Capítulo dos.

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El viernes de esa semana fue más tranquilo; luego de haber entregado su carta de renuncia, tuvo que verle la cara a su compañero de cuarto todo un día, pero no se quejaba, seguía igual de sereno.

A diferencia de una que otra lata que andaba tirada por el suelo, o debajo del sofá o debajo de las camas y también de las llamadas perdidas del inquilino del departamento, ¡oh! Y de las discusiones que habían mantenido TaeHyung y NamJoon, el cual, este último, era reprendido por el primero, quien le decía que debía dejar de ser tan vago, que consiguiera un empleo, que por su culpa estaban en esas condiciones, que era un mantenido y muchas más.

Así que, definitivamente, era un día tranquilo.

Quiso leer un poco por motivos de estudios, mas, no era algo que le molestase mucho, en realidad. Leía “Samguk Yusan”. Apenas iniciaba a estudiarlo, por lo que le costaba demasiado enfrascarse en el escrito debido a su comienzo. Y no sólo esa obra, sino todas las que terminaba leyendo, incluso si le interesaba.

—¡Hey! ¿Qué lees? Debemos irnos. —Aquella voz que a veces, en su mayoría, le irritaba, le hizo sobresaltar y el dueño de esa voz se lanzó sobre la cama mientras le quitaba el libro de entre sus manos para leer lo que decía. Esto le impacientó tanto al adverso que se lo arrebató con hastío, dirigiéndole una mirada como al que le deben y nunca le pagan. NamJoon tan solo ignoró aquel gesto.

—Un montón de palabras. ¿A dónde nos vamos?

NamJoon sonrió en respuesta mientras se levantaba de la cama y dejaba a un joven confundido, el cual se mataba tratando de entender a dónde se dirigían. —A trabajar. Rápido que allá son muy exigentes con el tiempo.

Obedeció, dejando el libro a un lado, para encaminarse a tomar una ducha y elegir la mejor ropa para verse presentable a donde sea que fuesen. En realidad, no tenía ganas de ir, quería quedarse todo el día encerrado en casa mientras intentaba enfrascarse y ponerse en los zapatos de los personajes de aquel libro y así no fracasar en los exámenes del fin de semana.

No sabía qué pensar en realidad, no es como si a cada instante su roomie* le diga que dentro de dos días obtendría un nuevo empleo, y que ese día haya llegado, para colmo, justamente en esos momentos. Estaba a sólo unos largos minutos de conocer a sus jefes, de conseguir una paga —que no sabía si era buena o no—, de cambiar de aires, de algo nuevo. Sentía que era algo distinto a sus anteriores trabajos, ¿nadie ha sentido aquello de saber cuando algo que se aproxima es bueno o malo? ¿algo que tus instintos te alertan o te tranquilizan? Pues, TaeHyung se sentía así, que era algo bueno, pero como todo oficio, tendría sus dificultades en ciertos momentos.

—¿Estás listo? —Volvió a sobresaltarse al tiempo en que iba en busca de su traje, quizás debía estar en uno de esos lugares, por ahí, tirado. —. Eh, sin traje. Esa camisa te hace notar bien, olvida el traje.

Y, con ese consejo que le acomodó mejor, fueron ambos a tomar el taxi que hace un rato NamJoon había pedido. Uno permanecía más emocionado que otro, por supuesto, quien había solicitado el taxi. Éste no paraba de decirle a TaeHyung que la iba a pasar bien, que sería algo que le haría mejor y que no tendría que salir tan amargado de ahí como antes había hecho, que podría coger un descanso emocional, y que esto y que lo otro.

Aquí... Era donde comenzaba a desconfiar de sus palabras incluso de sí mismo. Tan sólo de ver una inmensa casa, mansión, podría llamarla, rodeada de pinos y árboles gigantescos y bien atendidos, tenían un follaje verde, teniendo también diversos colores y un jardín que nunca había tenido de pequeño. Éste tenía hasta patos y pollitos de aquí allá. Él había sido testigo de todo aquello con tan sólo salir del taxi y acercarse al gran portón. Trató de afirmarlo cuando volteó a ver su amigo quien le miraba con esa sonrisa que emanaba confianza. Estaba, en esos instantes, en una crisis de nervios que venían acompañadas por inseguridad.

Cieco; TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora