Armadura de cemento

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N. de la A.: ¡Bienvenidas y bienvenidos a este nuevo capítulo!

Tenemos horror, violencia, lemmon, angustia y esperanza, todo bien revuelto y servido con vodka y jugo de arándanos xD

Como siempre, dedicado a las chicas que jamás pierden la fe en mí y llenan mi Wattpad o mi página de fanfiction con sus hermosos reviews: Ary Lee, Jill Filth, ProjectRevolution, Cayendoenelolvido, y una mención especial a la preciosa Lady Yomi. ¡Gracias por todo!

Canciones: When you love a woman by Journey, Mmm mmm mmm mmm by Crash Test Dummies, Cover my eyes by Marillion, Where's my mind? By Pixies.

Disclaimer: Los personajes utilizados aquí son propiedad de Capcom, excepto la lunática Noiholt Maüser (y uno que otro OC más), esa chiquilla sí que es mía x'D.

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Capítulo 7: Armadura de cemento

Noiholt despertó gracias al frío que le calaba los huesos. Intentó moverse, pero tenía las muñecas apresadas a su espalda; sentía los brazos dormidos, así supo que llevaba mucho tiempo en la misma posición incómoda, acunada por el suelo frío de baldosas y las paredes de cemento. Alzó los párpados lentamente, convencida de que nunca le habían pesado tanto, y se arriesgó a echar una mirada a su alrededor: vio muerte rodeándola con un amplio abrazo ensangrentado, cerniéndose sobre ella como un mal presagio. Ahogó un gemido. A su lado un torso sin brazos ni piernas es su compañía más próxima, y a sus pies, la cabeza cercenada de quien reconoció como la azafata que la recibió al subir en el avión la miraba directamente a los ojos, advirtiéndole que moriría muy pronto.

Abrumada, Noiholt se mordió el labio inferior para no vomitar, o llorar, pero fue inútil: el terror de no saber en dónde se encontraba o qué harían con ella era mucho más fuerte. De sus ojos comenzaron a caer lágrimas impotentes una tras otra, su saliva tenía un intenso sabor a sangre y bilis. Escupió hacia un costado, percatándose de que le faltaban dos muelas. ¿Cuándo las perdió? No podía recordar, era como si una molesta bruma le empañara sus memorias más próximas. La cabeza empezó a palpitarle en ese instante.

Entonces, escuchó los gritos.

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Ada y Leon se observaban fijamente el uno al otro sin decir palabra; este último especialmente, ya que todas las preguntas que se iban formando a la velocidad del rayo en su cabeza parecían atropellarse, sin dejar salir a ninguna («¿Ada espiando a Noiholt? ¿Por qué, es que hay algo que no sé? ¿Desde cuándo?»). Pasado un minuto la espía bufó con cara de aburrimiento.

—Entonces, ¿me dirás a qué hora se fue? —inquirió en tono monocorde por segunda vez, ya que en la primera Leon pareció no escucharla.

—No pienso responderte hasta que me cuentes qué está pasando y por qué la estabas siguiendo. Los secretos entre nosotros... sabes que no me gustan, pero ahora involucraste a mi novia y eso es muy grave. —Se cruzó de brazos y apoyó la espalda en la barrera—. Estoy furioso, Ada.

Ella lo miró como si fuera un chiquillo enfurruñado.

—Me encantaría que nos sentáramos a tomar el té para charlar como en los viejos tiempos, pero a tu chica no le sobra el tiempo. —Le sonrió fugazmente—. Entonces, ¿a qué hora se fue?

—Estás jugando conmigo de nuevo.

—¿Quieres que viva o no?

Leon, conmocionado por la pregunta, tragó saliva.

Muro de BerlínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora