Capítulo VII - Una explicación.

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—Lo siento hija... no sabíamos cómo... cómo decírtelo... no sé por dónde empezar...

—Vamos mamá, arranca por favor.

—Hija, Manu no está bien —le ayudó mi padre— no lo está desde... ya sabes.

—¿Pero qué le pasa?¿Por qué nos habéis vuelto a presentar?¿Por qué no sabe quién soy? —pregunté nerviosa.

—Él... estuvo en coma mucho tiempo... —mi madre se reincorporó a la conversación, pero le costaba hablar.

—Recibió una fuerte paliza, y le encontraron muy débil. Su familia estaba destrozada. Se fueron al extranjero para cambiar de aires... por eso no les veías por aquí —se detuvo unos segundos—. Después de un mes, los médicos lo dieron por perdido... no quisimos decirte nada. No queríamos que sufrieras más.

—Pero yo... él... —no sabía qué decir, todo esto me venía grande.

—Hace un par de semanas, como de milagro, Manu despertó... pero no recordaba nada —mi madre intentaba contener las lágrimas—. Manoli me llamó y me lo contó todo. Me dijo que querían volver, pero todos debíamos actuar como si de cualquier nueva familia se tratara. Nos pidió que lo difundiéramos, y así lo hicimos.

—Por eso fui la única que reaccioné en el cole...

—Todos lo sabían —mi padre se sentó a mi lado—. Todos menos tú. No sabíamos que hoy estaría allí. Por suerte sólo ha sido una hora. Tendremos que acostumbrarnos a todo esto, y que Manu se sienta agusto. Lo entiendes, ¿verdad?

Eso fue todo. Me valía por entonces, solo quería meterme en la cama y olvidarme de lo que estaba pasando.

Subí a mi habitación y encendí la tele, aunque solo fuera por no escuchar el silencio. El silencio significaba pensar, y no. No me venía bien pensar... Aunque no pude evitarlo.

Ya de vuelta en casa después de nuestra experiencia supe que a mí me rescataron antes que a Manu. A él lo retuvieron más tiempo; le pegaron una paliza por la que quedó en coma y muy débil, le dieron por perdido y todo esto yo sin enterarme. Por suerte estaba vivo, y tenía que dar gracias.

¿Qué importa que no se acuerde de mí? Podemos empezar de nuevo, pensaba a veces. Otras veces, era realista y comprendía la gravedad de la situación.

Para ser sinceros, estaba perdida, muy perdida. No sabía cómo hablarle, o cómo mirarle, o cómo actuar cerca de él. No sabía si ir a su sitio en los cambios de clase, o si llamarle para quedar después de comer. No sabía si tratarle como uno más, o directamente no tratar con él. No sabía si ir a buscarle a su casa, o esperar a que llamara él. Tanto tiempo esperando, y no sabía qué hacer. No me pasaba eso con Manu desde que lo conocí. Siempre me sentí muy cómoda a su alrededor... pero entonces era distinto.

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