Buenas noches señor Botones

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El reloj despertador sonó justo a las ocho de la noche. Se levantó sin problemas, pese a los inconvenientes que tuvo para conciliar el sueño. Fue directo a la cocina a calentar en el microondas su cena, aprovechando la espera en vestirse. Era ordenado, su uniforme lo tenía sobre una percha en el armario listo desde la mañana. Ya arreglado, se apresuró a comer antes de salir de su casa.

Era un trayecto largo el que hacía hasta el hotel donde trabajaba. En el autobús maldijo en voz baja por sentirse adormilado. Lo que la almohada y el colchón no conseguían, lo terminaba logrando en el incómodo asiento y el vidrio donde apoyaba la cabeza, aún con ese infernal traqueteo. Odiaba el turno nocturno, lo único bueno que podía decir de aquella noche es que sería la última del mes. Además le resultó tedioso el tener que quedarse parte de la mañana, capacitando al novato al que le asignaron aquél turno porque empezaría partir de la siguiente semana.

Llegó al hotel donde recibió el turno a su compañero de la tarde. Lo encontró bajando del elevador con sus propinas en la mano contándolas. La temporada de ocupación era baja, por lo que se sorprendió al calcular una cantidad elevada; o realmente hubo mucho trabajo, o los huéspedes a quienes atendió habían sido realmente generosos.

—Llegaste —le saludó–. No hubo mucho que hacer en todo el día. Esto es lo que sobrará de mi sueldo. Te guardaron el tuyo en recepción.

Casi había olvidado que era día de paga. No le gustaba lo descuidado que se estaba volviendo. El turno nocturno lo estaba enloqueciendo. Su compañero le contó las novedades en el hotel, las cuales no eran muchas. Aún en temporada alta el lugar nunca estaba del todo lleno, además pocos eran los incautos que solían considerar el lugar, antes de buscar habitación en otro sitio. Él esperaba buscar un nuevo trabajo pronto, pero hasta que una oferta apareciera, tendría que seguir ahí.

—La ama de llaves dijo algo extraño de la habitación trescientos dos —continuó detallándole—. Creo que la edad le está afectando —esperó a que hiciera algún comentario, pero como no dijo nada, prosiguió—. ¿Cómo viste ayer al nuevo?

—No espero mucho de él, pero va bien para el mes que lleva. Igual no creo que dure mucho.

—¿Tú crees?

—Me resignaré a que mínimo termine el mes, que si no me regresarán a mí de noche.

Su compañero se compadeció.

—No me gusta el turno nocturno —Y a quién iba diciéndoselo—. Procura explicarle en la mañana bien todas las dudas que tenga y... bueno, todo lo que debe hacer.

Lo haría, aunque en aquellos momentos apenas y pensaba en eso. Le preocupó la ocupación que tenían, esperaba sacar al menos el pasaje para el autobús de regreso con alguna propina, pero cuando venía para el hotel, también había notado que las calles estaban bastante solitarias. Cómo deseaba que una de las temporadas vacacionales comenzara pronto.

Cuando su compañero se marchó, fue con el de recepción a tomar y firmar el recibo de su sueldo. Se posicionó junto a la puerta para esperar a los huéspedes sin hacer nada, más que abrirla a los pocos que salían o llegaban de divertirse pasadas unas horas.

Ya entrada la madrugada cerró con llave, resignado a que nadie llegaría a registrarse en toda la noche.

—Voy a hacer vigilancia.

Le avisó al recepcionista, éste se limitó a asentir sin despegar la vista de un libro. Parecía pronto a terminarlo: "El corazón que volvió a latir". El título se le antojó algo como una muy mala novela de romance, probablemente trataría de un desamor curado por un nuevo amor. Odiaba los libros rosa, pero con lo aburrido que estaba, probablemente se lo pediría prestado más tarde. Por ahora haría la ronda obligatoria por los pasillos, después incluso algo de sensiblería azucara le sentaría bien. Siempre terminaba la vigilia con una desagradable sensación. Su labor era algo a lo que nunca había llegado a acostumbrarse por completo, aunque para esas alturas ya no hubiese sorpresas.

Buenas noches señor BotonesWhere stories live. Discover now