Hijo del inconsciente destino

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Sasuke observó el rostro de la única persona que, por un instante, creyó podría confiar; y no encontró ni una sombra de arrepentimiento en el semblante del joven.

—Neji, ¿tienes algo que quieras decir? —pronunció el de cabellos blancos rompiendo el incómodo silencio que se formó entre ellos.

Sin emitir palabra negó con la cabeza.

—Bien —expresó con resignación—. Uchiha, por el momento no explicaremos el motivo de tu captura, compórtate y quizá lo hagamos en el futuro.

Sasuke no apartó su penetrante mirada del castaño de ojos perla —deseaba tatuarse en la retina la expresión de desdén que le dedicaba— hasta que le vio girarse y darle la espalda.

—Intenta no hacer mucho ruido —aconsejó Kakashi antes de marcharse junto con el joven que había pactado su suerte.

[...]

—¿Cuánto tiempo lleva así? —cuestionó Naruto visiblemente preocupado.

—Prácticamente, desde que lo trajeron... —respondió con honestidad—. No ha probado bocado en los tres días que lleva aquí y hoy solo le dio un pequeño sorbo a la botella de agua —confesó Tenten. La habían puesto a cargo de alimentarlo, pero no era su deber obligarlo a hacerlo.

—Ese tipo ¿acaso planea morir? —profirió con irritación y decidió que lo mejor sería enfrentarlo.

Antes de que diera el primer paso en dirección al Uchiha, la chica lo tomó del brazo con firmeza.

—Puede que no me creas... —articuló con vacilación y le tomó unos segundos continuar—: Yo tampoco estoy muy segura, pero a veces parece que tiene un plan para escapar, ten mucho cuidado cuando te acerques a él —declaró en voz baja y sin mirarle a los ojos.

—Tranquila, yo me haré cargo. —Con suavidad tocó el hombro de Tenten por un instante.

La chica asintió todavía insegura y le permitió marcharse.

Mantenían a Sasuke cautivo en el sótano del edificio que utilizaban como guarida, habían adaptado el lugar para encerrarlo en un reducido espacio, con varillas que soldaron formaron una jaula de dos metros de alto por tres de fondo, y con dos cadenas que sujetaban su pierna izquierda y brazo derecho, respectivamente, se aseguraron de despojarlo de toda libertad.

Naruto bajó los escalones haciendo el mínimo ruido del que era capaz de emitir, continuó por un pasillo largo y angosto hasta detenerse frente a una sólida puerta de metal; del otro lado se encontraba el chico que estuvieron buscando con desesperación los últimos meses.

Al abrir, la luz tenue del corredor se coló en la oscura habitación. No le gustaba ni un poco la forma tan extremista e inhumana en que lo mantenían, pero comprendía que no tenían más opción.

Dentro olía a humedad, orín y a algo más que no logró identificar.

Sacó del bolsillo trasero de su pantalón una lámpara de mano —la luz del pasillo no iluminaba lo suficiente—, y esperó unos segundos hasta que su vista se acostumbró a la oscuridad. Poco a poco distinguió al chico de espaldas, tirado en el suelo.

Encendió la lámpara y apuntó arriba de la cabeza de Sasuke para que se girara.

Pero no se movió ni un centímetro.

Soltando el aire, e intentando controlar su enojo, recorrió los cinco metros que los separaban.

—Tienes que comer, no estamos envenenándote, no nos sirves muerto —dijo con falsa tranquilidad.

Sálvate a ti mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora