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Viernes a la noche. Nuestra tercera semana de clases terminó y ya nos encontramos hasta la punta de la polla con informes, tareas e investigaciones de mierda. Obviamente haré todas y cada una de esas cosas con Valentina porque, vamos, cuando tienes una mejor amiga cerebrito te le aprovechas un tantito no más para tener buenas calificaciones en tareas domiciliarias. Todos los años sucede lo mismo y entre nosotros no hay malentendidos ni ninguna clase de peleas.

Esta noche, una chica de nuestro salón nos invitó a una fiesta, a la cual Valen no tiene pensado asistir ni en un millón de décadas. Lo suyo es sentarse en un taburete con sus lentes de protección y una bata blanca en el sótano de su casa con elementos químicos sin ninguna clase de utilidad.

—Nos vamos de fiesta —canturrea Alex con sus brazos alzados en el aire y una sonrisa en el rostro.

Alex es un tío que conocí este año en la universidad y es demasiado majo. Su verdadero nombre es Alejandro pero a su vez es un nombre muy aburrido, así que lo bautizamos como Alex que suena más juvenil. Se dedica mitad de su tiempo a estudiar y la otra mitad a dormir y sentarse detrás de una consola. Al lado mío es un tío bastante enano con cabellos chocolate y ojos oscuros que han llamado la atención de muchas chicas al inicio del curso. Con él viene Mangel, otro tío majísimo que le cambiamos el nombre, con lentes de pasta y una actitud bromista. Se han acercado mucho a mí este último tiempo, y me vendría bien tener amigos hombres que les guste lo mismo que a mí.

—Así es, hombre —contesta el de lentes acomodando su camiseta en el asiento trasero de la camioneta. Los tres hechamos un grito eufórico dentro del vehículo y comienzo a conducir hacia el sitio de la fiesta.

—Yo solo me quiero tirar a la rubia de tercero cuatro —habla Alex con emoción sentado en el sitio del copiloto, al lado mío. Tiene aires de ganador.

—Tíratela y ya, no le veo el inconveniente a la situación —río mirando la carretera aún dándole atención a mis amigos. Mangel me da la razón desde atrás con una cara extraña.

—Tiene novio, y no es de nuestra edad, tiene como veintiocho y me dará una paliza si se entera —balbucea el enano moviendo las manos en el aire.

—Alex es un miedoso —canturrea Mangel en voz alta. Se acerca al oído del enano y continúa susurrando la misma línea.

—No lo soy, solamente soy precavido ante la situación —contesta el aludido.

—¡Vale! —me río con una carcajada— Sí sabemos que nunca te tomas en serio las relaciones amorosas de las chicas con las cuales tienes encuentros sexuales, Alex.

—¿Estuviste leyendo un diccionario en tus horas libres, Doblas? —se burla él ante mi uso de vocabulario.

Es un enano de mierda.

—Cierra la boca, princeso —me limito a decir reprimiendo una risa que trata de escaparse entre mis labios.

El sitio de la fiesta es una mansión de dos plantas, con una fuente en la entrada y se ve hacia el fondo una piscina de tamaño considerable. Los tres descendemos de la camioneta y caminamos hacia la entrada entre pequeñas bromas internas. Vemos a la anfitriona de la fiesta luciendo un vestido rosa con tacones blancos, se acerca a nosotros y nos saluda con dos besos en la mejilla a cada uno.

Alex se va en dirección a tres chicas más altas que él, se ve divertida la situación además de que Alex es un tío con rostro aniñado y todo eso. Pierdo a Mangel en dos segundos quedando solo en frente a la entrada dificultando el paso de los invitados.

Siento mi celular vibrar en el bolsillo de mis jeans ajustados; cuando veo la pantalla sé que debo irme de la fiesta unos minutos y más tarde volver.

el experimento gundersenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora