Capítulo 1

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Me encanta mi trabajo, me encanta mi trabajo, me encanta mi trabajo,... no es que esté loca, pero debo repetirme esto tras levantarme a horas intempestivas con el frio que hace y lo bien que estoy en mi camita. Con muchísimo esfuerzo salgo de mi habitación en dirección al baño. Sharon ya se ha levantado y ha preparado café, porque los ojos no los tendré muy abiertos, pero mi olfato ha despertado al instante gracias a el olor a café que inunda el apartamento. Este olor me hace sonreír, me hace sentirme en casa; pensaréis que me conformo con poco y es la verdad. Pienso que la vida es bastante sencilla y que somos nosotros los que la complicamos.

Ya en la ducha, me dejo envolver por el agua caliente y el olor a vainilla de mi jabón. Llevo años utilizando el mismo aroma y creo que ya está tan impregnado en mi piel, que soy como un ambientador. Vale, quizá sea un poco exagerada, pero tengo que aclarar que también utilizo el champú, la loción corporal y la colonia, vamos toda la gama. ¿Entendéis ahora por qué digo que parezco un ambientador?

Una vez duchada y con el pelo seco estoy mucho más despejada y dispuesta para un nuevo día. Llego a la cocina donde tras la barra americana que la separa del salón, encuentro a Sharon, mi compañera de piso y mi mejor amiga, sentada disfrutando del que creo que es su segundo café y mirando las noticias en su móvil.

Me quedo observándola unos segundos y vuelvo a sonreír. Pienso en lo mucho que ha significado para mí encontrarla. Vine a Nueva York con unos pocos ahorros, sin el apoyo de mis padres y tras terminar mi relación con mi ex novia. Y sí, he dicho novia. No me considero bisexual ni todo lo contrario, quizá haya personas que necesiten ponerse una etiqueta, yo no simplemente prefiero ser yo misma.

Llegué desde España persiguiendo un sueño, que a día de hoy es una realidad. Siempre me ha gustado dibujar, aunque para mis padres eso era más un pasatiempo que una profesión que te hiciera ganar dinero. Hice un curso como tatuadora a sus espaldas y gracias a Sharon, a la cual conocí tras ver un anuncio en internet en el que decía que buscaba compañera de piso, encontré trabajo en uno de los mejores estudios de tatuajes de Brooklyn.

Todo ocurrió demasiado deprisa. Mi relación había acabado fatal, para mis padres era una fracasada porque a mis veintinueve años no había estudiado una carrera y estaba sin trabajo, y prefería ponerme a dibujar antes de salir a la calle a entregar curriculums. Necesitaba un cambio de aires y entonces no sé bien como acabé en una página en la que gente buscaba compañeros de piso. Lo fácil hubiera sido cambiarme de ciudad, pero no, yo me cambié hasta de continente. De eso ya hace dos años, y estoy más que feliz. Y no penséis nada raro, Sharon y yo somos amigas y nunca ha pasado nada entre nosotras. No por gustarme las mujeres también, voy tirándome a los cuellos de todas, aunque para muchas personas, los que son como yo, somos meros viciosos.

—Tierra llamando a Sylvia. ¿En qué piensas? —pregunta mi amiga, dejando la taza de su café en el fregadero y apoyando la cadera en la encimera de la cocina.

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2020 ⏰

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