Ese chico me llamaba la atención. Dando un pequeño salto, se tiró por la ventana y desapareció de mi campo de visión. Dejó un rastro de un aroma que se me hacía familiar. Le hice una foto al millonario muerto y guardé la mano cortada en mi bandolera. Luego imité al chico y me lancé por la ventana. Mientras caía divisé las sirenas de la policía a lo lejos. Justo antes de tocar el suelo, enganché un arnés a la ventana de la que me había tirado y resbalé lentamente por el muro de piedra. Un fuerte dolor me golpeó las costillas pero rápidamente se convirtió en adrenalina. Caminé tranquila hacia mi Jeep Renegade negro y conduje hasta mi piso.
-"Más les vale pagarme bien por esto..."- pensé, mirando de reojo la mano que sobresalía de la maleta.
Mi casa quedaba bastante lejos, a las afueras de la ciudad, en un fraccionamiento donde vivían unas pocas personas a las que no conocía. Se trataba de una casa grande de dos pisos hecha de ladrillo verde, muy vintage.
El exterior estaba un poco arruinado pero el interior mantenía firme su estructura. Aparqué el coche de mala manera cerca del porche y me bajé, agarrando de paso la bandolera. Al entrar, vi a mi hermano Gin en la cocina, examinando el frigorífico. Gin también era sicario, pero como él era tres años mayor que yo, tenía un puesto y trabajos mucho mejores que los míos. Sin embargo, llevábamos juntos desde el segundo en que nacimos.
-Que haces, estúpido?- le pregunté, lanzando la mochila sobre la encimera.
-Aquí había un paquete con 12 latas de cerveza hace tres días.
-Y? No están?
-Tienes un problema.
-Que?! No he sido yo!
-Porfavor, somos dos en la casa! A menos que la vecina de 70 años se haya colado y haya robado todas las latas, tú eres la culpable Kuro!
Mi nombre lo dijo de forma despectiva, como burlándose. Sacó pan, mantequilla y jamón de la nevera y empezó a hacerse un empaderado.
-Estás acaso insinuando algo, Gin? Estoy a solo tres pasos de llegar a tu posición.
-Tres pasos demasiado grandes para tí, enana. Para ser Gin o Kin primero tienes que pasar por Shiro.
Ese nombre retumbó en mi cráneo e hizo que me pitasen los oídos.
-Qué has dicho?
Gin le dió un bocado a su sándwich y habló con la boca llena.
-Tienes que pasar primero por el puesto de asesino blanco si quieres ser plateado o dorado, Kuro.
-Shiro es superior? Pensé que Kuro era el último.....
-Y ahora mismo lo único que tienes son tus ridículos cuchillos y tus "habilidades doloríficas".
-Eh! A quién más conoces tú que gane poder sufriendo dolor?! A nadie! Solo a mi! Y es maravilloso! Lo que estás es celoso porque tú no estás vivo, sin corazón!- dije señalando a su pecho, el cual por supuesto, estaba vacío. Gin era como un zombie. No estaba vivo pero tampoco estaba muerto y no podía morir.
-Lo que tú digas, enana.
Gin me sacó la peseta y subió con su bocata en la mano. Divisé por el rabillo del ojo que había hecho otro bocadillo para mí y lo había dejado sobre la isla central. No pude evitar sonreír. Puede que pareciera un idiota y hablase como un idiota pero no engañaba a nadie. Él era un idiota integral.
-Voy a ir a La cantina de Äzz!
Gin bajó de nuevo con rapidez, casi ahogándose con el pan.
-No, no te lo permito.
-Como si te estuviera pidiendo permiso.
-No vas a volver después de lo que pasó la última vez.
Resoplé con los ojos en blanco. La última vez quizá me excediera con los chupitos y acabase generando una pelea que acabó en genocidio, pero fue todo culpa del gángster que me incitó!
-Gin, te juro que solo voy a ir para cobrar la recompensa de mi trabajo y buscar información. Te prometo que volveré antes de las nuev....doce. Antes de las doce.- le dije poniendo ojos de corderito degollado.
Gin suspiró. Sabía que no podía resistirse ante mi mirada suplicante.
-Vale, reina del caos. Te quiero aquí a las doce. Si no, iré a por tí y yo mismo te sacaré las tripas. Trato?
-Trato.
Chocamos las frentes y así sellamos el pacto. Fui a mi cuarto a cambiarme y me puse un atuendo que formaba parte de mis favoritos formado por una camiseta roja escotada, unos jeans negros y unas botas bajas. Me eché la bandolera al hombro y caminé hacia el bar. No estaba lejos, solo un poco escondido. Se encontraba entre dos departamentos alejados de mi barriada, lo cual era perfecto para que nadie pudiera seguirme hasta mi casa. En el aparcamiento pude ver unas marcas de ruedas que había hecho yo misma hace unas semanas, cuando escapaba de la policía por asesinar al jefe de la comisaría en el centro de la ciudad. El local era enorme, con dos pisos, un sótano y una gran antecámara de la cual salían luces de colores y música a todo volumen. Había una cola monumental para entrar pero yo la ignoré por completo y me planté delante del portero que me miró de arriba a abajo con una sonrisa.
-Hola, Kuro.- dijo con una voz grave y ronca.
-Hola Kiiroi. Es bueno ver que estás bien.
-Ya, por poco no lo cuento, sabes?- murmuró acariciándose el brazo izquierdo.- El homicidio no es algo que prohibamos pero tampoco lo practicamos. Te pasaste y mucho.
-Creía que eso era agua pasada....
-Para la mayoría. Tienes suerte de que sea comprensivo.- sonrió antes de abrirme.- Pásatelo bien.
-Gracias. Te debo una.
Dejé atrás los quejidos de la gente de la fila para adentrarme en aquél local de alegría y lujos sin fin.
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Enamorada de mi objetivo
RandomKuro, una asesina en serie, conoció a un chico en uno de sus trabajos. Compañía diferente, un asesino al igual que ella y su propia competencia. ¿Porqué después de la lucha y casi asesinarle, son incapaces de matarse? Quizá por su estúpido pensamien...