Z W E I

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Aquel era un lugar misterioso, que en primer lugar no tendría por qué estar allí. El alcohol, el dinero y el conflicto nunca faltaban, como si se tratase de una nueva versión de Sodoma; un pueblo diseñado para el pecado sería la descripción perfecta de aquel lugar. Pese a que los ahí presentes llegaron con el objetivo de cazar lobos salvajes y otras criaturas la realidad es que solo unos pocos se dedicaban a diseñar estrategias, mejorar sus armamentos y continuar la ruta hasta llegar a lo más profundo de la montaña, donde los árboles formaban un pasadizo engañoso que cubría incluso el más mínimo rayo de luz y donde la oscuridad llegaba hasta las entrañas del hombre.

El número de personas intentando cazar era muy pequeño y, quisieran o no, los que habían dejado de intentarlo se veían a obligados a topárselos en su regreso, encontrando casi siempre la noticia de que solo uno o dos de todo el pelotón fueron capaces de volver con vida. Sus heridas, extremidades perdidas y el olor a sangre desalentaban aun más, por lo que nuestros huérfanos no se han animado a probar su suerte, todavía. ¿Para qué hacerlo, cuando a principios de aquel torbellino de oscuridad pueden encontrarse las monedas con que cargaban aquellos aventureros ya fallecidos? E incluso si no aparecía ningún grupo de nuevos cazadores bien eran capaces de robar las pertenencias de aquellos cuerpos moribundos escondidos en cada esquina.

—Tener dinero es fácil si aprendes a fluir con la corriente. —comentó Richard, un nuevo amigo que nuestros protagonistas hicieron a los pocos días de su llegada.

Él era inteligente y astuto, pero muy flojo y un bueno para nada, a fin de cuentas. Movido por la ambición del dinero sin esfuerzo se las había arreglado para estafar a más de uno sin sufrir las consecuencias de sus actos. Tiraba de su suerte mientras comía y bebía a orillas de una fogata iniciada por los paganos, que cada noche sin falta se reunían a tocar sus guitarras de ritmos bohemios y bailar como si no hubiese otra cosa que hacer. Y en verdad, así era para todo el mundo. Pocos eran los que se dedicaban a trabajar el dinero y apenas un puñado de los veteranos se empeñaban en continuar con su afán de ir a la caza de lobos.

Incluso entre el grupo de chiquillos que seguimos como espectadores, sólo Pedro viaja de carpa en carpa en busca de herramientas que puedan usarse para la cacería. Las niñas parecen más interesadas en el sonido que producen los instrumentos al anochecer y John desaparece entre las sombras acompañado de morenas de ojos preciosos. Casi todos olvidaron su meta inicial y Pedro debería hacer lo mismo; después de todo, ¿para qué irse de cacería y morir, cuando puedes vivir cada día como si fuera una fiesta? Esta situación no es culpa de nadie, pero si quieres sentirte mejor y ceder las responsabilidades a algo entonces culpa al pueblo que, a fin y al cabo, ha sido creado para que la escoria de la humanidad se reúna toda en un mismo lugar. Tiene sentido, ¿cierto? ¿quién quiere a un montón de inútiles vagos yendo de un lado a otro, después de todo?

Tierra prohibidaWhere stories live. Discover now