Melodías a La Muerte

49 0 0
                                    

94. "Él murió en mis brazos.

Como si de un sueño eterno se tratase, solíamos yacer acurrucados en la cama, él abrazado a mi cintura, y yo atesoraba ese instante en mi cabeza mientras acariciaba la suya.
Primero dejó de hablar y creí que por fin se había quedado dormido, así que le apreté un poco más para que sintiera mi calor, a pesar de que el suyo ya comenzaba a desvanecerse. De repente, él dejó de respirar, y la Muerte se rió de mí por haber tratado de mantenerle con vida.
Y lloré, lloré porque ahora tenía que enfrentar sola los desafíos del mundo mientras él podría descansar. Lloré, porque su presencia había sido un obsequio de la Vida y ahora la Muerte tomaba su cadáver como trofeo.
Lloré, lloré porque ellos ganaron a costa de perderlo todo cuando nuestro amor murió con él".

95. "Ven, abrázame, necesito parar de sentir este fuego que me consume por dentro. Sé mi refugio contra todo aquello que intente lastimarme, protégeme bajo tus enormes alas.

Abrázame, quiéreme, que tu cuerpo siempre ha sido mi casa".

96. "Siento cada cosquilleo que inunda su ser, me mojan las lágrimas que corren por sus mejillas cuando se preguntan porqué tuvo que pasar esto o porqué eligieron este camino. Me asombran sus recuerdos y me estremezco con ellos; cada pastel de cumpleaños, cada carta sin entregar, cada beso, cada acostón, cada quiebre, cada guerra... Me encariño con cada sonrisa que regaló en la otra vida, y ahora me acompaña, tan dentro mío". 

97. "Te acogí estando roto, perdido y asustado. Te enjuagué en el lago de mis lágrimas al curar la sangre de tus heridas. Tambaleaste al ponerte de pie y caíste una y otra vez en mis brazos, haciendo que se acostumbren a tu calidez. Tal vez en vida no fuera suficiente, pero en este sueño eterno ya puedo decir que eres mío:

Sin arrepentimiento,
sin notas de suicidio,
sin coronas de flores.

Ninguno de tus amados llegó para verte partir y por eso te entregaste a mí, refugiado, y el amor que te faltaba encontraste. Me encontraste a mí, con los brazos abiertos, como nadie te había esperado jamás".

98. "Yo soy la única que te ama. Te he perseguido desde que naciste, pero te han sabido cuidar muy bien de mí. Estoy detrás de ti, yo sólo quiero que me mires; lo sabes, me sientes, me conoces. Sólo quiero que te quedes conmigo en la eternidad, que me ames como yo te amo desde que te conocí. Estamos destinados a estar juntos, y esto no tiene que doler en lo absoluto". 

99. "—Me dijiste que te quedarías.

Su tenue figura se mezclaba con la nada de ese cuarto oscuro, donde tanto le gustaba a él quedarse. Ella siempre fue así, tan nítida que era absurdo que nadie la viera. Y nadie la veía.
Ya no. Sólo él.
Porque ahora ella sólo dejaba que él la mirara. Se escondía de los demás, se encerraba con él en esa habitación, que hasta ya casi se volvió parte de la decoración.
—Sé lo que te dije —contestó, peinando sus cabellos un tanto cortos—, pero ya no puedo quedarme más.
—Ya no puedes quedarte más —dijo él, sonriendo con ironía.
¿Acaso había escuchado bien? Tantos años de lo mismo, teniéndola ahí todo el maldito tiempo contemplando su radiante sonrisa, su piel blanca y su cabello azul. Su maldito cabello azul. Ya se sabía de memoria sus gestos, sus tics nerviosos, sus manías, y todo eso había sido producto de tenerla cerca. De la nada, ella se convirtió en todo, a causa de un maldito simple "Hola"... Y ahora la descarada decía que ya no podía quedarse más. Cinco años de una historia que ahora terminaría con su partida.
—Lo lamento, pero me duele seguir aquí. Déjame ir —rogó ella—. No estás avanzando, te has estancado en este cuarto, en esa parte de tu vida que egoístamente te hice vivir...
—Fue lo más agradable que pudo haberme pasado —interrumpió el chico, poniéndose de pie.
—Lo sé...pero no fue el momento apropiado. No conmigo.
La observó de nuevo: su cabello había regresado a su negro natural, y se dio cuenta de que eso sucedía cuando estaba a punto de llorar, como ahora. Cuando estaba feliz, era del azul radiante con el cual la conoció. Ahora llevaba un vestido negro de encaje, cuando al inicio de esa noche era uno blanco. Ella cambiaba mucho por fuera, pero seguía siendo la misma.
—Lirio...

—Eres lo suficientemente valiente como para dejar que el lirio se marchite..."  

AmentesWhere stories live. Discover now