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Dicho con palabras amables, no era demasiado satisfactorio descubrir que los tres habían permanecido juntos y unidos durante aquellos años
mientras ella estaba sola, perdida en un pueblo del que nadie había oído hablar, donde solo llovía y llovía y llovía… Ellos, bueno, ellos lo debieron
pasar en grande en la universidad, disfrutando de fiestas y experiencias nuevas. Era consciente de que Luke y Jason merecían todo aquello, pero
Mike no. Jason tamborileó con los dedos sobre el brazo de su sillón y suspiró hondo.
—Es… es difícil ponerte al corriente —dijo, sin saber cómo empezar a contarle todo lo que había ocurrido porque, en primer lugar, no le
correspondía a él revelar parte de la historia—. Pero por si te consuela, le di un puñetazo a Mike cuando nos encontramos. Le partí la nariz.
Vale, sí que consolaba un poquito.
Rachel entornó los ojos.
—¿En la fiesta de Jack?
—¿Qué fiesta? ¡No! Él también desapareció. Los dos desaparecisteis —matizó y se rascó el mentón pensativo—. Creí que lo sabías.
—No. Como seguís en contacto, pensé que… pensé… —Dejó de hablar y se encogió de hombros, indecisa y confundida.
Entre el hecho de tener a Jason enfrente y escuchar nuevamente el nombre de Mike, le parecía que su cabeza no funcionaba bien. Todo
estaba aturullado y espeso, y muy turbio.
—Te llamé un montón de veces, Rachel. También pasé por tu casa. Al final, desistí. Una vecina aseguró que había hablado con tu tía cuando
fue a recoger algunas pertenencias y que ella le comentó que pensabas irte a Seattle —dijo, aunque su voz no reflejaba el reproche que cabría
esperar—. Luke y yo nos fuimos a la universidad y no volvimos a ver a Mike hasta dos años después, casi de casualidad…
Rachel tragó saliva y cuando habló lo hizo con un hilo de voz.
—¿Mike tampoco fue a la universidad?
Jason emitió una risa con cierto deje de tristeza que ella no pudo descifrar y después negó con la cabeza. Rachel sintió un escalofrío en cuanto
advirtió la cantidad de preguntas que comenzaban a asaltarla y colocarse en fila india, dispuestas a encontrar una respuesta… Pero no quería. No
quería ni preguntas, ni respuestas. No quería saber nada de todo ello. Se limitaría a lo básico.
—¿Cómo está Luke?
—Bien, más o menos. Es Luke —añadió como todo argumento.
—Ya. —De pronto sintió unas ganas tremendas de llorar, pero hacía años que no se permitía hacerlo—. Y por lo que veo, a ti las cosas te van
perfectamente… —Se frotó la nariz—. Te lo mereces. No sabes cuánto me alegro. —Echó un vistazo al reloj que colgaba de su muñeca—. Creo
que será mejor que me marche ya, se me está haciendo un poco tarde.
Jason se levantó, dio tres grandes zancadas y se paró frente a la puerta, evitando así que ella pudiese escapar. Y de verdad, de verdad que
Rachel necesitaba salir de allí cuanto antes.
—¿Perdona? ¿Prisa de qué? Pero si acabas de decir que tienes tiempo… —Él se cruzó de brazos—. ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué necesitas?
Cuéntamelo.
—Nada.
Ella también se había puesto en pie y, cuando notó que él intentaba buscar en sus ojos algún tipo de respuesta, se entretuvo colocándose
bien una de las horquillas que llevaba en el pelo. Se sentía débil. No quería derrumbarse delante de Jason. Lo único que deseaba era largarse.
Como si él hubiese adivinado su momentánea fragilidad, se inclinó un poco más hacia ella y rompió la escasa distancia que los separaba.
—Rachel, lamento… lamento muchísimo lo que ocurrió —dijo de pronto, sacudiéndola por la sorpresa—. Todo lo que pasó aquella noche.
Hemos intentado encontrarte desde entonces…
Ella presionó los labios con fuerza, antes de abrirlos para interrumpirlo.
—No es necesario que digas nada. Son cosas que pasan. —Se frotó las manos con nerviosismo; quería que dejase de bloquear la dichosa
puerta—. ¿Puedes… puedes apartarte a un lado?
Jason negó con la cabeza sin alterarse y apoyó la espalda contra la superficie lisa de madera; dobló una pierna y se quedó allí quieto, mirándola
en silencio durante unos instantes.
—Te fuiste sin avisar.
—Lo sé. Y lo siento, por ti, por Luke… —Dejó la frase a medias y suspiró—. Pero todo eso quedó atrás. Mira, no puedo permitirme el lujo de
ponerme a recodar y a dar explicaciones que en realidad no tengo. Fue difícil, pero es pasado. Y ahora… ahora tengo problemas más importantes
de los que ocuparme.
Paseó los dedos por la correa de su pequeño bolso color burdeos. No había estado tan nerviosa en años. Aquello era una tortura.
—¿Qué problemas tienes? Sea lo que sea, seguro que puedo echarte una mano.
—Deja que me vaya, Jason —rogó. Estaba a punto de derrumbarse.
—¿Estás buscando casa? —insistió.
Había indecisión en la mirada de Rachel. Se sentía como un cervatillo torpe y enclenque que debe decidir qué dirección tomar: a la derecha,
donde lo espera un grupo de cazadores furtivos, o a la izquierda, donde se relamen las hienas… No hacía falta demasiado ímpetu para que ella se
sintiese amenazada y atacada. Pero por otro lado…
Por otro lado era Jason. Él, que nunca le había fallado. Él, que le hacía recordar épocas más felices que ella se esforzaba por olvidar. Y aunque
cinco años era mucho tiempo, seguía mirándola con una calidez que la reconfortaba. Aún notaba la conexión que fluía entre ellos, esa especie de
complicidad fuera de toda lógica.
—Solo… Bueno… Solo le preguntaba a tu empleado si teníais en catálogo algún apartamento económico, pero ya me ha dejado claro que no
es así.
—Entonces supongo que es tu día de suerte porque estás frente al mejor agente inmobiliario de la ciudad —bromeó.
—Pensaba que Luke y Mike se habían quedado con todo el ego, pero veo que te han cedido una parte. Qué majos —ironizó, recuperando un
atisbo de seguridad.
Jason emitió una carcajada y le dedicó una mirada aterciopelada, como si desease decirle sin palabras lo mucho que la había echado de menos.No dejaría que Rachel volviese a escaparse jamás. Su lugar siempre había estado allí, con él, con ellos.
—No digas tonterías; sabes que esos dos no cederían un ápice de ego ni aunque estuviesen a punto de morir. —La convenció para que
volviesen a sentarse y rebuscó entre los papeles que estaban apilados en la mesa—. A ver… ¿dónde demonios he dejado…?
—¿Qué buscas exactamente?
—El hogar perfecto para ti —dijo mirándola de reojo un segundo, antes de seguir inspeccionando documentos.
—No te ofendas, pero ¿antes no deberíamos charlar para que sepas qué es lo que estoy buscando y cuál es mi presupuesto? Porque
actualmente…
—¡Aquí está! —exclamó interrumpiéndola.
Dejó caer sobre la mesa un grueso catálogo y lo abrió por la página treinta y tres. En la fotografía se veía una casa preciosa de dos alturas; la
parte inferior, recubierta por piedra rústica, contrastaba con el blanco impoluto de la superior, en la que destacaban unas enormes y altas
cristaleras. La admiración pronto se desvaneció y ella prorrumpió en una risotada.
—Ya, vale, buen chiste, pero prostituirme no entra en mis planes más inmediatos.
—No sería necesario, créeme. —Tamborileó con la punta de los dedos sobre la imagen del catálogo—. Aquí es donde vivo. Donde vivimos —
aclaró, dejando unos segundos de margen para que ella lo procesase—. He pensado que quizá te gustaría ser mi nueva compañera de piso —
sugirió.
Se le veía nervioso, no quería asustarla o intimidarla porque sabía que entonces solo conseguiría poner más barreras entre ellos.
—¿Dónde vivís? —preguntó confundida.
—Sí. Con Luke… y Mike.
Ella hizo todo lo posible por seguir respirando.
—¿Y puede saberse por qué vivís juntos?
Jason se encogió de hombros.
—No había ninguna razón para no hacerlo. La casa es de uno de mis mejores clientes y nos dejó el alquiler a un precio especial. A Mike le
gustó, y como él es quien paga la mayor parte… —Señaló la lista de especificaciones que se detallaban junto a la fotografía—. Hasta tiene piscina.
Y está en un punto alto de la ciudad, hay un mirador increíble en una de las colinas.
—Qué bien. —Fijó la vista en la puerta como para cerciorarse de que sí, efectivamente, seguía allí. Luego tomó aire antes de enfrentarse a
Jason—. Mira, es… es gratificante comprobar que las cosas os van bien, de verdad, pero antes que vivir con Mike preferiría que me sacasen los ojos
con una cucharita de café. No quiero volver a verlo jamás —sentenció—.Y, además, ni en sueños podría pagar una casa semejante.
Jason se apresuró a cerrar el catálogo con un golpe seco y a dejarlo a un lado de la mesa.
—Rachel, no sería necesario que pagases nada —dijo, pero rectificó en cuanto contempló el gesto ofendido de la joven—. O podría alquilarte
una habitación por lo mismo que estás pagando ahora, ¿qué te parece? —Inhaló hondo; no estaba logrando calmar las cosas—. Y sobre Mike,
confía en mí: no sería un problema. Ha cambiado. Y lleva años buscándote.
Ella se estremeció. ¿Buscándola? ¿Por qué? Había dejado muy claro lo poco que le importaba…
—De verdad que no puedo. Pero gracias por la propuesta, en serio. No has cambiado nada —susurró.
Jason siempre había sido una persona dispuesta a ayudar a los demás, a tender la mano incluso a riesgo de que le cogiesen hasta el codo.
—Espera, Rachel. No puedes irte.
Se levantaron a la vez. Él intentó pensar en algo que pudiese retenerla; tenía tantas cosas que decirle, tantos momentos que le hubiese
gustado pasar a su lado… no sabía cómo romper esa maraña de tensión que Rachel había tejido entre ellos. Algo había cambiado en ella. No era
nada físico. De hecho, apenas hubiese notado el paso de los años de no ser porque estaba un poco más delgada. El cambio que Jason entreveía
en su mirada era algo más profundo porque, para empezar, la chica de antaño se habría lanzado a sus brazos nada más verlo y habría soltado un
gritito agudo lleno de emoción. Era patente que esa chica había desaparecido tras la muerte de Robin, porque en esos ojos suyos ya no había
alegría; tan solo miedo y desconfianza.
—Estás diferente —señaló.
—Claro. Más mayor —contestó seria.
—No, no me refería a eso. Has cambiado.
—¿Te sorprende?
Jason dudó y permaneció unos segundos en silencio.
—Un poco. Aunque puedo entenderlo. Siento lo que le ocurrió a tu padre. Fue una gran pérdida para todos y no tuve ocasión de decírtelo en
su momento. Me hubiese gustado ir al entierro. Lamento que no quisieses que lo hiciese, que estuviese allí contigo… —Rachel apartó la mirada y él
ignoró el gesto—. Robin era una persona increíble.
Largarse sin más, huir de Mike y de todos ellos, fue la salida más fácil y rápida en aquellos momentos tan complicados. ¿Cómo hacérselo
entender…?
—Gracias. No hace falta que me acompañes, sé dónde está la salida… —susurró con la voz ronca por el nudo que le oprimía la garganta; no se
veía capaz de pronunciar ni una sola palabra más.
Abrió la puerta y salió. Jason la siguió por el pasillo y cruzó tras ella la sala principal, sorteando las mesas donde los agentes inmobiliarios atendían
a los clientes.
—¡Rachel! ¡Espera!
Ella se giró y sostuvo la puerta entreabierta de la calle; el aire cálido del exterior contrastaba con el frío del aire acondicionado.
—¿Ni siquiera vas a meditar mi propuesta?
—No tengo mucho que pensar al respecto…
¿Por qué insistía? ¿Acaso no se daba cuenta de lo doloroso que resultaba todo aquello para ella? No podía permitirse el lujo de hurgar más en
esa herida.
—Dame tu número de teléfono.
Jason volvió a sacar su móvil del bolsillo del pantalón y esperó pacientemente a que ella comenzase a dictarle.
—Creo que no es una buena idea. —Hizo una mueca—. Ahora mismo todo es demasiado precipitado…
—Rachel… —Le dirigió una dura mirada de advertencia.
Ella dio un paso al frente y pisó la acera de la calle. Evitó mirarlo y centró la vista en un caniche que paseaba unos metros más allá arrastrado
por su exigente dueña. Era incapaz de enfrentarse a Jason, pero sí podía huir otra vez, y seguir con su vida y fingir que no había pasado nada.
—No quiero que te lo tomes como algo personal, Jason —aclaró—. Pero durante estos años he tenido tiempo para pensar. Mucho tiempo. He
entendido que todo ocurre por una razón y que lo mejor siempre es dejar las cosas tal y como están. El destino decidió que tomásemos caminos
separados y…
—Pensé que lo decidiste tú.
Rachel presionó los labios.
—No tuve muchas opciones.
Él cerró los ojos y suspiró hondo, consciente de haber dicho más de lo que debía y de que varios de sus empleados empezaban a prestarles
No dejaría que Rachel volviese a escaparse jamás. Su lugar siempre había estado allí, con él, con ellos.
—No digas tonterías; sabes que esos dos no cederían un ápice de ego ni aunque estuviesen a punto de morir. —La convenció para que
volviesen a sentarse y rebuscó entre los papeles que estaban apilados en la mesa—. A ver… ¿dónde demonios he dejado…?
—¿Qué buscas exactamente?
—El hogar perfecto para ti —dijo mirándola de reojo un segundo, antes de seguir inspeccionando documentos.
—No te ofendas, pero ¿antes no deberíamos charlar para que sepas qué es lo que estoy buscando y cuál es mi presupuesto? Porque
actualmente…
—¡Aquí está! —exclamó interrumpiéndola.
Dejó caer sobre la mesa un grueso catálogo y lo abrió por la página treinta y tres. En la fotografía se veía una casa preciosa de dos alturas; la
parte inferior, recubierta por piedra rústica, contrastaba con el blanco impoluto de la superior, en la que destacaban unas enormes y altas
cristaleras. La admiración pronto se desvaneció y ella prorrumpió en una risotada.
—Ya, vale, buen chiste, pero prostituirme no entra en mis planes más inmediatos.
—No sería necesario, créeme. —Tamborileó con la punta de los dedos sobre la imagen del catálogo—. Aquí es donde vivo. Donde vivimos —
aclaró, dejando unos segundos de margen para que ella lo procesase—. He pensado que quizá te gustaría ser mi nueva compañera de piso —
sugirió.
Se le veía nervioso, no quería asustarla o intimidarla porque sabía que entonces solo conseguiría poner más barreras entre ellos.
—¿Dónde vivís? —preguntó confundida.
—Sí. Con Luke… y Mike.
Ella hizo todo lo posible por seguir respirando.
—¿Y puede saberse por qué vivís juntos?
Jason se encogió de hombros.
—No había ninguna razón para no hacerlo. La casa es de uno de mis mejores clientes y nos dejó el alquiler a un precio especial. A Mike le
gustó, y como él es quien paga la mayor parte… —Señaló la lista de especificaciones que se detallaban junto a la fotografía—. Hasta tiene piscina.
Y está en un punto alto de la ciudad, hay un mirador increíble en una de las colinas.
—Qué bien. —Fijó la vista en la puerta como para cerciorarse de que sí, efectivamente, seguía allí. Luego tomó aire antes de enfrentarse a
Jason—. Mira, es… es gratificante comprobar que las cosas os van bien, de verdad, pero antes que vivir con Mike preferiría que me sacasen los ojos
con una cucharita de café. No quiero volver a verlo jamás —sentenció—.Y, además, ni en sueños podría pagar una casa semejante.
Jason se apresuró a cerrar el catálogo con un golpe seco y a dejarlo a un lado de la mesa.
—Rachel, no sería necesario que pagases nada —dijo, pero rectificó en cuanto contempló el gesto ofendido de la joven—. O podría alquilarte
una habitación por lo mismo que estás pagando ahora, ¿qué te parece? —Inhaló hondo; no estaba logrando calmar las cosas—. Y sobre Mike,
confía en mí: no sería un problema. Ha cambiado. Y lleva años buscándote.
Ella se estremeció. ¿Buscándola? ¿Por qué? Había dejado muy claro lo poco que le importaba…
—De verdad que no puedo. Pero gracias por la propuesta, en serio. No has cambiado nada —susurró.
Jason siempre había sido una persona dispuesta a ayudar a los demás, a tender la mano incluso a riesgo de que le cogiesen hasta el codo.
—Espera, Rachel. No puedes irte.
Se levantaron a la vez. Él intentó pensar en algo que pudiese retenerla; tenía tantas cosas que decirle, tantos momentos que le hubiese
gustado pasar a su lado… no sabía cómo romper esa maraña de tensión que Rachel había tejido entre ellos. Algo había cambiado en ella. No era
nada físico. De hecho, apenas hubiese notado el paso de los años de no ser porque estaba un poco más delgada. El cambio que Jason entreveía
en su mirada era algo más profundo porque, para empezar, la chica de antaño se habría lanzado a sus brazos nada más verlo y habría soltado un
gritito agudo lleno de emoción. Era patente que esa chica había desaparecido tras la muerte de Robin, porque en esos ojos suyos ya no había
alegría; tan solo miedo y desconfianza.
—Estás diferente —señaló.
—Claro. Más mayor —contestó seria.
—No, no me refería a eso. Has cambiado.
—¿Te sorprende?
Jason dudó y permaneció unos segundos en silencio.
—Un poco. Aunque puedo entenderlo. Siento lo que le ocurrió a tu padre. Fue una gran pérdida para todos y no tuve ocasión de decírtelo en
su momento. Me hubiese gustado ir al entierro. Lamento que no quisieses que lo hiciese, que estuviese allí contigo… —Rachel apartó la mirada y él
ignoró el gesto—. Robin era una persona increíble.
Largarse sin más, huir de Mike y de todos ellos, fue la salida más fácil y rápida en aquellos momentos tan complicados. ¿Cómo hacérselo
entender…?
—Gracias. No hace falta que me acompañes, sé dónde está la salida… —susurró con la voz ronca por el nudo que le oprimía la garganta; no se
veía capaz de pronunciar ni una sola palabra más.
Abrió la puerta y salió. Jason la siguió por el pasillo y cruzó tras ella la sala principal, sorteando las mesas donde los agentes inmobiliarios atendían
a los clientes.
—¡Rachel! ¡Espera!
Ella se giró y sostuvo la puerta entreabierta de la calle; el aire cálido del exterior contrastaba con el frío del aire acondicionado.
—¿Ni siquiera vas a meditar mi propuesta?
—No tengo mucho que pensar al respecto…
¿Por qué insistía? ¿Acaso no se daba cuenta de lo doloroso que resultaba todo aquello para ella? No podía permitirse el lujo de hurgar más en
esa herida.
—Dame tu número de teléfono.
Jason volvió a sacar su móvil del bolsillo del pantalón y esperó pacientemente a que ella comenzase a dictarle.
—Creo que no es una buena idea. —Hizo una mueca—. Ahora mismo todo es demasiado precipitado…
—Rachel… —Le dirigió una dura mirada de advertencia.
Ella dio un paso al frente y pisó la acera de la calle. Evitó mirarlo y centró la vista en un caniche que paseaba unos metros más allá arrastrado
por su exigente dueña. Era incapaz de enfrentarse a Jason, pero sí podía huir otra vez, y seguir con su vida y fingir que no había pasado nada.
—No quiero que te lo tomes como algo personal, Jason —aclaró—. Pero durante estos años he tenido tiempo para pensar. Mucho tiempo. He
entendido que todo ocurre por una razón y que lo mejor siempre es dejar las cosas tal y como están. El destino decidió que tomásemos caminos
separados y…
—Pensé que lo decidiste tú.
Rachel presionó los labios.
—No tuve muchas opciones.
Él cerró los ojos y suspiró hondo, consciente de haber dicho más de lo que debía y de que varios de sus empleados empezaban a prestarles

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⏰ Last updated: Feb 01, 2019 ⏰

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Nubes de espacio©Where stories live. Discover now