Mis labios están sellados

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Las vacaciones de verano se acercaban. Natsume no había vuelto a verse a solas con Nana, por un lado consideraba que era lo mejor, ya que no podía permitirse tener ningún tipo de relación con ella. Intentaba mantener la distancia, pero en no pocas ocasiones ella había tratado de hablar con él. Se sentía aliviado de no tener que verla durante las próximas semanas.

No había estado en contacto con sus amigos del bar y el recuerdo de Manami cada vez se volvía más vago. Decidió que, esa tarde después de clases, pasaría por su anterior trabajo, visitaría a sus amigos y tomaría algo con ellos. Necesitaba distenderse un poco y no le pareció mala idea.

Se quedó una hora más de lo normal para dejar terminado todo el papeleo antes de las vacaciones, apagó las luces y salió a la calle. Llevaba varios meses sin fumar, pero el solo hecho de pensar en que no vería a Nana lo ponía ansioso. Una parte de él sabía que quería verla, mientras tanto la otra luchaba por retomar el control y no correr riesgos.

Encendió un cigarrillo y comenzó a caminar. El bar no quedaba lejos de la escuela, pero se tomó su tiempo para vagar por las calles hasta terminar de fumar. Cuando se estaba acercando a la puerta del recinto, escuchó gritos provenientes de la parte trasera. Un hombre estaba gritando y pateando cosas, creyó que quizás era un ladrón o el esposo enfurecido de alguna clienta habitual –había presenciado varias escenas de ese estilo mientras trabajó ahí–, pero era algo mucho peor.

Allí atrás, hecha una bola en el suelo, con la cara sucia y los ojos llorosos, estaba Nana. Shun Kitamura estaba parado justo a su lado, sosteniendo un móvil rosa con un pequeño strap de oso panda colgando de él.

—¿Qué diablos..?— intentó decir Natsume, pero su cuerpo fue más veloz y en menos de un segundo se había lanzado hacia Shun y le había asestado un terrible golpe en la cara.

Sus lentes cayeron al suelo y se rompieron. Aún con la respiración entrecortada tomó por el cuello de la camisa al muchacho y comenzó a gritarle:

—No sé lo que te pasa, no sé lo que quieres, pero si te vuelvo a ver por aquí, si te encuentro cerca de Yoshikawa una vez más, volveré a golpearte. Y la próxima vez será más fuerte.

—Esto no se va a quedar así, ¡ustedes dos están enfermos— le contestó Shun escupiendo sangre y recomponiéndose para luego salir disparado como un cohete.

Natsume se pasó por la mano por el cabello al mismo tiempo que volteaba para ver a su Nana tirada en el suelo. Se agachó y la ayudó a levantarse, luego se volvió y recogió el móvil que Shun había tirado por los aires antes de irse.

Se lo dio en la mano y sus dedos se tocaron por un instante. Esa electricidad, esas sensaciones que sentía cada vez que estaba cerca de ella. Todo esto estaba mal, pero no quería detenerse. Ya no podía detenerse.

—¿Qué sucedió?— le preguntó intentando verla a los ojos.

—No es asunto suyo, profesor— respondió Nana a la vez que le corría la cara para que él no pudiera verla.

Después de lo que había presenciado, después de golpear a otro estudiante por ella y arriesgarse a perder el empleo que le había tomado tantos años de estudio conseguir, Natsume no iba a permitirle a Nana dejar pasar esto sin una respuesta. La tomó por la barbilla y dejó su rostro justo frente al suyo, haciendo que ella inevitablemente tuviera que mirarlo.

—¡No quiero decírselo! ¿Está bien? Es algo privado. Me siento incómoda hablando con... usted.

—No hace falta que me hables como tu profesor, estamos fuera de la escuela y además mañana comienzan las vacaciones de verano— Natsume había suavizado el tono, tenía la sensación de que si continuaba tenso ella no le contaría lo que estaba sucediendo.

—Bien... Shun solía ser mi novio, pero terminamos porque era un imbécil. Lleva varios días insistiendo en que regresemos. Le dije que no era posible porque...Porque me gusta otra persona. No me creyó, entonces vino de repente y me arrebató el móvil. Encontró todas las fotos que tomé en secreto, se volvió loco y comenzó a gritarme. Tenía mucho miedo— la voz de Nana se quebró y comenzó a llorar desconsoladamente.

No pudiendo controlar su cuerpo una vez más, perdido entre miles de sensaciones desconocidas y, a la vez, guiado por alguna extraña fuerza, Natsume la besó.

Para su sorpresa, Nana no rechazó el beso. Muy por el contrario, se aferró con más fuerza a él y pudo sentir como el corazón de ambos latía fuertemente a la par. Aunque sus labios se separaron y sus miradas se escondieron torpemente, los brazos de Nana aún se mantenían aferrados a su cuello.

—¿Podríamos quedarnos unos minutos más de esta forma?— le preguntó. Él respondió afirmativamente con un gesto, pero no dijo ninguna palabra.

Pasaron varios minutos hasta que uno de ellos se atrevió a hablar. Natsume se quitó suavemente las manos de Nana del cuello y le dijo:

—Esto está mal. No debería haber hecho eso, realmente lo siento mucho.

Nana movió la cabeza de lado a lado, entonces respondió:

—Las fotos que Shun encontró en mi celular... en realidad eran tuyas.

Natsume no sabía qué responder. Nunca había pensado ningún escenario posible con Nana, y mucho menos se le habría cruzado por la cabeza uno en el cual sucedieran estas cosas.

—Yo... quisiera estar junto a us... junto a ti— comenzó a decir ella mientras lo miraba a los ojos, ya no fríos como cuando se habían encontrado la primera vez, sino llenos de magia y fuego—. Pronto terminaré la secundaria y seré adulta, por favor, si quieres ¿podrías esperarme un poco?

La respuesta de Natsume no tardó en llegar. Tomó a Nana por los hombros y la acercó a su pecho para darle un fuerte abrazo mientras, con una gran sonrisa, le decía su respuesta:

—¿Cómo podría no esperarte? Esperaré por ti hasta el fin de los tiempos. Mantengamos esto en secreto. A partir de hoy, mis labios estarán sellados hasta que podamos estar juntos.

Será nuestro secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora