Capítulo 2

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El día más largo de mi vida empezó con retraso. Me desperté con el contínuo timbre del despertador, con legañas en los ojos fui directa a la ducha y finalmente tuve que tomarme el mismo zumo natural que hacía mi madre cada mañana. Hoy Quentin vendría por mi antes, ya que ambos teniamos que ir al colegio otra vez en bicicleta.

Me despedí de mis amados padres mientras ellos intentaban ignorar mis palabras hablando de cualquier cotilleo común, ¿irritante no? lo peor es que te acabas acostumbrando.

Como ayer, cogí mi bicicleta de color rojo oxidado y me dirigí a la casa de Quentin.

Él ya estaba fuera con su habitual chaleco de rombos y sus preciadas gafas. Miraba fijamente la palma de su mano y se mordia el labio.

-Martins, buen día.- le saludé

-¿Tú qué dices?- dijo mientras me enseñaba la palma de su mano

-Bueno en un principio...Que eres un bicho raro, y que tienes una mano amorfa, ¿algo más querido?

-Gracias, pero me referia a la picadura en la mano.- dijo preocupado

-Creo que sobrevivirás, ahora vamos a clases antes de que me fracture alguna parte de mi cuerpo en esta bicicleta. ¡Oh, dios! Hablo como mi abuela.

Tres años atrás habría matado por ir al colegio en bicicleta; sin embargo, al entrar en la adolescencia toda mi energía se concentro en un punto nulo. Ahora con suerte podía andar, supongo que soy de ese tipo de personas cojín, pero es una vida cómoda.

(...)

-Bien alumnos, recuerden que el próximo día tendrán que excoger su pareja para el trabajo de ciencias.- dijo con su típica voz irritante el señor Collins.

Marcus Collins, sin duda un hombre conservador, repipi y estirado. Todo un partidazo, increíblemente estaba casado...Supongo que hasta los repipis encuentran su alma gemela. Él estaba anunciando mi peor pesadilla ''encontrar un compañero''. Maldigo al estupido de Quentin por no ir a mi misma clase, ¿con quién demonios haría el estúpido trabajo? En fin, creo que optaré por la salida más fácil y lo haré sola.

Bueno si digo que ansiaba encontrar un compañero mentiría. Pero para variar me gustaría mezclarme con el pueblo llano.

Y como si San Little Richard me estuviera escuchando, una voz masculina empezó una batalla verbal de la que en un futuro, no podría salir.

-Perdona.- dijo una la desconocida.

-¿Qué?- pregunté de mala gana.

Cuando me giré, allí estaba él. George Harrison. Era el chico que causaba furor entre las féminas de mi curso, pertenecía a una banda cuyo nombre desconocía.

-Wow, qué humor.

-Date vida chico, tengo prisa.

-Me preguntaba sí... ¿Querrías ser mi compañera en el trabajo?

Vale, ¿recordáis lo anterior? Lo retiro. Quiero hacerlo SOLA. Me niego a hacer el trabajo con un posible futuro portador de una enfermedad sexual.

-Lo siento, pero lo haré sola.- dije mirando a mis zapatos. Indirectamente le estaba echando.

-Pero... Ni te lo has pensado.

-Ni hace falta- dije a la vez que salía corriendo por la puerta.

Andaba con una velocidad anormal por los pasillos del instituto, esquivando a las adolescentes que estaban por medio. Mi cara adquirió un color rojizo y mi garganta estaba prácticamente seca. ¿Había rechazado al mismísimo George Harrison? Lo tenía claro...Era tonta

No sé lo que me diría Quentin ahora mismo, quizás me felicitaria por decirle que no, o me reprocharia el que hubiese rechazado a un posible compañero de clase.

(...)

Tranquilamente me senté a esperar en la salida, con mi sueter gris y mi gorro negro. Había bajado demasiado la temperatura y mi parte friolera ansiaba poder llegar a casa y acurrucarme bajo mis sábanas.

Sin embargo, el idiota de Quentin tenía que recoger sus libros de geometría, por lo tanto yo era la imbécil que le esperaba.

Cuando vi un matojo de pelo castaño oscuro salir del edificio, mi corazón gritó de felicidad y mis pómulos se calentaron por un minuto. Al fin lograría llegar a casa.

-Perdona, tenía que recoger esto si o si, ya puedes seguir contándome tus sueños románticos con Elvis.- dijo riéndose

-Oh perdona, chico del grano en la mano. Pero sé que algún día Elvis me amará como yo lo amo a él.

-Pensé que no querías casarte.

-Y eso tengo planeado, morir sola y con sesenta gatos callejeros en casa. Viviré de limosnas y al final de mi vida los gatos se comerán mi cadáver. Todo preparado querido.-comente mirándole seriamente

-Bueno, si te hace sentir mejor, yo moriré solo y virgen.- contestó

-Creas o no me hace feliz saberlo.

-Sí sí ya, bueno como te dije antes podríamos...Hellen ese de la puerta ¿no es del colegio?-preguntó Quentin.

Cuando giré mi cabeza me encontré con quien menos pensaba encontrarme en la puerta de mi casa. Ahí estaba el mismísimo George Harrison.

Don't Bother MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora