le importas de verdad, Tamara. Encontrar a alguien con quien ser una misma no es fácil. ¿Crees que estará loquito por tus huesos?

QuarterbackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora