CADENAS DE TINTA

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Las ramas del gran arbol desvestido por el frio parecia seguir danzando el mismo baile que desde hacia tiempo. Sus ramas delgadas y desnudas rasgaban la ventana de vidrio, con un sonido rasposo. En la casa alumbrada por la luna palida, solo se veia una tenue luz amarillenta que se colaba por los barrotes de hierro de la ventana mas alta. La noche parecia querer camuflarla en su inmensidad, el viento calmo, casi imperceptible, que de a momentos silbaba y se paraba como queriendo contemplar la majestuosidad de aquella casa que se levantaba a las orillas del rio.

Sentia el correr hipnótico del agua, mientras contemplaba a cierta distancia, el que habia sido su hogar hace algunos años. Estatico, como un cuadro lugubre pintado por un pintor desesperado, y a la vez calido, que hacia emerger de sus venas un dulce sabor a su niñez, mescla de inocencia y severidad.

La contemplaba con ojos estaticos y agrandados, como si su imagen pudiera trasladarlo a una pasada epoca en donde la confusion de lo observable y lo imaginable era menos perturbador. Deseaba hacerlo, en efecto, trasladarse a su niñez, en donde los dias se resumian a andanzas por el jardin, caricias de su madre y palabras severas de su padre.

La noticia de su muerte habia dejado en su pecho una sensación confusa de culpabilidad y nostalgia. Se habia ido hace unos años, y sentia como su ausencia se habia escusado en falsas reuniones de estudio y amistades, envuelto en ciertos vicios los cuales hasta el momento no se habia preocupado en cuestionar.

Sus pensamientos eran remolinos danzantes en una noche fija, tan contrarios a la casa aparentemente estatica desde su partida. Al entrar lo primero que noto fue una ausencia.

El olor nitido de comida casera habia sido remplazado por el olor de las rosas que se colaba desde las ventana, rosas y polvo inundaba el aire. Todo lo demas parecia estar igual. La vieja alfombra color carmesi que su padre habia traido de algun viaje, el imponente piano a media sala que habia sido su refugio en sus epocas mas jovenes, el candelabro exageradamente grande para su luz . Los mismos sirvientes que lo miraban con semblante expectante y conmovido.

Las mismas pinturas, aquellas hechas por su madre, con un espiritu generalmente primaveral y colorido, lienzos desvirgados por motivos ambiguos y abstractos, pinturas que daban lugar a la interpretación de ciertas escenas aparentemente cotidianas de la vida. Pinturas de personas, con rostros aparentemente inmoviles con el paso de los años, a excepción tal vez, de la pintura del hombre con expresion anostagiada, que lo miraba demostrandole compasión, tal vez conmovido por su situacion actual de soledad.

Recordaba aquella pintura de su niñez, volviendo a su mente aquella sensación de ansiedad que sentia al verla, y como en las noches dicha ansiedad se convertia en cierto temor, al sentir como al ir a la cocina, los ojos de aquel personaje se clavaban en su espalda, y lo seguían por la oscuridad de la noche que nublaba sus sentidos. parece que en la niñez las cosas que no nos dejan ver se vuelven mas importantes, y no son negadas por la ceguera fingida del hombre racional.

Recordo como en los ultimos años de tu estadia, cada dia aumentaba el numero de veces que su mirada se dirigía a la pintura de aquel hombre, sintiendo aquella ansiedad al percatarse de que tal vez, sabia mas de lo que aparentaba, pues con cada jarron roto o cada mentira piadosa que le decía a su madre, la cara del hombre parecía tornase enfadada, como si quisiera reprocharle sus actos que serian solo sospechas. En los años mas cercanos al inicio de su juventud, pasaba largas horas sobre el sillón de cuero, mirando fijamente a los ojos de aquel hombre, que le devolvía la mirada con aire desafiante. Se corrieron voces de que el muchacho padecia depresión, pero su quietud se debia mas que nada al temor de que sus secretos, aumentados por una inocencia en decremento, fueran expulsados de aquel lienzo. Que la tinta que los contenia pudiera escurrirse por las paredes de su casa, y que bajando lentamente pudiera al cansarlo espesa en su confusión, y susurrarle todos sus males.

CADENAS DE TINTAWhere stories live. Discover now