Capítulo 1

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Yo, no soy un perro, yo, no soy un animal y, sin embargo, tuve un dueño, yo, fui un esclavo, algunas veces llegue a dudar cual era la diferencia entre mi condición y la del perro del capitán de los hombres que nos tenían cautivos a mis compañeros y a mi, hasta que llegaba a la conclusión de que esa diferencia era que, al menos ese animal que no tenía cariño alguno por su dueño ni viceversa, que todo lo que hacía no era más que por conveniencia y, que al hallar la oportunidad, simplemente correría hacia su libertad, al igual que yo, la diferencia era: que al menos él comía todos los días y que dormía en una cama.

El capitán, aquel hombre ya mencionado, sin piedad alguna, parecía tener corazón, pero solo en ciertos momentos fugaces cuando se encontraba en compañía de su esposa, pero todo cambio tanto para él como para nosotros en ese trágico día; un incendio se desató sin razón alguna, muchos cuentan que simplemente fue un acto de justicia por parte del destino, pero yo, veinte años después, sigo sin creer tal cosa; el fuego acechó la casa del capitán y por consecuencia el lugar en el que nosotros nos encontrábamos, la casa, al ser de madera, se desmoronó en un instante con la esposa del capitán adentro pero sin él capitán. El, apresurado y con los pensamientos que ni el hombre más malvado se merece tener en su mente, corrió apenas se enteró de la trágica noticia, una vez se paró frente a la puerta en llamas, hizo un acto de esperanza desesperado por encontrar esa negación que tanto buscaba en su cabeza y así poder vivir un día más, pero todo fue en vano, el cadaver de su esposa fue lo único que pudo ver de ella antes de que se convirtiera en cenizas. En ese momento el capitán y yo pudimos tener empatía, y aunque él lo negaría por Dios en su máximo ser, yo sé que si porque en ese momento el se cuestionó si valía la pena vivir, si él mañana curaría su herida, si él ayer se desvanecería en el tiempo y sobre todo, si alguna vez volvería a ser el mismo. Unos días después él se puso frente a uno de las personas a las que yo podía llamar "amigo", agarró aire y le dijo -Mátame maldito negro, no tengo por qué vivir, al fin estamos al mismo nivel. Todos nos quedamos callados, no por el hecho de que haya ofendido a nuestro amigo, lamentablemente eso era algo de día a día, sino por el hecho de que él se había rendido, por el hecho de que teníamos la oportunidad de liberarnos de el hombre, si es que se le puede llamar así; que nos forzó a trabajar y, a la más mínima señal de negación, nos "castigaba" con un latigazo en la espalda que a varios nos dejó una cicatriz con la excusa de que éramos inferiores a él solo por haber nacido con un color de piel diferente, que ninguno de nosotros pedimos nacer así, ni tuvimos la libertad de elegirlo. Creo que nuestra reacción fue correcta, ya que todos teníamos ese impulso de asesinarlo a sangre fría, pero a que costo? Perderíamos la humanidad, o simplemente demostraríamos y comprobaríamos su argumento que utilizaba cada vez que podía para lastimarnos? Entonces, fue como el hombre que fue ofendido, tomó valor y golpeó al capitán en la cara, para dejarlo inconsciente.

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⏰ Última actualización: Feb 02, 2019 ⏰

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Esclavitud entre los esclavosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora