Cogí el cuchillo y lo coloqué en el entrecejo del millonario asustado. Él seguía temblando como un flan ante mi presencia y eso me hacía muy feliz.
-Ah, si. Perfecto. Esa es la expresión que quiero.
De repente, un silbido pasó por mi oreja y sentí cómo el aire se turbaba. Me giré y vi un agujero diminuto en el suelo de madera. A su lado descansaba un casquillo vacío. Lo cogí y me escondí tras la pared más cercana. Le hice un movimiento al millonario para que se estuviera quieto donde estaba. Yo miré por la ventana y vi un diminuto brillo a más de veinte metros de distancia. Era un francotirador. Por primera vez en mucho tiempo, sentí miedo. ¿Cómo había podido disparar desde tan lejos por un hueco tan pequeño y casi darme? Ese miedo se convirtió rápidamente en adrenalina, la cual viajó por mi sangre a toda velocidad. Ésta hizo que saliera de mi escondite y colocara mi pistola en el cráneo del pez gordo.
-¡¡Como no salgas de tu escondite, le relleno la cabeza de plomo!! ¡¡Tienes mi palabra!!
El asesino no dudó en saltar por la ventana y, con un par de saltos de tejado en tejado, acabó en la misma habitación que nosotros. Cuando lo tuve cerca aproveché para analizarlo de arriba a abajo. Era altísimo, más que ningún humano que hubiese visto en mi vida. Llevaba un chaleco negro que le llegaba hasta el suelo y portaba una máscara blanca con un visor para el franco. Aún sujetaba su arma entre los brazos. Empezó a hablarme con una voz distorsionada.
-Ya estoy aquí. Y ahora, que harás?
Tardé unos segundos en responderle.
-Porqué me sigues?
-Te aseguro que mi objetivo no eres tú, princesa.
Me aparté de él y empecé a atar al millonario a la estufa adosada en la pared.
-Oh, pues lo siento mucho si creías que te iba a dejar matarle. El es MI presa y me van a pagar a MI por ella.
Me quité la chaqueta y preparé los puños.
-Si quieres matarle, pelea por él. Y no vayas a decir que no pegas a una chica. Quiero sentir todo ese delicioso dolor.
Él se quitó los guantes y pude ver sus trabajadas manos. Eran lo suficientemente grandes para asfixiarme en cuanto agarrase mi cuello.
-Tranquila, no me contendré. Pero quiero una pelea justa.
Me lancé hacia él y traté de darle una patada en las costillas. Él se apartó en el último segundo y me devolvió el golpe. Lo esquivé por poco pero no me dio tiempo ni a pensar mi próximo golpe. Una ráfaga de puñetazos inundó mi pecho y me lanzaron hacia el otro lado de la habitación. Mi espalda chocó contra la nevera y la abolló ligeramente.
-He de reconocerlo. Eres bueno.
-Tendrás que esforzarte más si quieres vencerme, muñequita.
Me levanté y crují mi espalda. Él se acercó a una velocidad vertiginosa. Intentó asestarme una patada en la rodilla pero me aparté y le golpeé en el pecho. Nuestros brazos se movían al unísono, golpeando y luego bloqueando a la vez que aprendíamos de nuestros movimientos. Corrí hacia el sofá y me tomé el resto de coñac que quedaba en un vaso. Luego, se lo lancé. Él lo cogió en el aire y luego me lo tiró de vuelta. El vaso chocó contra el sillón y se rompió en pequeños cristalitos afilados. Entonces él empezó a venir hacia mí. Yo esperé a que se acercara lo suficiente y le dí un puñetazo en la cara que le desequilibró. Su máscara se rompió por uno de los lados y pude ver su ojo izquierdo. Me miró bastante enfadado pero no vi ni una pizca de sed de sangre.
-Vamos, misterioso asesino. No irás a aflojar ahora que se estaba poniendo interesante, ¿verdad?- le dije, sonriendo.
-No. Lo siento, muñequita. Este jueguecito se acaba aquí. No me gustan las peleas eternas y esto está consumiéndome demasiado tiempo.
Sacó una bolsita de su chaqueta y la abrió para sacar de ella una bolita negra no más grande que un garbanzo.
-¿Oooooh, y que ha pasado con eso de "una pelea justa"?
-Un asesino usa todo lo que esté en su mano para cumplir su cometido. De una forma o de otra.
Me tiró la bolita y un gas que olía a óxido y metal me invadió las fosas nasales. Él me agarró por el cuello y se quitó la máscara para dejar ver su cara. La capucha le tapaba la mitad de la cara pero pude ver su boca y nariz. Una cicatriz atravesaba su rostro.
-Ha sido....entretenido.
Entonces yo le tiré una bolita igual a la suya a la cara. Él se sorprendió y cayó al suelo mientras el gas le golpeaba en la cara. Yo me agaché y le sonreí.
-Ah, estoy completamente de acuerdo. Parece que las grandes mentes piensan igual.
-¡¿Cómo?!
-Te pillé una bolsa durante la pelea. Sospeché que un asesino tan experimentado tendría un equipo profesional de alta calidad. Aunque es una pena que solo tenga un uso. Me gustaría utilizarlo durante mis trabajos.
-¡No! ¡Eso no! ¡¡¿Cómo sabías que usaría mi...
-No lo sabía.
Me agaché y le ayudé a levantarse.
-Me esperaba cualquier ataque. Tal y como has dicho, solo supuse que harías tu trabajo, como cualquier otro. De cierto modo, me parezco a ti.
Ambos reímos incómodamente pero su risa se convirtió en una tos seca.
-¿Te vas a morir?- le pregunté, algo preocupada.- Que lastima. Habías empezado a caerme bien.
-No, nada de eso. El miedo a que pudieran usar mis propias armas contra mí ya se extinguió hace tiempo. He podido inmunizarme casi al completo. ¿Pero...porqué a ti no te ha afectado?
-¡Por favor! ¡Solía esnifar esta mierda solo por diversión!
Con una bala rápida maté al millonario que trataba de escapar silenciosamente. Le corté las dos manos y le dí una de ellas al asesino misterioso.
-Ten. Dásela al que te pidió el asesinato como muestra de su muerte. No tiene porqué enterarse de que lo maté yo, aunque normalmente no soy tan superficial en mis asesinatos.
Él la cogió con gratitud.
-Gracias.- respondió tras una pequeña pausa.
-No tan rápido. Como recompensa por esta divertida velada, dime al menos tu nombre.
-...............Llámame Shiro.
-¿Shiro? Interesante. Bueno, si quieres que nos volvamos a ver y pasar otra noche inolvidable, pregunta por la inigualable Kuro en "La cantina de Äzz".
-Oh, puedes estar segura de que nos volveremos a ver, princesa.
(Vale, vamos a dejarlo aquí. Nos vemos en la próxima aventura, mis pequeños pecadores.)
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Enamorada de mi objetivo
RandomKuro, una asesina en serie, conoció a un chico en uno de sus trabajos. Compañía diferente, un asesino al igual que ella y su propia competencia. ¿Porqué después de la lucha y casi asesinarle, son incapaces de matarse? Quizá por su estúpido pensamien...