Cuidado que viene el lobo.

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Fuera del bar, el calor del verano hormigueaba por mi piel descubierta y la luz de la luna serpenteaba por los vehículos aparcados en frente de la puerta. Luchando contra las luces parpadeantes del letrero y los rojizos caminos que creaban a intervalos. El aire olía a gasolina, sudor y hormonas. Un cóctel tan habitual en sitios como ese que lo convertía en una entrada insustancial y aburrida, pero necesaria.

Varios grupos se arremolinaban en la puerta, hablando y riendo de forma ruidosa, originando volutas de humo de sus cigarros a medio terminar. Aquel bar se encontraba en mitad del bosque, se podía acceder gracias a una carretera comarcal poco transitada y de la cual pocos humanos eran capaces de volver a llegar. Un detalle, de eso, no hay duda; Ya que la cantidad de inmortales que sea paseaban por allí sin un acompañante escaseaba y el descuido en los jóvenes era innato.

Mi mirada no paraba de observar como uno a uno entraban y yo, desde mi posición, les dejaba espacio para entrar por la puerta. Hasta que la encontré. Una chica, joven y preciosa y humana, pérdida buscando a saber quién con sus ojos azules. Cabello rubio, labios rosados y cuerpo esbelto, resaltaba con un conjunto de blusa celeste y falda de vuelo blanca. Una pequeña arruga entre las cejas y su olor a preocupación la delataban, gran error, dejarla sola.

Mis pies anduvieron solos, no hizo falta más para saber que era mi oportunidad. Una distracción, una mano disfrazada de ayuda y unos colmillos como gran final se pasaban por mi cabeza, sí, estaba ya escrito y la pobre no se había dado ni cuenta.

—Perdona ¿Estás bien? —pregunté de forma suave— Te he visto un poco perdida ¿Buscas a alguien?

Sus ojos se clavaron en mí, el color de un cielo abierto, parecían preguntarse quién era yo y que hacía allí con ella. Sus labios dibujaron una sonrisa, débil, quebradiza.

— ¡oh! Sí, tranquila, estoy esperando a alguien, aunque gracias.

Deprisa pero con calma se alejó de mí hasta llegar al borde de la carretera, como si un caballero con corcel blanco fuera a manifestarse cabalgando por mitad de la espesa arboleda. Mi sonrisa comenzó a surgir y de mis labios, sin tiempo a reacción, brotaron las palabras. Cómo un disparo de salida, como si fuera un perro de carreras, como si fuera aquel caballo que ella esperaba, pero con un jinete moribundo, a una espiración de la muerte.

-¡Preciosa! Yo, que tú, tendría cuidado, por qué viene el lobo y él, siempre tiene hambre.

Y ella, al girarse, en su mirada se veía el entendimiento, el pánico y el terror. Una carrera que sabía que no iba a ganar, pero que comenzó de todos modos.

Corriendo en dirección al bosque, dejando un rastro que, a mí, me iba a encantar.

Bite Me Love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora