One-shot

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Goku regresaba a su casa, había sido un largo viaje en avión pero estaba satisfecho, visitar a su abuelo era lo que había planeado desde tiempo atrás y todo le había resultado a la perfección, su abuelito se había llevado una grata sorpresa al verlo de pie junto al portón después de que llamó a la puerta, la sonrisa que ese anciano mostro al reconocerlo fue una de las más grandes satisfacciones que había experimentado a lo largo de sus veintitrés años.

Y ni hablar de la despedida, casi se le rompió el corazón al dejar de nuevo solo a su querido viejecito pues la verdad es que no sabía cuándo volvería a visitarlo.

Lo único que lo animaba era saber que en casa lo esperaba su amado esposo, perfecto ante sus ojos y envidiable ante la mirada del resto.

Sabía perfectamente que Vegeta se encontraba a esa hora trabajando o quizás comiendo en alguna fonda, después de todo apenas era la hora de la comida si le hubiera avisado con tiempo de que había regresado quizás justamente en ese momento se estarían encontrando ambos en la puerta de su departamento, intercambiando sonrisas al intentar introducir la llave de la perilla al mismo tiempo; pero no, no lo hizo, quería llegar a descansar un rato para que más tarde estuviera cargado de energía para poder prepararle la cena a su esposos y complacerlo en todo, como una especie de compensación por haberse ausentado toda esa semana, quería sorprenderlo.

Abrió la puerta sonriendo ampliamente imaginando la posible reacción de su esposo, pero en cuanto puso un pie en la sala/comedor su sonrisa se esfumó y sus ojos se abrieron grandes, unos fuertes sonidos salían de la habitación del fondo, la que compartía con Vegeta.

A pasó tembloroso fue caminando hasta su habitación, el sonido de la madera siendo pisada por sus pasos era ahogado por los jadeos y gemidos que salían por la puerta y su llanto era silenciado con su mano bañada en lágrimas, negándose a creer lo que su mente le decía que estaba sucediendo en su propia cama.

– no... – negó con la cabeza, su voz entrecortada no se había escuchado en medio del acto sexual que está presenciado, su esposo estaba hacia suya a otra persona que no era él, a la única mujeres que lo conocía perfectamente desde que tenía memoria, su mejor amiga casi hermana era acariciada por las manos de Vegeta mientras que era besada por los labios que alguna vez lo besaron a él prometiéndole la luna y las estrellas, jurándole amor eterno. Los gemidos de Bulma eran una tortura para sus oídos y un castigo para sus ojos el ver como aquel peliflama que tanto amaba le hacía el amor a alguien más, pero nada de eso se comparaba con el dolor de su corazón, miles de agujas pinchándolo, perforándolo como si la vida misma se le estuviera escapando por esos imaginarios agujeros que dejaban las agujas al salir para volverse a enterrar con más fuerza - ¡¡NOOO!!

El jarrón que adornaba con sus flores la habitación de ambos terminó en el suelo y el sonido de los resortes del colchón rechinar había cesado y un silencio sepulcral abarcó todo el ambiente, aún se escuchaba en las paredes el eco de los fragmentos de cerámica tocar el suelo después de abandonar su forma de florero.

Las expresiones de espanto fue lo que terminó por decorar el ambiente del momento.

– ¿K-Kakarotto? – le preguntó el peliflama sin saber qué más decir, saliendo rápidamente de la peliazul para encarar a su esposo – ¿q-que haces aquí? Pensé que...

– ¡CÁLLATE! – rugió sintiendo asco y odio por aquella voz que encendía su cuerpo, pero su mirada solo mostraba decepción y tristeza, reflejo de su corazón roto – ¡¡ESTAS EN NUESTRA MALDITA CAMA!! ¡¡EN LA QUE COMPARTIMOS NUESTRAS NOCHES!!

– cálmate Kakarotto, déjame explicarte, yo... – el mayor se intentó escusar, acercándose a paso lento hasta él.

– ¡¡NO ME TOQUES!! – escupió lastimando su garganta, su mano había alejado la Vegeta quien había intentado ponerla en su hombre – ¡¡Vístete, maldita sea!!

La Vida Te Da... Pero También Te QuitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora